Galimatías del poder judicial

Galimatías del poder judicial

Juan M. Negrete

Hemos estado viviendo farsas, sainetes y charlotadas sin cuento y que parecen no tener acabo. Los vemos y soportamos un día sí y el otro también, como dicen los que saben, sin solución de continuidad. Por supuesto que en la calle y en el resto del país la vida sigue. Pero todas esas funciones que tienen lugar en los congresos y en los tribunales, lo que uno suponía que eran las casas de la decencia, nos descomponen el cuadro a todos y tenemos que revirar los reflectores para verlo bien a bien y de a cerquita.

El asunto empezó y tiene como nuez central de las disputas con el hecho de que se aprobó, en las instancias pertinentes y en los procesos que se han de cubrir para ello, que los puestos del poder judicial ya no sean más designaciones de otros funcionarios, sino que se atengan al veredicto popular. O sea, que sean llevados a las urnas y que le entremos todos los ciudadanos a elegirlos, como hacemos tanto con los poderes ejecutivo y legislativo. Es una medida de suelo parejo para todas las instancias del poder en el país. Es lo que está acordado y en tales dinámicas estamos metidos.

Pero casi de inmediato a esta decisión legislativa, tomada en serio también por el poder ejecutivo, vino a ser combatida por el poder judicial. De hecho, se levantaron las quejas e inconformidades desde antes de que se lograra su aprobación legal. Lo escenificaron quienes dicen que van a salir afectados frente a los que estaban dando los pasos para aprobar tal ley. La toma del senado es un dato ya plasmado en nuestras bitácoras. Pero vino a ser un episodio al que podemos catalogar como mero antecedente. Lo duro ha venido enseguida. Pasemos a revisarle a estos pasos algunas inconsistencias y desfiguros, con que se apunta a que han perdido la vertical.

Primera medida de fuerza vino a ser el paro que estableció ya en todo el país el grueso de los trabajadores del poder judicial. Aquí sopesamos en todo su esplendor lo primero que hemos de señalar como galimatías. De acuerdo en que el personal que labora en los tribunales visibilice la medida a implantarse como lesiva a sus intereses y de acuerdo también en que recurran a una de nuestras medidas laborales favoritas, como lo son las huelgas y los paros. Pero ¿cómo está eso de que estuvieron en paro y siguieron cobrando? O sea que lo duro y tupido del proceso de huelga a estos paristas no les dañó ni con el pétalo de una rosa.

Es costumbre, dentro de la solidaridad sindical, que cuando un gremio de trabajadores decide enfrentar las arbitrariedades de la patronal y recurre al recurso extremo de la huelga, como ese mismo día se suspenden sus emolumentos pues no están entrando a trabajar, de los gremios hermanos vienen las bolsas de apoyo para que puedan los paristas sostener su lucha. La conocemos como solidaridad gremial. En este paro tan singular no hubo necesidad de clamar ante la clase trabajadora por la dislocación a sufrir, porque los paristas siguieron cobrando.

¿Y luego? ¿Fue en serio la huelga o era de a mentiritas? Guardando las proporciones precisas, este acontecimiento se pareció mucho a la farsa que nos endilgó el Chorejas, Carlos Salinas de Gortari, cuando, para protestar por el famoso error de diciembre en contra de Zedillo, se puso también en huelga de hambre, con la modalidad de que la observó nada más entre comidas. Así de chuscos se vieron los del poder judicial con su huelguita pasada.

Otro embeleco con el que nos juegan el dedo a todos los paisanos de a pie, se lo debemos a los señores ministros de la suprema corta (SCJN). Ocho de ellos que componen la mayoría calificada de los once que son, por supuesto que están en oposición total a que se les reforme su poder y los ponga a trabajar como lo hacemos todos los demás mexicanos. Como la elección que viene será en junio del año próximo y sus puestos están en la mesa para que se inscriban quienes puedan hacerlo como candidatos, estos ministros señalados se pusieron dignos y dijeron que declinan a participar.

Hasta ahí está bien el asunto. Pero luego, los ocho, en paquete fraternal, dijeron a coro que renuncian a sus puestos. Y otra vez quedamos obnubilados todos los espectadores de a pie. ¿Cómo está eso de que renuncian, pero siguen trabajando? Renuncian ahora, nos dicen los que saben, pero tal notificación surtirá efectos hasta en agosto del próximo año, una vez que los nuevos ministros electos entren a suplir a esta mesa. La neta que se trata de un juego muy extraño o propio de marcianos.

¿Renuncio, pero sigo en el puesto? ¿Pues qué clase de enredos son éstos? ¿O se trata de meros trucos para seguir cobrando, dado que la tajada por el puesto es pingüe, al grado de irrenunciable? Pero si es irrenunciable el salario y éste depende del puesto ¿a qué es a lo que están renunciando? Otra vez perdemos el piso, si comparamos estas barrabasadas con las actividades a que estamos sujetos todos y que tenemos más que experimentadas.

Pero la que se voló la barda, en toda esta batea de babas, vino a ser la juececita que le ordenó a la señora Claudia, nuestra actual titular del poder ejecutivo federal, que borre del diario oficial de la federación el edicto de la reforma judicial o que, si desacata su orden, la mete al bote. No pos sí. Hasta parece un juego infantil, de verdad. Igual podría haberle ordenado que borre el edicto de la expropiación petrolera, editada en 1938 por el Tata Lázaro, al fin que estamos en la kermés o en el carnaval de los togados y ya vimos que no se miden en sus mamotretos. En fin. Hay mucha tela de dónde cortar.