¿Qué tanto creerle a López-Gatell?

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El pasado fin de semana, Covid-19 superó en México las 60 mil personas fallecidas, cifra que el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, había calificado el 4 de junio pasado que, de suceder, sería un “escenario catastrófico”.

Y ocurrió la catástrofe –ayer miércoles sumaban ya 62 mil 76 decesos– sin que López-Gatell, el responsable de combatir la pandemia, científicamente llamada SARS-CoV-2, pareciera inmutarse mayormente. Incluso se curó en salud y,  para salvar su pellejo y evadir cualquier responsabilidad futura civil o incluso legal, le echa mayormente la culpa a otros factores.

Así ha recurrido a citar cuestiones que ciertamente favorecen el florecimiento del virus y su fatalidad, como la mala nutrición o el tabaquismo; sobre todo, cuestiones de alto riesgo, claro está, como la obesidad, la hipertensión y la diabetes.

No obstante, que yo recuerde, ni él ni su equipo han reconocido que la actual situación habría sido menos catastrófica si se hubieran tomado medidas desde enero como tener instalaciones hospitalarias adecuadas, personal médico suficiente y, sobre todo, bien equipado con overoles, mascarillas, lentes, guantes, batas y cubrebocas de buena calidad, además de suficientes respiradores mecánicos desde entonces, y no se diga medicamentos, que no los hubo

Y no digamos hacer cosas extraordinarias, sino simplemente iniciar con la orientación a la sociedad de lo que vendría, de que el coronavirus tan pudiera llegar directo de China, Estados Unidos o de Europa. Fue por eso que nunca a tiempo se establecieron controles en fronteras y terminales aéreas o marítimas. Los aeropuertos prácticamente no se cerraron a vuelos internacionales. Más bien fueron éstos los que dejaron de llegar en buen número al país por prevención o prohibición en sus países de origen.

Vaya pues, ni siquiera se hicieron recomendaciones a tiempo de cosas tan simples –y lo he dicho aquí ya en varias ocasiones– como el aseo de manos, guardar distancia y el uso obligatorio del cubrebocas. ¿Y cómo  habría de hacerlo López-Gatell si el primero en oponerse es su jefe?

Aparte, cuando ya gran parte de la población usaba el aditamento por propia iniciativa y todo mundo pedía que López Obrador hiciera otro tanto, el doctor López-Gatell le siguió el juego al decir, al afirmar, cual profeta: La fuerza del Presidente es moral, no una fuerza de contagio. Y eso que, allá por mediados de marzo empezaban con fuerza los contagios y se reportaban las primeras muertes.

Ante ese vacío de orientación a la gente, fue la sociedad civil y medios de comunicación que, por su cuenta, empezaron a dar a conocer medidas preventivas. Nuestras autoridades, en tanto, se refugiaban en la mal entendida austeridad y el problema se nos vino encima.

Ahí están los números, que no son sólo cifras: son ya cerca 62 mil personas, seres humanos, los que han muerto en menos de cinco meses. Esto, de acuerdo con las propias autoridades mexicanas.

Pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) tiene, como se dice por acá, otros datos. Precisamente, cuando se llegaba a tan escandalosa cantidad de decesos, este organismo declaró que la epidemia está oficialmente subestimada en México, y que una de las principales razones es porque no se han hecho suficientes tests o pruebas para detectar posibles enfermos con síntomas, pero particularmente detectar a quienes no los tienen y son transmisores. “Las pruebas se limitan a 3 por cada 100 mil habitantes”, y que así es muy difícil detectar dónde se encuentra el virus para combatirlo y frenarlo.

Pero nuestro científico López-Gatell, como diría el primer mandatario, “tiene otros datos”, y dice que no son necesarias las pruebas que demanda la OMS. Él solo contra el mundo.

Por otro lado, si nos atenemos a los cálculos efectuados por algunos matemáticos y otros científicos nacionales y extranjeros –y que de alguna manera también lo adelantó ya el multicitado funcionario encargado de hacerle frente a la contingencia–, si los datos oficiales se multiplican por 3, el total de contagiados en el país rondaría los cerca del millón 800 mil, y los fallecidos 180 mil.

No obstante, de acuerdo con información del mismo subsecretario –y es bueno creerle para ganar al menos en optimismo–, de medio mes para acá la cantidad de infectados y decesos ha venido a menos. Desde que el 14 de agosto se llegara a uno de los números más elevados de muertos en un día, con mil 17, ahora el promedio es poco debajo de los 520. Pero se han registrado días con sólo 154 y 320 decesos, que fueron el sábado 22, el domingo 23 y el lunes 24 de agosto.

En contraparte, hay datos en distintos estados que no concuerdan con los que brinda la federación semanalmente, y en eso basan sus dudas no pocos, y en particular la OMS, de que las cifras se subestiman, o se esconden premeditadamente, aseguran otros.

En un artículo en El Informador (22-VIII-20) Gaspar Reza Maqueo, quien fuera delegado del INEGI en Jalisco, destacó la inconcordancia entre los datos de López-Gatell y los de Enrique Alfaro. La diferencia entre uno y otro es enorme, sostiene.

Cita, por ejemplo, que en tanto los casos positivos acumulados registrados hasta la semana pasada suman en la entidad, según Gatell, 17 mil 587, los elaborados por la Universidad de Guadalajara con base en pruebas diagnósticas arrojan 43 mil 491.

Lo anterior es sólo un botón de muestra. Pero ¿cuánta es la diferencia de positivos acumulados, y de decesos, a nivel nacional?

¿Qué tanto podemos creerle a Gatell de que el mal ya se está doblegando, como lo ha propalado el propio Presidente con  datos del subsecretario? ¿Qué tanto se corre el riesgo no tanto de bajar la guardia, sino de estar  próximos al semáforo verde cuando el panorama real es muy distinto al oficial?

Hay que aprender en cabeza ajena y ver lo que viene sucediendo en países europeos, o en China, con los rebrotes, en donde no llegaron a tan alto número de contagios y muertos como sí ha ocurrido en México.