A botepronto, la lectura de las declaraciones de Diego Valadés a Proceso, y en particular de sus titulares en portada e interiores, que parecieran al sensible presidente electo un ataque “muy sensacionalista y amarillista”: “AMLO se aísla. El fantasma del fracaso… y Sin proyecto político”, y más cuando el exprocurador Valadés respondió en su momento a los intereses de Carlos Salinas de Gortari quien entonces, por antonomasia, encarnaba “la mafia del poder”.
De inmediato, es lo que se piensa, claro.
En seguida me vino a la mente aquella entrevista que le hice a Ernesto Rufo para Proceso en su despacho en el Palacio de Gobierno de Mexicali. Le pedí que me contara su sentir y reacciones al enterarse del atentado, en su estado -el primero en ser gobernado por un panista- contra Luis Donaldo Colosio.
Me platicó que él regresaba en un vuelo comercial de la Ciudad de México tras una reunión con Salinas, pero que tras varios intentos que hizo con su teléfono celular -con autorización del piloto-, incluso desde la cabina del avión de Mexicana utilizando su propio sistema de radio, pero no pudo comunicarse. El capitán le dijo que tomaría una ruta más corta para hacer escala en Hermosillo y que ahí tendría todo listo para hablar con el presidente.
“Fui el primero en bajar. Ya estaba listo el teléfono y de inmediato pude comunicarme con el presidente. Le dije que yo me haría cargo directo de las investigaciones en tanto se nombrara un fiscal especial que fuera aprobado por el Senado. Pero él me dijo que no, que ya volaba para Tijuana el procurador Diego Valadés”.
Y no sólo el procurador iba rumbo a Tijuana. Adelante, en vuelo especial, viajaba Manlio Fabio Beltrones, gobernador de Sonora. Aproximadamente uno o dos minutos después del homicidio de Luis Donaldo, le habló Salinas cuando estaba en reunión con su gabinete, entre ellos, don Luis Colosio, secretario de Ganadería, y papá del candidato priista.
“¿Lo invitó Beltrones a viajar con él?”, le pregunté meses después en Hermosillo en una larga entrevista que se publicó en mencionado semanario. “No, no me invitó”, me respondió a punto de las lágrimas, al borde de su sillón y sobre el escritorio de su oficina. “¿Por qué, si usted era el papá, el más el más dolorido, el interesado”? Largo silencio. “Nunca supe por qué no me llevó con él”.
Al día siguiente, a media mañana, Beltrones y Diego Valadés dieron una conferencia de prensa en la Delegación de la PGR y apenas si mencionaron a Rufo, ahí presente. Todo parecía arreglado a modo. Al menos esa fue mi percepción en el acto y la de muchos periodistas nacionales y extranjeros.
Tal vez, pensando en este contexto habló Andrés Manuel López, también un tanto a botepronto, en contra de la revista y decir en un video -sin citarla por su nombre- que es “sensacionalista y amarillista”, porque acusa el entrevistado que a AMLO lo han dejado solo -el Congreso y su gabinete- en la polémica sobre el nuevo aeropuerto. También, quizás, por las mismas preguntas del reportero (Álvaro Delgado) de si su gobierno estaría condenado al fracaso, a ser fruto del capricho, o si ve rasgos autoritarios, a lo que Valadés reitera que es una persona enfrentada a una “constelación de intereses” y sin las indispensables bases jurídicas, y así estará condenado al fracaso, a naufragar. Pero aclara que sus dudas no son él, sino su entorno.
Y abundó AMLO: “Una revista sacó una foto, no sólo la de la portada, sino también al interior, donde aparezco así, decrépito, chocheando, y el título de la portada, dice que estoy solo y que se avizora el fracaso. Muy sensacionalista, amarillista la revista, pero es normal (…) Yo no aspiro a ser un dictador.”
Antes, la primera molestia contra Proceso fue de su mujer, Beatriz Gutiérrez Muller en Twitter. Igual pasó cuando El Universal publicó una nota y la foto del hijo de ambos tras su accidente: “Con los niños no”. Frente a las quejas de Obrador y su esposa, el costo fue el despido de dos editores.
Y el periódico sentó un lamentable precedente… y hasta cierto servilismo.
Tengo la certeza que eso no pasará en Proceso. Es periodismo, aunque a veces duela.