Román Munguía Huato cacique
El pasado viernes 13 el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), lanza en ristre mañanera arremetió contra Enrique Alfaro Ramírez, gobernador de Jalisco, y contra Raúl Padilla López, exrector de la Universidad de Guadalajara (UdeG). Estas fueron sus palabras: “El gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, pertenece al bloque de conservadores y se lleva ‘muy bien con el líder histórico de la Universidad de Guadalajara, (Raúl) Padilla’, presidente de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, y cuyas últimas ediciones fueron ‘dedicadas en contra de nosotros’… ‘Y me entero que en España le entregan el premio Princesa de Asturias a la Feria del Libro y el que lo recibe es ni más ni menos que Padilla; es el que da el discurso y me llamó muchísimo la atención un renglón: debemos de defender al libro del populismo’, rió el mandatario en la conferencia de prensa… ‘Es la decadencia, pero no sólo de México, de las universidades, de la intelectualidad, de los que otorgan estos premios. Les dejo de tarea que hagan una investigación desde cuando manda este señor en la Universidad de Guadalajara y cuando tengan la investigación nos ayudan aquí para informar”. Finalmente, López Obrador afirmó que las últimas ediciones de la FIL Guadalajara fueron “dedicadas en contra de nosotros, porque traen a Vargas Llosa, (y) ahí están Aguilar Camín, Krauze”.
Esperemos que la tarea de los periodistas le ayuden a informarse y a que informe en sus mañaneras; aunque suponemos que dispone de la mejor y más completa información sobre este tema. Pero la tarea más importante le corresponde a él, pues tiene la obligación política y moral de realizar una auditoría a fondo a la UdeG, con todas sus consecuencias.
La respuesta del cacique. El mismo viernes, un comunicado de la FIl dice, entre otras cosas: “La Feria Internacional del Libro es una iniciativa de la Universidad de Guadalajara para fomentar, en un espíritu de debate plural, la cultura del libro y la lectura, la circulación de ideas y el diálogo razonado, en la que a lo largo de más de tres décadas han tenido cabida autores, pensadores y figuras públicas de todos los países, todas las corrientes ideológicas y todas las adscripciones políticas… El Lic. Raúl Padilla López es el presidente de FIL Guadalajara. Es en esa calidad que recibió este año de manera virtual el Premio Princesa de Asturias en Comunicación y Humanidades, otorgado por la Fundación Princesa de Asturias, en España. La distinción… constituye un reconocimiento al vigor de la cultura mexicana y un acicate para nuestra labor… En su discurso de recepción en la ceremonia de entrega de los Premios, y como todos los años en nuestro nombre, el presidente de la FIL Guadalajara hizo un llamado a recordar que ‘la cultura es una inversión, nunca un gasto’. La defensa de la producción cultural profesional y su financiamiento digno es misión de las instituciones culturales, que hacemos nuestra”.
Hasta aquí, las opiniones de uno y otro lado, salvo las opiniones de Enrique Alfaro Ramírez y la de Ricardo Villanueva Lomelí, “rector” de la UdeG, que hasta el momento no se han sido públicas.
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Las declaraciones de AMLO han puesto nuevamente en la opinión pública a la UdeG como la Universidad de los escándalos. Desde luego, aclaramos, no es la institución educativa en sí misma, su comunidad, objeto de escándalos, sino sus camarillas mafiosas que durante muchas décadas la han convertido en objeto de escarnio y vergüenza pública. Raúl Padilla López, alias “El Licenciado”, es el cacique que ha detentado el poder durante las tres últimas décadas, solapado y en alianza con los gobiernos estatales y los federales, en este último caso, iniciando con el funesto Carlos Salinas de Gortari hasta Enrique Peña Nieto, pasando por los nefastos presidentes panistas.
En julio del año pasado, también en una de sus mañaneras afirmó AMLO: “Algunas universidades del país son emblemas de cómo se controla el poder y tienen caciques que nombran a rectores… las universidades deben ser transparentes; ellos, los caciques, nombran a los rectores y tienen diputados y senadores en los partidos”. Señaló “que deben generarse movimientos para pedir transparencia, rendición de cuentas y que haya honestidad en las universidades.” Añadió: “Nosotros tenemos que ayudar con presupuesto a las universidades y sería muy conveniente que alumnos y maestros y la comunidad universitaria tenga como propósito que se aplique una política de transparencia y honestidad en las universidades, que no haya malversación de fondos en universidades, ni cacicazgos… hay universidades que organizan coloquios a donde invitan a intelectuales de gran renombre, “con gastos pagados a hablar por la justicia y la democracia como si estuviesen en el paraíso, jamás un cuestionamiento a la corrupción”.
Este mensaje sin alusión personal iba con dedicatoria al cacique Padilla López. Más aún. En la conferencia de prensa del pasado 3 de enero, el presidente Andrés Manuel López Obrador habló del derroche y gastos superfluos en las universidades públicas mientras se paga poco el sector académico. Durante la conferencia respondió a los señalamientos hacia su gobierno por el presupuesto asignado a gobiernos de las entidades federativas e instituciones de educación superior. Consideró que, como pasa en los gobiernos estatales, las rectorías universitarias hacen “mucho gasto superfluo”, pues “a los maestros les pagan poco, pero los de arriba se exceden, hay mala administración en varias universidades, universidades dominadas por caciques”. También dijo que se gasta “sin control” en eventos, congresos, seminarios y viajes con todo pagado, lo cual lleva a que “se termina el dinero y ya no hay para pagar a los maestros, ya no hay pagar a los trabajadores. Tenemos que cerrar… No, no estoy en contra de la educación pública, estoy en contra de la corrupción, del derroche, de los abusos. Eso es lo que tiene que verse”, concluyó.
Entonces, la crítica reciente de AMLO a los caciques universitarios no es novedosa, salvo que en esta ocasión hace alusión personal pública al cacique de la UdeG y a la FIL. Es muy loable, aceptable y veraz la crítica del mandatario nacional hacia los caciques, especialmente al de esta universidad. También, es muy plausible, por ejemplo, la acción penal en emprendida por el Gobierno Federal contra de Gerardo Sosa Castelán, (ex) cacique de la Universidad Autónoma de Hidalgo, hermano gemelo en corrupción mafiosa del presidente de la FIL.
Cuando el presidente afirmó: “Nosotros (el Gobierno Federal) tenemos que ayudar con presupuesto a las universidades”, reconocemos una muy buena intención política, pero eso no se está cumpliendo a cabalidad. Por supuesto, la comunidad de las instituciones educativas superiores públicas estamos en contra de la reducción presupuestal federal a dichas entidades. Los maestros, estudiantes y demás personal laboral no tenemos porque pagar las consecuencias de la corrupción y la malversación de los recursos financieros federales realizada por las camarillas burocráticas universitarias. Para eso están las auditorías que debe hacer la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaria de Hacienda y Crédito Público.
Cuando AMLO sugirió “que deben generarse movimientos para pedir transparencia, rendición de cuentas y que haya honestidad en las universidades”, tiene toda la razón. Muy cierto, son las comunidades universitarias adormecidas durante décadas las que han permitido, hasta cierto punto, el poder de estos cacicazgos; pero también es muy cierto que durante décadas enteras tales formas de poder unipersonal han tenido el apoyo de los gobiernos locales, estatales y federales. La cultura política universitaria dominante prevaleciente es la de una cultura histórica priista, de la cual también surgió AMLO, quien la conoce muy bien. De tal cultura también se nutrieron y se nutren Alfaro Anguiano Ramírez y Raúl Padilla López.
Cuando AMLO señala a Raúl Padilla López como “el líder histórico” de la UdeG, lo está diciendo eufemísticamente. Cierto, es un líder caciquil histórico, quien ha hecho mucha fortuna personal y familiar con base al manejo discrecional del presupuesto universitario. Las críticas vertidas por AMLO a la FIL podemos compartirlas o no, pero también es una verdad de mucho peso que esta Feria se ha convertido en un negocio editorial muy lucrativo y en un instrumento político acorde a los intereses caciquiles, además de ser un medio para seducir políticamente a muchos intelectuales, académicos y escritores, ciertamente muchos de ellos (ultra) conservadores. Tal es el caso de quienes pertenecen a Nexos o Letras Libres, encabezados por Héctor Aguilar Camín y Enrique Krauze, mercenarios de la “cultura”, quienes forman parte del séquito cortesano caciquil. A este grupo de intelectuales conservadores se suman las voces contra AMLO de empresarios como la de Gustavo de Hoyos, presidente de la Coparmex, apoyando a Raúl Padilla López. En el marco de una FIL, en una reunión en la casa de su presidente, salió la candidatura a la presidencia de México de Ricardo Anaya Cortés, por la coalición Por México al Frente —integrada por el PAN, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y Movimiento Ciudadano (MC)— para las elecciones federales de 2018.
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La posibilidad de una democratización de la UdeG pasa necesariamente por desterrar para siempre su cacicazgo y sus estructuras burocráticas de poder corporativo–autoritario. Solamente así la institución podrá cumplir plenamente sus loables tareas esenciales académicas de docencia, investigación y difusión de la cultura universitaria para benefcio del pueblo jalisciense, especialmente del pueblo trabajador.
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