¿A qué les sabrá la comida?
Alfonszo Rubio Delgado
La humanidad a través de los siglos, ha tenido muchos líderes políticos y religiosos. Unos han obtenido el poder desde la democracia. Otros lo han tomado por asalto. Algunos más, alegando herencia divina. Otros lo heredan o se lo otorga la tradición. El caso es que el poder se otorga de formas bastante caprichosas. También existen aquellas que, con tal de alcanzar el poder, se basan en el engaño.
De ésta forma encontramos perfiles en el poder político, muy controversiales. Individuos con limitaciones que van más allá de lo sanamente aceptable. Sujetos a quienes, en cualesquier empresa productiva, les negarían incluso, la solicitud de empleo. Más aún, el dirigir la producción de bienes de cualquier tipo.
De esa manera tenemos el perfil dictatorial. Mismo que ha existido a lo largo de la historia. Se da desde las familias hasta los gobernantes. Han existido en los grandes imperios como el romano. Encarnado por tipos como Calígula o el propio Nerón. Tipos indolentes a quienes no les importa más que el poder político y económico. Mismos que manejan como una y la misma cosa.
Para lograr el objetivo, no les importa adoptar una serie de antivalores. Mismos que niegan ante la opinión pública pero que en el fondo es su forma natural de proceder. En la cúspide de sus respectivos mandatos, estos seres no escatiman recursos para permanecer en el poder. De forma disfrazada, eliminan a la oposición. Manipulan la opinión publica. Acaparan la opinión de los medios masivos. Manipulan la información pública. Niegan los hechos. Reparten el tesoro público, no por ser buenas gentes. Lo hacen para acallar voces que pudieran denunciar sus atropellos. También para adormecer la crítica y la falta de preferencia en las masas.
Aquellos tipos pretenden que la colectividad no se percate de sus tropelías. De su forma voraz de hacerse de recursos económicos de manera ilícita. De forma poco ortodoxa. De reunir cantidades exageradas de recursos. Mismos que, de otra forma y con salarios mínimos, no los reunirían ni en varias existencias.
La pregunta obligada en esta circunstancia sería: ¿A qué les sabrá la comida a esos despreciables sujetos? Aún teniendo a su disposición a los más grandes y mejores cocineros, ¿no les sabrá pastosa? ¿Sabrá igual de sabrosa como para aquel cuya convicción es que se ganó de forma honesta y legítima su vianda? ¿Podría un individuo como aquellos, presumir de haber saboreado la birria de El Grullo y su respectivo deleite? ¡Esto, sin que les sepa insípido, como supongo que les sabe, todo aquello que consumen!
¡Saludos amig@s!