Felipe Cobián Rosales
02 de marzo de 2022.- Con ¡libertad absoluta y descaro!; impotencia o complicidad de uniformados; con premeditación, alevosía y todas las ventajas; bien pertrechados; con unidades prestas para levantar muertos y equipo hidroneumático para lavar la sangre que correría por metros en la calle, toda una logística para borrar indicios de que ahí hubo un ajusticiamiento múltiple que haría dudar al Presidente mismo, de si hubo o no tamaña tragedia el domingo 27 de febrero en San José de Gracia, Michoacán.
Andrés Manuel López Obrador hizo suya, en su mañanera del lunes, la versión que a su vez recibió del gobierno morenista michoacano, al decir que “no se encontraron cuerpos, sí casquillos, partes de seres humanos y manchas de sangre, pero no tenemos más”. Eso fue lo que dijo y que esperaba que no hubiera habido tal “fusilamiento”.
De acuerdo con las versiones difundidas, primero por las redes sociales y ahora parcialmente confirmadas por autoridades estatales y federales en la conferencia mañanera del 1 de marzo, la ejecución de un grupo de entre diez y diecisiete personas que presumiblemente fueron sacadas de la casa en donde se velaba a la señora Elisa, madre de Alejandro N., “El Pelón”. Éste habría abandonado al CJNG y, en particular a su paisano, Abel N. “El Toro” o “El Viejón”, para incursionar en otro cártel. Extraoficialmente se dice que en el de Sinaloa. Antes, junto con el segundo, “El Toro”, pasó por Los Templarios o la Familia Michoacana.
Ahora sí, con este dramático hecho, como han referido ya distintos articulistas, se puso al “pueblo en vilo”, en alusión a la novela idem del historiador José Luis González y González (1925-2003), originario de ese lugar.
De acuerdo con lo que se aprecia en los distintos videos, previos y posteriores al fusilamiento, los pistoleros prepararon con meticulosidad y suficiente tiempo el escenario del crimen. Primero se observan contraseñas diversas entre los presuntos sicarios desde la acera opuesta en donde se ubican otros vehículos blancos.
Un individuo revisa una de las camionetas blancas que están con las puertas abiertas junto a la banqueta de la finca del velorio (lado derecho del video) en que colocaron, de espaldas a la pared, a las personas sometidas con las manos sobre la nuca. El sujeto deja la primera camioneta con las puertas abiertas y parece ir hacia la de atrás y también la deja con las puertas abiertas, como para que no estorbaran al momento de los disparos.
Al mismo tiempo, y mientras se escucha fuerte música, se observa a la izquierda de la calle, entre arbustos, frente a la finca de fusilamiento donde están parados los que serían ultimados, se ve a un sujeto que llama por celular. Detrás de él, un hombre, casi silueta, bate su mano derecha. Suenan dos disparos y el del teléfono -presumiblemente “El Pelón”-, se desploma y se pierde. Luego, la lluvia de tiros. La cámara se mueve repentinamente y vuelve sobre a escena cuando ya sólo se observa polvo blanco y, entre la bruma se percibe la caída de dos o tres bultos negros. Acá, casi a ras y a media calle, adelante de un carro, alguien más de negro, entre hincado y sentado parece tomar su propio video.
En un siguiente video, cuando se ve, al centro de la calle, el cuerpo de quien habría recibido los primeros disparos frente a sus acompañantes asesinados de quienes, a lo lejos, ya no se miran ni rastros. La acera derecha parece limpia de cuerpos. Varios tipos empujan hacia atrás, junto a la fatídica casa que sirvió de paredón de fusilamiento, otra camioneta blanca. En tanto que otro extrae de la batea de una camioneta roja algo bastante pesado que algunos suponen se trata de un arma tipo Barret y un tercero llega hasta el cuerpo yaciente y algo le arrebata.
Entre tanto, se vuelven a escuchar disparos que parecen al aire para ahuyentar a curiosos y darse tiempo para limpiar el lugar de cualquier mancha hemática u otra y así distraer a las autoridades hasta casi hacerles creer que ahí nada había pasado.
Después, cuando la sombra llegaba ya a la acera derecha, la del fusilamiento, en otras fotografías, se aprecia a un individuo con una manguera a presión detrás de un hidroneumático que suelta un chorro de agua al piso manchado de sangre, en tanto uno de sus compañeros lo espera sosteniendo su propia arma, aparentemente un AR-15 y, con la izquierda, un rifle AK-45.
El tiempo era todo suyo. Eran cerca de las seis de la tarde y ningún cuerpo de seguridad estatal o federal. Nadie les había avisado a esa hora todavía de lo ocurrido en San José de Gracia. O si a esa hora ya les habían avisado, decidieron esperar, dar tiempo al tiempo con un mínimo, y hasta un máximo de prudencia. Los escasos, mal armados e igualmente preparados policías municipales dieron tardía parte a su alcalde. No tenían, ni tienen con qué siquiera disuadir a los agresores y temerosos debieron estar de que las cosas trascendieran no ya en la acción, sino inmediatamente después.
Toda la cancha fue para quienes incursionaron en el lugar comandados por un coterraneo para eliminar a un paisano: “El Toro” o “Viejón” a “El Pelón”, su excompañero de correrías y única víctima identificada hasta hoy. Y vaya que pusieron a San José de Gracia en Vilo. Como nunca jamás alguien imaginó.
En tanto, las preguntas: ¿en manos de quién o de quiénes están muchas poblaciones y ciudades en el país? ¿Cuándo terminará este, nuestro estado de guerra que persiste desde Calderón Hinojosa? ¿Hasta cuándo el verdadero alto a las complicidades, a la corrupción-impunidad?