Jaloneos por la soberanía

Jaloneos por la soberanía

Juan M. Negrete

La semana pasada tuvimos, como decían los antiguos, empedrado el camino del infierno. Apenas entornamos postigos para meternos de fisgones. Pero el espacio nos ajustó sólo para referirnos a los exabruptos del ahora capitán Marcos, de todos conocido. Del injerencismo gringo también íbamos a hablar, pero se nos agotó el espacio. Ahora lo haremos. Pero montemos una breve diversión otra vez.

Al correr la cortina para volver a mirar al buen Marcos, de inmediato genera prurito en muchos y hasta urticaria en otros. De las variadas opiniones que llegaron a la mesa de este redactor, resaltamos la de un buen amigo que parece ser interesante. Se refiere a precisiones cronológicas sobre este personaje. Van pues estos detalles a la luz, para su registro de quien lo desee:

  • El 1° de enero de 1994 nació públicamente el Subcomandante Insurgente Marcos.
  • Habría que agregar que Durito nació el 10 de abril de ese mismo año.
  • El 24 de mayo de 2014 murió el Subcomandante Marcos y nació para la posteridad el subcomandante Galeano.
  • Luego más recientemente, el 29 de octubre de 2023 murió el subcomandante Galeano y nació el Capitán Insurgente Marcos.
  • Hay que decir también que en ese trayecto Ernesto Zedillo, expresidente de México, desenmascaró al Subcomandante Marcos. Fue el 9 de febrero de 1995 cuando dijo que en realidad era Rafael Sebastián Guillén Vicente, originario de Tampico de una familia acomodada y luego maestro de la Universidad Autónoma Metropolitana en la Ciudad de México.

Hasta aquí las precisiones, que se agradecen por supuesto. Brincando a otro tema, también álgido, habrá que pasarle la lupa a esto de las desangeladas apariciones en público de los embajadores gringos en nuestro país, que siempre terminan regando el tepache.

Todos los países reciben y se envían entre sí representantes y plenipotenciarios, para que se hagan cargo de las transas y los negocios de sus connacionales en el otro territorio. Para las balumbas internas, los países tienen sus tribunales en los que dirimen sus diferencias. Pero los negocios han trastumbado fronteras. Se deben ventilar estas diferencias de algún modo. Para eso se crearon estas oficinas extraterritoriales, por llamarles de algún modo.

Habíamos estado acostumbrados a que el carácter de estos funcionarios era fundamentalmente diplomático. Al grado de que hasta a una persona fina, cortés y que no altera la nota, le llamamos diplomático, por su conducta tan civilizada. Así suponemos que son todos los embajadores y cónsules de cualquier país, pues se trata de buscar arreglos y dirimir pleitos. El axioma de estas personalidades, si no se aplica puntualmente, les vendría como anillo al dedo con lo de que: vale más un buen arreglo que un buen pleito.

Por eso nos admira, o extraña más bien, que sea un diplomático el que desencadene las hostilidades. Lo mismo resulta sorprendente que personajes dedicados a estas tareas tomen partido abierto y se fanaticen con una u otro de los bandos en litigio. De donde se espera que broten los hilos de la paz, se reparten las ligas de la guerra. Y si esto no es incongruencia, que nos digan entonces de qué se trata.

La historia de nuestra relación con los vecinos norteños nos ha enseñado hasta el cansancio que los gringuitos no son nada modositos. Siempre están buscando la ventaja y en cuanto se puede se quedan con la parte del león. Dicen que es una directriz vieja, que data de doscientos años, con el lema de su presidente de apellido Monroe, cuya doctrina vino a ser luego la conducta persistente de todos sus gobiernos: América para los americanos. Ajá. Pero en el reparto, sólo ellos, los bolillos, son los americanos. Todos los demás, que habitamos el continente americano, hemos de ser marcianos o extragalácticos.

Meternos a la discusión de las honduras del colonialismo, nos llevaría a revisar en serio los cañamazos de la conducta de los europeos, no sólo en nuestro continente, sino en todo el resto del planeta. En otras regiones los han expulsado con pitos destemplados. Bastaría mencionar la conducta de los chinos o de los hindúes para con estos señores europeos, que fueron a aquellas tierras por lana y volvieron trasquilados.

Donde sí les han funcionado estas monsergas es en el continente africano, con los países del medio oriente y en nuestro aterido subcontinente latinoamericano. Los mexicanos pertenecemos a este último grupo mencionado de países y casi no pasa día en que no se nos reediten espectáculos tan denigrantes de intromisión, en los que los gabachos tiran la línea y los paisanos nos disponemos a obedecer sus dictados a pie juntillas. Que tal conducta sea, por parte de ellos, una violación permanente a nuestras soberanías les tiene totalmente sin cuidado. Ya lo hemos experimentado cientos de veces. Y no se cansan. De manera que el sainete del señor de la tejanita no vino a ser sino una mancha más del tigre. Aunque, siempre refraneando, habría que decir que no tiene la culpa el indio, sino el que lo hace compadre. ¿Nos quedará claro así, o queremos más sopita gringa?