Del pensamiento único
Juan M. Negrete
Los críticos opositores, que poseen más ascendencia y micrófonos, arman demasiado revuelo buscándole defectos y errores a granel y a cada paso que da el gobierno federal actual, encabezado por AMLO. Se les ha ido tornando una fijación que exige ser revisada. Se podría argüir que se trata de un ejercicio cotidiano y reiterado que realiza dentro de toda comunidad su segmento intelectual. Quienes presenten así el fenómeno, de manera escueta y sin más contextos, tendrán razón suficiente en este alegato. Pero existen en este punto particular algunos flancos que no nos permiten conceder y cerrar ya dicho capítulo, aceptando sus afirmaciones. Hemos pues de darnos a la tarea de buscarle mangas al chaleco, nos guste o no.
En primer lugar habrá que asentar con claridad que sobre este tema hay demasiados prejuicios por clarificar. Muchos de ellos conocieron amplia difusión como para que ahora vengan a ser ignorados. Por muchos decenios se fabricó una imagen estereotipada sobre la personalidad del mexicano medio que lo dibujaba sentado a la sombra de un órgano pitayero, cubierto con una frazada, siempre adormilado y además gorrudo, por si hicieran falta más aditamentos típicos. Era imagen que nos resultaba hasta folclórica, como si se tratara de un retrato no cuestionable, atinado, hecho a nuestra medida.
De semejantes hilos de figuración se nos derivaba a ser pintados como abúlicos, desidiosos, siempre incumplidos; se nos catalogaba en el medio internacional como a entes faltos de responsabilidad y más lindezas parecidas. Esperar juicios críticos de semejantes personajes (o séase, de nosotros mismos) venía a ser algo así como una fantasía, como esperar milagros o atenerse a la voluntad de la madona del Tepeyac y a sus famosas perlas. Eso de pensar por sí mismo y en sentido crítico resultaría entonces una tarea completamente ajena al carácter medio del mexicano.
Menuda sorpresa nos llevamos muchos paisanos cuando leímos, allá por los años ochenta, un libro de un historiador gringo que comparaba a nuestra comuna con la yanqui. El autor Alan Riding y su libro: Vecinos distantes, un retrato de los mexicanos. Entre muchas afirmaciones sorprendentes que hacía sobre nosotros, resalta la que sostiene que los mexicanos somos más críticos y menos crédulos que la media de sus paisanos güeritos, donde siempre se ha sostenido la tesis inversa. Fue como descubrir un manantial en el Sahara, sobre todo después de haber vivido un bombardeo persistente y prolongado sobre nuestra modorra intelectual, sobre lo corto de nuestras miras y la incapacidad congénita del paisanaje para incubar propuestas sociales y políticas positivas e innovadoras. Nos dábamos por reprobados en esta asignatura y casi nos dejábamos embargar por actitudes derrotistas y fatalistas.
De manera que ahora que los voceros de la oposición sacan la pichada de que la mayoría de los mexicanos anda obnubilada y como zombi tras los dichos y pontificadas contundentes que expone Obrador, sobre todo en sus mañaneras, como que nos reviven esa vieja figura del mexicano obtuso, del íngrimo intelectual que no atina ni a identificarse los dedos de su mano. Ya podían todos estos críticos buscar elementos más convincentes en sus análisis. Si en algo desarrollamos los nativos de aquí, como entes inteligentes, es en nuestra picardía, en la ironía de nuestras expresiones y en el jugueteo intelectual de las opciones por manejar. Si lo llevamos al terreno de lo social y de lo político, sobre todo, no es tan cierta la conseja de que nos chupamos el dedo, ni que seamos tan ingenuos. Hay material para rato, así que luego le seguimos.