Por Raúl de la Cruz
Confieso que cuando platiqué con mi amigo Alfredo Villa Mejía, nadador internacional, me asaltaron una serie de reflexiones en torno a quienes practicamos la natación en aguas abiertas. En ese contexto el sábado 23 de febrero del 2024 participé en el Séptimo Evento de Aguas Abiertas en Matanchen, Nayarit. Me inscribí en la categoría 65 a 68 años con recorrido de un kilómetro.
Mirar hacia el horizonte en la preciosa playa de siete kilómetros de Matanchen al mar abierto impresiona a cualquiera, pero lo más esplendoroso es compartir con una gran cantidad de nadadores. Asisten niñas y niños, jóvenes de todas las edades, señoras y señores y adultos mayores en tres recorridos: seis, tres y medio y un kilómetro. Los organizadores nos separan por el color de las gorras. Las salidas son espectaculares porque observas una cascada de brazadas maravillosas. Hasta que se pierden en la inmensidad del agua salada.
Nuestra competencia estaba programada al último. Previo me llegó una gran adrenalina. Por mi mente pasaban una gran cantidad de imágenes en tanto que me cuidaba de los Jejenes, mosquitos de la zona bastante enfadosos, aunque me preocupaba la estrategia que iba a implementar según el plan de mi instructor Miguel Ávalos.
La salida la iba a realizar reservada, dejar que fluyeran los competidores. Cuando me alcanzaron las primeras mujeres entonces comencé a brasear con mayor intensidad sin llegar a lo máximo. Pasé la primera boya sin mayor problema. Estimo que eran cerca de 800 metros según mi GPS. Me lancé sobre la segunda boya que mientras levantaba la cabeza la veía muy lejana.
Entonces, nadé con mayor vigor y comencé a rebasar competidores. Me preocupaban las malaguas, las corrientes y las olas altas. Cerca de llegar a la segunda boya un oleaje me hizo tragar unos buches de agua. Salada por supuesto. Llegué y le di la vuelta con rumbo a la meta.
Unos metros adelante a mi derecha se me pegó una jovencita, después de di cuenta era canadiense, como unos cien metros nadamos parejo, pero faltando unos trecientos metros me lancé con todo y la dejé. Entregué lo máximo, llegué sobrado a la meta. Toqué mi chip. Y me lancé a la orilla. Al salir chequé mi tiempo y vi que había recorrido dos kilómetros en 47 minutos.
Al llegar noté que la gente aplaudía a los nadadores. Debo admitir que los tritones somos muy solidarios. Reí porque no me sentí cansado. La entrevista con mi amigo periodista Martín Carrazco y a la rehidratación. Ya chingué, pensé. Misión cumplida.
Porque muchos no saben que al margen de la posición en que terminas el principal reto es mejorar tu tiempo independientemente de la cantidad de los competidores en tu categoría.
Me sentí satisfecho porque en relación a mi competencia anterior había bajado mi tiempo en seis minutos. Estoy en el podio, seguramente, pensé.
Recordé los días de entrenamiento. Los consejos de mis instructores de la Alberca Olímpica de la Universidad de Guadalajara y el apoyo de mis superiores.