Filosofando: Las universidades, bajo la lupa

Sábado 28 de enero de 2023.- En el primer mes del nuevo año se agitó el avispero político desde su arranque mismo con el pretexto ahora tan conocido de un plagio de la tesis de la ministra Yasmín Esquivel Mossa. Era ella una de las candidatas a ocupar la presidencia de la suprema corte de justicia de la nación. Pero con el ajetreo derivado del escándalo por si plagió o no la tesis para titularse, agitada la batea se tuvieron que beber el agua sucia en el entramado.

 

El escándalo hubiera concluido ahí. Pero como se trata de estarle buscando chichis a las culebras, pronto se hizo entrar a esta danza sin conchinchi a las autoridades de la propia UNAM, a la SEP y hasta al titular del poder ejecutivo, que no necesita mucho pellizcos para coger pareja y entrarle al baile. AMLO tildó a la máxima casa de estudios del país de estarse derechizando o más bien de ya haberlo hecho. Por supuesto que iban a reparar los titulares de la administración universitaria con semejante banderilla, bien plantada en el morrillo por cierto.

 

En la edición impresa del periódico La Jornada (10, enero, 2023), Pedro Salmerón Sanginés publicó un artículo sobre la derechización de esta casa de estudios. Abundó en datos y hasta expuso el caso de dos personajes destacados en la fila de la elite universitaria. Refirió a Guillermo Sheridan, quien fue rector, y también a José  Woldenberg, quienes cobran como ochenta mil pesos mensuales, sin dar clases el primero y sólo cuatro horas a la semana el segundo. No publican, ni hacen cosa alguna de servir, a cambio de emolumentos tan elevados.

 

Resultaba medio obvio que ambos aludidos respondieran al señalamiento de favoritismos tan desproporcionados. Pepe Woldenberg reviró al día siguiente una carta desmintiendo a Salmerón y exponiendo su situación laboral concreta. Se inició un intercambio entre ambos escritores, pero luego Pepe cortó de tajo la discusión señalando que era la última carta que publicaba sobre el tema y aclarando que no le contestaba a su detractor, sino al público lector de este diario.

 

Todo mundo tiene en sus alforjas la opción de ejercer su derecho de réplica cuando y donde le dé la gana. Pronto se treparon a la tribuna partidarios de una y de otra postura. No tiene sentido darle un repaso a esta discusión concluida tan de mala manera, porque no es conveniente llevar a nivel de la personalización las discusiones que encierran sentido público, o político, para que mejor se entienda. Siempre estamos al alba para el deslinde de lo que, siendo privado, traslapa y brinca la frontera e invade lo público. Lo mismo hay que decir cuando la discusión revira en sentido contrario. Y basta.

 

Pero le sigan o no al pleito estos contendientes particulares, lo que tenga que ver con el funcionamiento de nuestras IES (instituciones de educación superior) no ha de sustraerse a una discusión permanente e inacabable. Son entidades públicas y merecen que les pongamos toda la atención de que seamos capaces, para que no se nos degraden, para que sus anomalías señaladas encuentren la corrección adecuada, para que no se nos transformen en instancias inservibles o hasta enemigas de la salud pública.

 

En el caso concreto de la UNAM, a pesar de haber integrado desde los años setenta del siglo pasado un sindicato combativo para proteger a sus trabajadores académicos en sus derechos laborales, su situación concreta es lamentable. Más del 80% de sus clases son impartidas por maestros que cobran una miseria por su trabajo. Además, el grueso de estos trabajadores académicos carece de seguro de gastos médicos y de bonos. Están excluidos del derecho a participar en los concursos para los programas de estímulos o lo hacen de manera desventajosa, frente a una burguesía dorada de maestros con plaza de maestros de carrera.

 

Así la llamó en su momento el gobernador Emilio González Márquez, cuando señaló que también era evidente la desigualdad, sostenida por las mismas trampas, en la máxima casa de estudios del estado de Jalisco. Y a buen decir, no se han eliminado estas injusticias; al contrario, se han ahondado más y más con el paso de los años.

 

Allá, en la UNAM se señalan disparidades en los salarios que resaltan en los salarios mensuales. Mientras profesores favoritos, famosos o no, bien metidos en la grilla o no, devengan hasta cien mil pesos mensuales; sin dar clases; sin publicar nada o bien plagiando trabajos de sus alumnos para presentarlos como propios y así salvar el requisito de la publicación; sin armar investigación seria alguna o bien adocenando refritos que no valen un cacahuate; y muchas otras lacras de este tipo; como ya dijimos antes la carga pesada de la impartición de las clases y la atención profesional a los aprendices del oficio recae en los lomos de la mayoría de docentes mal retribuidos y peor considerados.

 

No es muy distinto este retrato laboral al que se ha hormado aquí en la UdeG con los mismos clavos de la injusticia y el menosprecio por estos obreros del gis y del borrador. Si bien aquí hay variables más especiales en el rubro de las retribuciones, como el dobleteo de plazas, el ausentismo tolerado al trabajo y otras minucias que se han señalado con suficiencia en otros momentos, pero que nunca han sido atendidas. Hay más diferencias, todas negativas. Veremos de ocuparnos de ellas en próximas entregas.