Rosa Chávez
Sayula, Jalisco., viernes 24 de noviembre de 2023.- Don Jacinto nació en Sayula, era un terrateniente, propietario de Telcampana, una hacienda cuyas ruinas se ubican hoy hacia el sur, como a 5 kilómetros de la cabecera municipal de San Gabriel, Jal.
Jacinto Cortina era hombre ávido de conocimiento tenía una magnifica biblioteca, abierto a diferentes formas de pensamiento y luchó en uno de los frentes ante la dictadura porfirista en 1911.
Al subir Francisco I. Madero a la presidencia fue postulado como candidato a diputado por el 18 distrito en Zapotlán el Grande, entonces ganó las elecciones y formó parte de la XXVI legislatura del Congreso de la Unión.
En Sayula donó algo de su fortuna para la construcción de una escuela primaria que lleva su nombre. El hijo de Don Jacinto, de nombre Guillermo Cortina fue gran amigo de mi padre Francisco Chávez, originario de Sayula y mi madre Esperanza Cárdenas oriunda de San Gabriel.
Ellos se conocieron desde muy jóvenes y cuando se casaron decidieron ir a vivir a Tecomán, Colima, cuando llegaron ellos llegaron a ese pueblo todavía no había el servicio de luz eléctrica, y no existían forma de mitigar el insoportable calor, salvo con métodos rústicos.
Mi padre de una familia de comerciantes del sur y él emprendió varios negocios en el pueblo de Sayula, posteriormente nos fuimos a radicar a Ciudad Guzmán y luego para continuar con los estudios y la atención a algunas enfermedades que enfrentaba mi padre, nos asentamos en Guadalajara.
En esta ciudad él se reencuentra con su amigo Guillermo Cortina, hijo de Don Jacinto. Yo era una adolescente cuando convivíamos con Guillermo, eran muy agradable las charlas con él, de inmediato se descubría que se trataba de un hombre con estudios, su padre lo mandó a la Sorbona, a Paris como se acostumbraba en aquellos años a los hijos de ricos los enviaban a Europa.
Guillermo me compartió que los jóvenes no regresaban muy emprendedores y entraban a trabajar a los grandes almacenes como El Nuevo Paris o las Fábricas de Francia (en Guadalajara). Guillermo a su regreso por varios años disfrutó de ser hijo de rico.
Nos platicaba que su padre mandaba dinero que acumulaba gracias a sus negocios a algunos bancos a Nueva York, en Estados Unidos, para mí era interesante platicar con Guillermo por sus conocimientos. Me contó en una ocasión la historia de Federico Ochoa, “Firulais”, un hombre de Tecalitlán que le encantaba el alcohol, y se vestía de payaso para pedía dinero en el centro de Guadalajara, y quien por cierto también pertenecía a una familia millonarios. “Firulais”, igual que Guillermo, murió en la pobreza, igual que él.
También nos compartió que su madre quería una bebita y lo vestía como niña, le dejaba el cabello largo y lo peinaba como niña, el padre siempre ocupado en sus negocios, parecía no se daba cuenta de la confusión de género que le causó su madre al pequeño Guillermo. Mal de muchos, costumbre o acto “cultural” a Guillermo le gustaba el alcohol.
Parecía que estaba destinado como la mayoría a casarse y tener hijos. Él tenía una novia en Ciudad Guzmán, decían que ella pertenecía a una familia de buen nivel económico, aunque no creo que intelectual.
Contaba Guillermo que en una ocasión él ya estaba listo para ir a pedirle a su novia que se casaran, pero que en el camino se arrepintió. Se dio la media vuelta y entró a una cantina, y le pidió al dueño del bar que cerrara con los que estaban adentro y les ofreció beber a barra libre, bajo el entendido que él pagaría la cuenta, varios días disfrutaron el ofrecimiento. Todos felices, les dijo que festejaba que no se casaría con ninguna mujer. Y fue entonces cuando Guillermo aceptó su homosexualidad.
Posteriormente vivió en Guadalajara, y como niño rico malgastó la herencia, aficionado al alcohol, perdió su autoestima, laboraba en varios trabajos de bajo nivel y por más que mi padre trataba de aconsejarlo él nunca cambio.
Recuerdo cuando lo vi en un triciclo de bicicleta entregando ropa de una tintorería, en Guadalajara, a mí me dio mucha tristeza. Mi padre le conseguía trabajos, lo recomendó en la Universidad Autónoma de Guadalajara, ya que mi padre era amigo de los Leaño y a quienes conoció en Tecomán. A Guillermo siempre lo despedían por su falta de compromiso y de responsabilidad. En un par de ocasiones mi padre logró sacarlo de la cárcel. El delito era los constantes pleitos y problemas de sus relaciones amorosas con sus “novios”.
Después que falleció mi padre, Guillermo estaba en muy malas condiciones económicas y le pedí al padre de mis hijos que le diera trabajo. Un par de años trabajó cuidando una obra del gobierno, se encargaba de anotar a los albañiles que trabajaban en la obra y de los materiales que ingresaban. Estaba muy agradecido conmigo. Fue la manera de que tuviera prestaciones y servicio médico, hasta que falleció.
Rosa Chávez Cárdenas
www.rosachavez.com.mx
(Foto: Ruinas Telcamapana-Alberto Osorio)