Jean Baudrillard: Del arte contemporáneo, la desilusión y la banalidad estética
Silvia Patricia Arias Abad
El filósofo y sociólogo Jean Baudrillard (1929-2007) elabora una crítica al arte contemporáneo, aunque no es precisamente el arte el objeto de su análisis, sino la condición humana que genera la banalización de los valores estéticos en la sociedad actual. Considera que el arte contemporáneo es decadente. Y es decadente porque el arte no es otra cosa que el reflejo del lugar donde la obra se ha generado. Por tanto, si se vive en una sociedad que se regocija con sus propios desechos, la obra que se producirá tendrá la misma tónica. El arte se convirtió en imagen donde no hay ya nada que ver.
En su texto: “El Complot del Arte. Ilusión y desilusión estéticas” (2oo5), Baudrillard elabora una contundente crítica sobre cómo el arte ha perdido su capacidad de ser revolucionario o subversivo. La ilusión de la subversión en el arte se ha perdido, lo que ha producido una crisis en su identidad, originada entre otras cosas, por la integración del arte al mercado de consumo, el arte como mercancía extremadamente sobrevalorada. La gran ilusión estética hace mucho que se convirtió en desilusión. El arte está agotado. La ilusión fue destruida por la “simulación”, el simulacro lleva al exterminio de la ilusión consolidando así la desilusión la cual aniquila la realidad, provocando una contradicción entre el arte y la estética, una “hiperrealidad”. Pero ¿puede el arte mantener su poder subversivo en una era de hiperrealidad?, ¿en una era donde la realidad y el arte se funden? La respuesta es no.
En la hiperrealidad las representaciones de la realidad se han vuelto más reales que la realidad misma. Es por esto, que en un entorno donde la simulación domina, el arte debe encontrar relevancia, dejando atrás el intento de imitar la realidad que lo único que ha hecho es convertir al arte en algo redundante, vacío, desilusionante, en una banalidad estética.
La crítica elaborada por Baudrillard en “El Complot del Arte”, refiere en una de las partes iniciales, a un ejemplo en el ámbito de la cinematografía la cual titula “la ilusión cinematográfica perdida”, donde pone de manifiesto cómo mientras más nos acercamos a la perfección realista de la imagen, más se pierde su potencia de ilusión. Baudrillard lo refiere así con un ejemplo en la pornografía: “El porno, al agregar una dimensión a la imagen del sexo, le quita una a la dimensión del deseo y descalifica cualquier ilusión seductora”, consiste por tanto en una “des-imaginación de la imagen”. La alta definición nos lleva cada vez más a “la perfección inútil de la imagen”, la capacidad de reproducir la realidad con mayor fidelidad nos aleja de ella. Hoy en día, el uso de la Inteligencia Artificial en los ámbitos de la creación artística y el diseño de imágenes nos debe llevar a cuestionamientos sobre este desencanto estético.
Otro tanto sucede con la virtualidad (la orgía de las imágenes), al ser la imagen una abstracción del mundo en dos dimensiones quita una dimensión al mundo real potenciando así, la ilusión. “La virtualidad al hacernos entrar en la imagen, al recrear una imagen realista de las tres dimensiones (agregando incluso una especie de cuarta dimensión a lo real para volverlo hiperreal), destruye esa ilusión…” Al destruirse la ilusión, el arte se convierte en una banalidad: “El arte en su conjunto no es más que el metalenguaje de la banalidad”. La banalidad ha ingresado a las costumbres, y con ello la distorsión mediática, un crimen en el que todo el mundo es cómplice de este complot.
El proceso de banalización estética se conjunta con el simulacro, la simulación. Baudrillard hace referencia al estereotipo de la simulación: Andy Warhol (la introducción al fetichismo) y sus sopas Campbell’s, la simulación estalla y se genera el arte-mercancía, el “genio maligno de la mercancía” suscita a “el genio de la simulación”. Con Warhol y Duchamp la banalidad se volvió estética. Al ser absorbido por las leyes del mercado, el arte contemporáneo se convierte simplemente en objeto de consumo. Se debe buscar nuevos caminos: llevar al arte fuera de las fuerzas del capitalismo y la cultura de masas, pero ¿es posible escapar de las garras del mercado y rescatar su integridad crítica? Hay que posicionar al arte fuera de la simulación, recuperar el interés por la imagen mítica de la realidad, aquí Baudrillard deja ver una nostalgia por el arte generador de ilusión, aunque él haya defendido lo contrario.
Es imprescindible un arte que mantenga una postura crítica, que trascienda la hiperrealidad de consumo y la simulación, es necesaria la búsqueda de un arte que ofrezca verdaderas alternativas a este contexto. Para Baudrillard el arte ya no representa un logro social o un sentimiento espiritual, sino se ha convertido en un ego comercial que reduce y nulifica las aptitudes y el virtuosismo manipulado por las necesidades del mercado, el espectáculo y la simulación. Observamos entonces, la desilusión estética contemporánea en su máxima expresión, y con ello, el deterioro de la sensibilidad estética del ser humano, denigrándolo.
En una sociedad repleta de pantallas, imágenes vacuas y superficiales, donde se muestra todo sin pudor, dejando casi nada a la reflexión, donde ya no queda algo por descubrir, donde se ha perdido la ilusión estética porque ya no hay cabida para el secreto ni para el develamiento de lo oculto, la ilusión estética culmina en la obscenidad estética, nulificando a su vez todo deseo. Parece entonces pertinente revisar a la luz de la actualidad, la crítica que realiza Jean Baudrillard y que nos invita a cuestionar el papel del arte, su futuro y su capacidad para provocar cambios y reflexiones en un mundo avasallado por la hiperrealidad. Hacer que el arte encuentre su trascendencia basada en valores estéticos que lo sustenten, alejándose cada vez más de la banalidad…