Divagando sobre la muerte

Divagando sobre la muerte

Josefina Reyes Quintanar

Momento de la verdad absoluta, breve instante en que dos dimensiones se unen para mostrarnos el significado de la existencia. El sueño eterno, el thanatos griego, hijo de la Nix, la noche. Ese evento que, aunque no esperamos es inevitable su llegada, impensable vivir la muerte ya que cuando existimos la muerte no existe y cuando ésta llega es la clara señal de que ya no existimos. La amenaza que nos persigue toda la vida, que solemos ignorar la mayor parte del tiempo, pero conforme avanza nuestro deterioro físico, la vamos considerando cada día como una realidad. Entendida por algunos como un fin, entendida por otros como la iniciación de otro ciclo de vida o quizá como una posibilidad de existencia en otros planos cósmicos. Inexorable destino de todo ser.

Para Platón era nada más y nada menos que la separación del alma del cuerpo, siendo esto un bien para el alma ya que ejerce mejor su actividad sin las ataduras físicas. O como decía Heidegger, la muerte es la posible imposibilidad de la existencia. Diferentes culturas manejan el problema de la muerte de distinta manera. En Occidente, tiene lugar en un contexto social, la naturaleza de los rituales funerarios, el llevar luto y el superar el duelo. Entre los más civilizados se convierte en un tema tabú, entre otros, no menos civilizados, es una celebración, una fiesta nacional. En Oriente, podríamos calificar a la muerte desde un punto de vista religioso, donde las creencias del hinduismo o el budismo la hacen ver como una parte más de la cotidianidad. Para ellos es una transición entre una existencia y otra, como un nuevo ciclo de vida en la reencarnación.

Sin duda, la muerte es un acontecimiento que ha inquietado a los seres humanos históricamente, y esa inquietud ha sido la aceptación y atenuación para promover la celebración de costumbres funerarias. Se ha convertido en un símbolo importante en la antropología, para encontrar una función entre el equilibrio individual y social de los humanos. De ahí surgieron los velorios, los rezos, el entierro, las momificaciones, las cremaciones, la edificación de monumentos (ahí tienen la gran tumba del Taj Mahal) y diversos sacrificios de animales y humanos. Toda esta simbología creada para la búsqueda de la vida eterna y mitigar el dolor que la muerte trae consigo.

Es imposible no hacer mención de la presencia de la muerte en México cada 2 de noviembre, donde se honra a todos aquellos que ya experimentaron este gran acontecimiento. Distinguida como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad. Aunque esta festividad se celebra principalmente en México, está presente en varios países latinoamericanos, sobre todo en aquellos donde es fuerte la presencia indígena. Resultado de la mezcla entre las costumbres prehispánicas y las celebraciones católicas, es parte del sincretismo que nos caracteriza. Fecha en que nos llenamos de ofrendas, calaveritas de azúcar, pan de muerto, flores de cempaxúchitl, papel picado y platillos tradicionales.

Finalmente, la muerte es nuestro destino irremediable, es la etapa en que toda existencia conforma el horizonte natural del ciclo vital. Si bien es cierto que esta amenaza de ser alcanzados por este destino nos suele atormentar y preocupar a todos por igual, es parte de nuestras reflexiones y nos lleva a plantear ciertas interrogantes como ¿habrá una existencia más allá de la terrenal? O ¿Es el fin irreversible del ser? ¿Me ayudaría en algo conocer el momento en que llegará mi final? ¿Seguiría con la vida que llevo hasta el momento, si supiera cuando “me va a tocar”?