José Revueltas y la crítica
Pseudo Longino
José Revueltas ya era un autor muy conocido cuando participó en el movimiento estudiantil de 1968, como una especie de guía ideológico. Tenía más de cincuenta cuando compartió trincheras con los jóvenes.
Estuvo preso en Lecumberri, por su activismo. Ahí siguió escribiendo, sin pausa. Algunos de sus textos de esa época se reúnen en el volumen Dialéctica de la conciencia de la edición de sus obras completas.
Es una recopilación de “apuntes” y ensayos, en la que el filósofo analiza el concepto de “enajenación” o “alienación”, con evidente influencia hegeliana. Toma como punto de partida la definición de ser humano de Marx: “El hombre es el conjunto de los hombres”, lo que significa que el ser humano individual está determinado por el contexto social (no de manera unilateral o mecánica).
Como “producto de su producto”, el ser humano enfrenta la enajenación. Es el resultado de la dialéctica entre él mismo y su obra, pensando sobre todo en el ser genérico. Lo que él hace se le enfrenta como determinante. Lo que produce lo produce a él.
Eso lo vivimos todos en nuestras ciudades. La gran obra humana de las calles congestionadas se nos enfrenta como algo hostil. Nos sentimos ajenos en nuestros empleos, que parecen usarnos y desecharnos. Los edificios gubernamentales se convierten en laberintos de trámites y papeleo. Nuestro producto nos determina y nos obliga a adaptarnos.
Otro de los temas recurrentes en ese volumen filosófico es el del estalinismo, al que Revueltas se opuso de manera tajante. Se acercó al trotskismo y apoyó, por ejemplo, a los marxistas polacos Jacek Kuroń y Modzelewski, que publicaron en 1964 una extensa “Carta abierta”, en la que expusieron el dominio burocrático del Partido Obrero Unificado Polaco, alineado a Moscú.
En una época en la que muchos marxistas y activistas de izquierda optaron por el silencio para no ser tachados de colaborar con la reacción, con el imperio estadounidense, con la burguesía o las oligarquías, el filósofo mexicano fue fiel al espíritu crítico y no dudó en usar su pluma para expresarse sin tapujos sobre lo que consideraba una deformación del socialismo.
Revueltas era un marxista original, que cargó contra el “marxismo vulgar” o “mecánico”, por no ser genuinamente dialéctico ni, en consecuencia, revolucionario. En eso podríamos compararlo con otros dos filósofos, como Adolfo Sánchez Vázquez y Bolívar Echeverría. Ambos, a su manera, con sus propios intereses intelectuales y métodos, también practicaron esa crítica interna desde los postulados marxistas.
Revueltas asumió con orgullo el calificativo de “reformista” (que los estalinistas adjudicaban a los marxistas no lineales) pues veía en Marx mismo la actitud del que, fuera de dogmas, pone en cuestión la teoría y la reformula.
Olvidado y recordado por turnos, según cada generación y cada época, José Revueltas sigue ahí, con una obra literaria de gran calidad y un pensamiento político comprometido. Fue socialista hasta el final y siguió convencido de que había que seguir luchando por la transformación revolucionaria.