A propósito del día del padre

A propósito del día del padre

Josefina Reyes Quintanar

Foto: Especial

Cada año, aquí en México va aumentando el auge para celebrar esta fecha; sin embargo, es más bien utilizada para recordar a todos aquellos padres deudores, irresponsables y desentendidos de sus crías. En este país hay más de 26 millones de hijos sin padre. En 40% de los hogares mexicanos el papá se fue por cigarros y nunca más se hizo presente. Como diría Alma Delia Murillo en su obra La cabeza de mi padre “Todos somos hijos de Pedro Páramo. Todos fuimos abandonados por él y somos su hijo, Juan Preciado, buscándolo”.

Después de la década de los años 70’s las mujeres empiezan a ganar autonomía, y es el momento en que comienzan a precisarse las inquietudes sociales en relación a la paternidad. Más que buscar el hilo histórico al concepto me gustaría hablar de dos libros que vienen al caso, contrarios ellos en opiniones respecto al padre.

Carta al padre, nunca publicada en vida, es una obra de Franz Kafka escrita en 1919. Franz despliega en ella todos su temores, desazones y reclamos hacia un padre al que temió durante toda su vida. Es su oportunidad de expresarle toda su inconformidad en la manera en que fue educado, en todos los reproches que el padre le hizo respecto a sus amistades y relaciones. En ella, presenta la figura paterna versus su propia persona, que minimiza en todo aspecto frente a su padre.  Pero lo más interesante de todo es como una correspondencia entre padre e hijo, se convierte en un proyecto literario, que tuvo una influencia importante en los psicoanalistas y existencialistas; incluso fue tema de estudio para Freud. Al final de la carta, Kafka prepara lo que sería la respuesta que daría su padre, pero escrita por él mismo. ¿Hasta qué punto es culpable el padre de Kafka en su vida? Llega al extremo de acusarlo de sus fracasos en matrimonio, trabajo, personalidad y prácticamente toda su vida. Júzguelo usted mismo.

Por otro lado, tenemos Las cartas de Lord Chesterfield a su hijo, obra que originariamente tampoco era su destino el ser publicada, pero que llegó hasta nuestros días como ejemplo de educación en la Inglaterra del siglo XVIII. En ellas el lord enseña un breviario de cortesía, urbanidad y de buenas maneras, que van desde el cómo vestir bien, tratar a los superiores e inferiores y hasta el modo de asearse. Tampoco es un ejemplo de paternidad, ya que Lord Chesterfield fue un padre ausente. En 1732 tuvo a su hijo con una dama francesa con la que nunca se casó; y aunque terminó con una condesa de su nacionalidad, procuró darle una educación a su hijo, internándolo en una escuela de prestigio y manteniendo la correspondencia que ahora conocemos. No hubo mucho eco en sus enseñanzas, ya que su hijo murió antes que él y ¡Oh decepción!, se había casado con una mujer de origen humilde con la que ya tenía dos hijos, Lord Chesterfield se quedó con las ganas de un brillante matrimonio para su hijo. Por supuesto que esta obra va mucho más allá en temas políticos y un retrato exacto de su época.

Actualmente la cuestión de deudores de pensión alimentaria ha endurecido los castigos, por ley, hacia los padres ausentes, negando trámites de licencia de conducir, pasaporte, adquirir propiedades y hasta pisar la cárcel algunos años. Sé que no es el caso de muchos. Para los que se esfuerzan todos los días por ser un buen padre; para los que ya no están, pero se les recuerda como “el mejor papá del mundo”; mis respetos y felicidades.