Carta del lector

Carta del lector

Comentario sobre el artículo Arbitrio y Arbitraje médico:

En lo general se puede decir que la medicina “científica” es un área de la vida social que se mueve según la lógica del mercado y. por ende, la empatía del médico con el paciente no es un requisito y el enfermo se convierte en un cliente.

El otro día escuché en radio UDG a un médico que trabaja en medicina paliativa del hospital Civil presentando un libro acerca de esta línea de la salud, decir que en la currícula de la carrera de medicina se eliminó la asignatura referente a la empatía que el buen médico debía tener con el paciente, aludiendo como motivo el hecho de que esa “empatía” daña la salud del médico. El médico, pues, no requiere de ese elemento posiblemente “terapéutico” en la consulta.

Esa liberación de la empatía por parte del médico decía el presentador del libro, deja la salud en manos del mercado.

Yo creo, por mi experiencia como paciente y por otros casos, que no se puede generalizar el comportamiento de los médicos respecto al interés que muestran ante el compromiso que sienten por lograr la salud de sus pacientes. Hay médicos que reciben su compensación en lograr la salud de los enfermos que atienden, y hay otros, tanto en lo particular como en hospitales públicos, que su interés lo ponen en la remuneración económica, aunque hayan hecho juramento hipocrático.

Viendo el asunto desde la lógica de la historia del desarrollo del capitalismo y su legitimación en la filosofía del liberalismo no hay de qué extrañarse porque el área social de la salud sea un campo excelente del mercado. Dios es omnipresente y se llama Mercancía.

José Luis Pardo Ruiz

 

Inventario:

Decía de inventariar el devenir y si, en base a las huellas intelectuales que se dejan, se puede trazar el derrotero de hacia dónde se va, esto vaya cómo autocrítica a lo inflexible que puede ser nuestra bitácora de vida. Bueno cada quien con sus abstracciones

derivadas de experiencias cognitivas; también para no dejar a Joselo sin cerrar el ciclo de la comunicación.

Los encuentros y desencuentros, respecto a un universo de temas, son la constante en el diálogo circular, hay frustración al no coincidir en la lucha práctica-intelectual, pero se subsana con los propósitos que subyacen en la comunidad progresista, así 70os’. A ver si no me manche y a otra cosa: regar plantas, saludos😁😁👍

Salvador Terríquez

 

Por el día del maestro:

El maestro como laberinto de espejos, una reflexión borgeana:

El maestro no enseña, evoca. Como en los espejos infinitos que tanto fascinaban a Borges, su palabra rebota en las mentes de sus alumnos, pero cada reflejo devuelve una imagen distinta. El verdadero maestro no transmite verdades, sino que las disemina como migas de pan en un bosque infinito donde cada alumno construye su propio sendero.

El aula es un Aleph: ese punto donde se condensan todos los saberes posibles, pero que sólo se revela en fragmentos. Y el maestro, lejos de ser un oráculo, es apenas un narrador ciego que sugiere rutas, que señala libros, que siembra dudas. No pretende que se le crea, sino que se le cuestione. Como Borges con sus ficciones, el maestro finge enseñar para que el otro aprenda a pensar.

En su labor cotidiana, el maestro habita el tiempo circular: cada generación repite preguntas que ya se formularon en otras épocas, y sin embargo, la respuesta siempre es nueva, porque cambia el contexto, cambia el que pregunta, cambia el que escucha. Educar es habitar un tiempo no lineal, donde los muertos conversan con los vivos a través de los textos, y el futuro se modela con los gestos más mínimos: una mirada, una palabra, una pausa.

Tal vez por eso, el maestro es —como diría Borges— “el otro”: una figura que se borra para que el otro sea. En su desaparición, radica su permanencia. No hay mayor acto de fe que enseñar: sembrar en una tierra ajena, sin la certeza de ver jamás la floración. Pero acaso ésa sea su gloria secreta: saberse parte de una cadena infinita de voces que, como en la Biblioteca de Babel, busca el sentido en el desorden, en la multiplicidad, en lo inabarcable.

Armando Martínez Moya