La poesía lírica de los demiurgos griegos
Iván de Jesús Tornero Rodríguez
Heráclito y Jenófanes se parecen demasiado en su crítica demoledora a la tradición helena. En Arquíloco el honor épico de los combatientes es duramente burlado, pues es preferible salvar el pellejo a morir en el campo de batalla, cosa impensable en Homero. Con Anacreonte la riqueza, la codicia de bienes, la avaricia, como elemento corrosivo para los valores vitales clave, igualmente son percibidos que por Píndaro. Pero mientras que para éste lo deseable corrompido por la avaricia es la time, el viejo sentido del honor eupátrida, para Anacreonte los grandes valores contra los que atenta la gula del oro es el amor.
La propuesta, después de la demoledora crítica, viene a plasmar otro aire diferente a la guerra, el coraje, el valor, la embriaguez, el poder y el oro. Para Mimnermo la juventud es oro, pues durante este período de la vida florece el amor, el vigor y las ilusiones. Es pesimista en torno a la vejez. En él se manifiesta con toda fuerza una concepción antropológica novedosa y distinta, que luego se convertirá en premisa ética fundamental de todo el hedonismo griego y aún de toda concepción positiva del ser humano. Sócrates retomará este principio de la bondad natural del hombre y construirá con él todo un edificio moral, que conocerá largas disquisiciones ulteriores.
En Alceo, el sentido patriótico ya no es morir por la patria, es permanecer en ella para gozar los placeres del vino y el amor. Vivir y beber son artes básicos y últimos de la vida misma. En la esfera política, una de las más importantes para Alceo, la ciudad la hace los hombres útiles. ¡Fuera todo elitismo, fueros y privilegios! Tales falsas prebendas deben ser desterradas. Si la sangre, como factor de clase social, ha sido abatido, la riqueza tampoco puede seguir siendo un criterio de señalamiento social.
La riqueza o la pobreza ya no se ponderan en función de un hombre o de un individuo, sino para toda la ciudad. Habrá que cuidar que estos males no azoten a todos, pues la pobreza es un mal social, que en gran parte se debe a los tiranos, por no saber manejar el poder político y entregarse a pasiones humanas, demasiado humanas, dirá después Nietzsche.
Dejaremos aquí esta somera revisión, para ocuparnos en el cierre en invitar a la gran poetisa Safo de Lesbos, de la cual se desprende, como primer anuncio, el majestuoso mundo tan propio de la mujer y que en nuestros días nimba este renglón novedoso que vamos conociendo como el feminismo en la vida de los hombres. Ya vendremos a degustar este pastel literario tan sabroso.