Mirada Violeta
Criterios
Hace unos días leí una publicación en Facebook de la activista, feminista, y académica Karina Vergara Sánchez, quien relata un episodio en su aula, mismo que gira en torno al cuestionamiento de alumnos hacia una compañera por el hecho de que continúe una relación violenta. Le preguntan: “¿Entonces, qué haces con él?”. Y la chica responde: “Todavía no puedo”.
En su relato, Karina recuerda unas líneas de la obra de B. Traven, en la cual cuenta cómo hay una mujer víctima de un marido borracho y golpeador y la gente del pueblo sabe, aunque tal vez no lo sepa ella misma, que ese maldito un día va a amanecer macheteado. “Ella está juntando odio”, explican las vecinas en la historia.
La reflexión de Karina señala que “ahora pienso en todas las que están juntando odio o buscando el ‘ya puedo'”: esperando las calificaciones y los papeles de la escuela de su niña, que el bebé sane, que la hija se gradué, que le den su certificado de su universidad, que se acabe el pago de la hipoteca o que llegue el pago de la quincena o que él se quede dormido para poder marcharse.
Señala Karina en su publicación: “¿Saben que en México, en esta fechas de periodos vacacionales, luego de que entregan las calificaciones en las estancias infantiles, en primarias y secundarias, es cuando más mujeres toman de la mano a sus crías y se van para siempre de su maltratador? Con la maleta o la bolsa del mandado lista para echar rápido los documentos importantes y ropa y unas cobijas; con el dinero de la tanda escondido en el zapato o con el boleto de avión ya comprado; con los músculos tensos y preparados como los de una atleta antes de la gran carrera, hay muchas mujeres alistándose para irse y ese es un acto que hay que reconocer en su dimensión política, es el primer paso, el grito de independencia que comienza una revolución que cambiará su vida y la vida de todas las mujeres de su linaje venidero.”
Esta reflexión de Karina Vergara me llevó a recordar a muchas mujeres con las que he dialogado en todos estos años que están a la espera de “algo” para tomar la decisión definitiva que les permita terminar aquella relación que las violenta. Las historias se repiten y se multiplican, la mayoría de las veces posponen su vida personal por la de las hijas e hijos.
Una de esas historias con mayor impacto en mi vida, es la de una mujer que conocí afuera de un consultorio médico del IMSS. Mirna estaba en tratamiento médico para combatir la hepatitis “C” que le aquejaba igual que a mí. Yo sabía, por experiencia personal, lo doloroso de ese tratamiento con interferón y rivabirina que tanto ella como yo tuvimos que soportar durante un largo año.
Encima de los efectos secundarios que nos aquejaban, me decía Mirna que tenía que aguantar al marido violento, lo que hacía más penosa la enfermedad y el tratamiento para su cura. Yo le dije cándidamente que no tenía que soportarle, que buscara apoyos y ayudas, etc. Ella me respondió que le era imposible, había dedicado su vida al trabajo en el hogar y al cuidado y atención de sus hijas e hijos, por lo que el seguro social lo tenía por el marido; por lo tanto, si se divorciaba tendría que suspender su tratamiento médico y la posibilidad de curarse.
La historia de Mirna es la de muchas mujeres. El “todavía no puedo” encierra muchas imposibilidades que el Estado aún no atiende ni resuelve.
La próxima vez que escuchemos a una mujer decir “todavía no puedo”, escuchémosla, acompañémosla y hagamos todo lo posible para garantizarle su derecho a acceder a una vida libre de violencia, sin que tenga que soportar los obstáculos que le impiden “poder”.
Por cierto, de acuerdo al Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), las denuncias por violencia intrafamiliar se han incrementado durante los últimos tres años. En 2015 se abrieron 126 mil 816 carpetas de averiguación en México por violencia intrafamiliar. Para 2018 fueron 178 mil 561 carpetas, lo que representó un alza del 40%.
En dicho período, la incidencia del delito aumentó en 27 estados y disminuyó en 5, ¿y qué cree?, el Estado que presentó una reducción más importante fue Jalisco (76.3%), pasando de 8 mil 543 indagatorias en 2015 a 2 mil 020 en 2018. Seguramente este logro se debe también al extraordinario manejo que tiene Jalisco en maquillar cifras, como lo hizo con el tema de desaparecidos.
@lupitaramosponce