La cococha (cuento) / V

LA COCOCHA (un cuento largo en diez historias menudas)

[Este relato contiene diez historias amorosas. Se irá publicando cada una de ellas por orden de aparición del relator. Pueden leerse de manera independiente]

Mel Toro

5.- Quinta historia:

Chamos es el vaquero más joven del grupo. Urgido por Carlos a narrar su historia, toma la voz:

_ “Mi abuelo platicaba de una pareja que terminó mal. Según eso, como siempre pasa con los papás delicados, no los dejaban verse para platicar juntos. Estaban muchachitos. Se miraban a escondidas y, como no se encontraban a su gusto, él le propuso fugarse y ella aceptó. Se fugaron una nochecita fría de ésas de diciembre, en las que el viento parece que le corta a uno los dedos o la nariz. Y éstos, chiquillos e inexpertos, se pelaron nomás con la ropita que traían puesta. Estaban chiquillos y tampoco tenían dinero, para nada, ni para comer, ni para viajar, menos para ropa.

Caminaron – sigue diciendo -, cortaron hacia el cerro por unos atajos que él conocía bien. Salieron a la carretera. En el camino se han de haber abrazado y besado y todo lo demás, si su fin era esconderse de la familia e irse lejos, para hacerse el amor cuantas veces quisieran. Eso se imagina uno de muchacho que es la vida de los adultos. Pero no sabemos. Lo que me contó mi viejito fue que en la carretera corrieron con suerte y un chofer de un torton se paró y les dio raite. Cerraditas las ventanas de la caseta se les empezó a quitar el frío. Puso el galán a la muchachita en medio. Y ésta se le recargaba en el pecho, adormilada, sintiéndose bien segura con su machito. Así viajaron buena parte de la noche.

Por el camino el muchacho, que no dormía, le iba platicando al trailero los detalles del rapto. Todo le contó: que los papás se oponían a que ellos se vieran, que se miraban a escondidas y más cosas. Y como se querían mucho, decidieron irse juntos a vivir al otro lado. Ése era su viaje. Querían alcanzar la frontera y pasarse para allá, donde tenían parientes y verían la forma de acomodarse. La muchachita dormitaba. De cuando en cuando abría los ojos y a todo asentía. Bien bonita ella y jovencita, apenas de unos quince años. Como era de noche, alternaban ratos de buen silencio con otros de plática lenta, para no dormirse.

Ya de madrugada y como no habían cenado, el trailero les ofreció llegar a una fondita a comerse un taco. Claramente vio que la parejita de tórtolos no traía dinero y les invitó a echarse un tentempié. Calmada el hambre, vieron una ordeña en unos corrales, al fondo de un potrero. Estaba separada de la carretera, como a medio kilómetro. Los muchachos eran rancheros. Se les antojó un pajarete. Él preguntó al chofer que si no le quitaba mucho tiempo para ir por uno. El chofer concedió. El chiquillo la invitó a que fueran a tomárselo. Pero ella alegó que tenía frío, que mejor se lo trajera. Ganoso él de quedar bien con ella, se fue solo hasta la ordeña.

En cuanto llegó a la ordeña, volvió el rostro sorprendido y espantado. El camión arrancó sin él, llevándose a su tesorito recién raptado. Chifló, gritó, corrió de regreso, con ánimo de alcanzarlos. Se lo madrugó el chofer. No supo mi abuelito qué fin tuvieron ni la muchacha, ni el raptor. Dijo que simplemente ya no se supo nunca de ellos, ni se ha sabido nada después. Es todo.

[Continuará…]