PARA GLORIA REZA
Con el reportaje de Gloria Reza en Partidero del 5 de junio, en el que habitantes de San Pedro Itzicán y Mezcala del municipio de Poncitlán, hacen denuncia pública del daño que les genera el agua contaminada que consumen, con problemas de insuficiencia renal, generando muertes y costosos tratamientos de diálisis y hemodiálisis, nos queda una inquietante sensación de impotencia.
Desde las páginas de Proceso la periodista ha seguido las recurrentes y graves enfermedades que aquejan de hace varios años a habitantes de poblaciones ribereñas de Chapala. Si sumamos la problemática de esos poblados con los reportados en el río Santiago por los habitantes de la población de El Salto, nos daremos cuenta sin esfuerzo del grave problema que afecta no solamente a esta zona, sino probablemente a toda la Cuenca Lerma, Chapala, Santiago.
Para La Jornada en reportaje de Juan Carlos G. Partida del 4 de diciembre de 2017
, Jalisco es segundo lugar mundial en incidencia de padecimientos renales, atribuibles en su mayor parte a problemas de contaminación del agua de la zona Chapala-Santiago. Cerca de seis mil pacientes esperan donador. Por su parte la Comisión Estatal de Derechos Humanos pidió en 2008 declarar emergencia ecológica a la zona de la cuenca del río Santiago. El arsénico es uno de los elementos tóxicos localizados por las investigaciones.
Para la organización Colectivo Ecologista Jalisco, A.C., la norma oficial NOM-001 en materia de descargas es laxa y permisiva. En tanto que el Informador en nota del 24 de noviembre de 2017 afirma que mientras la PROFEPA cuestiona a Jalisco por las descargas contaminantes a la cuenca del río Santiago, la mitad de las plantas de tratamiento están sin servicio. De 90 plantas no sirven 56, afirma el medio.
Al mirar de cerca las poblaciones ribereñas de Chapala, nos damos cuenta de la gravedad del panorama que nos envuelve. En lo primero que pensamos es en la irresponsabilidad de los gobiernos que no han querido resolver un problema que se manifiesta cuando menos desde la década de los setenta. Pensamos sobre todo en el drama que viven las familias, ante la indiferencia de quienes tienen la obligación de intervenir y resolver, ya no digamos la atención inmediata de las consecuencias, sino frenar las causas que provocan el grave daño. Lo que solo es posible de interpretar como abandono de las entidades públicas en atención, además de permitir el crecimiento de un problema, que debió resolverse hace décadas y que afecta lo más importante de la sociedad, los seres humanos.
Por alguna extraña razón no hemos conocido con claridad porqué los gobiernos estatal y federal no se abocan a resolver la contaminación de las aguas de la cuenca, sobre todo en el entorno de la Zona Metropolitana de Guadalajara. Si bien los habitantes afectados, hablan de diálogos con las empresas contaminantes, los organismos encargados del agua, así como las instancias protectoras y reguladoras de la vida ecológica y los recursos naturales, no informan a la sociedad los nombres de las empresas y mucho menos los tipos de contaminantes, que por los efectos son claramente venenosos. Mucho menos conocemos de alguna acción para obligar a cambiar sus prácticas y limpiar las aguas a los envenenadores.
Surgen preguntas cuyas respuestas suponemos y que pudieran ser aun más graves. ¿Porque en todos esos años no se ha atendido el problema y se ha regulado la actividad contaminante? ¿Es solo indolencia o existen otros factores? ¿Cuáles son la empresas que contaminan y quienes sus socios? ¿Porqué todo mundo calla?
Lo asombroso es la indiferencia que a pesar del drama se genera. Parece que todo mundo olvida el asunto y cae en un desconocimiento deliberado, en el que nos convertimos en observadores ajenos o enajenados y pasivos de las personas y las enfermedades, observamos el fenómeno como si no hubiera alternativas.
Lo que desconcierta es la actitud de indiferencia que la constante violación nos ha creado. Ni los medios de opinión, ni las organizaciones sociales, ni las instituciones académicas y de investigación, se pronuncian con rigor sobre el tema. Salvo cuando vuelve a suceder una tragedia que trasciende a lo público y no solamente cuando lo viven en su intensidad las familias, que sufren además de la discriminación del abandono, la ineficiencia de las instituciones de salud.
Si bien la responsabilidad primaria recae en gobiernos de todos los signos, de manera destacada en las instancias creadas para atender el tema, también es cierto que la sociedad ha llegado a un punto exagerado de insensibilidad. Nos hemos vuelto refractarios y nos convertimos en indiferentes ante amenazas a las que estamos expuestos los que habitamos está región, una pandemia creada y provocada por la incompetencia y la deshonestidad de gobernantes insensibles y oportunistas.
Permitir que negociantes sin escrúpulos dispongan de la salud y la vida, dañando irremediablemente personas y familias es la mayor consecuencia de nuestra indiferencia. Síntoma de una sociedad arrastrada a la marginalidad que al perder los liderazgos y los referentes culturales, pierde el deseo de luchar por una vida digna, al tiempo que cae en la depresión colectiva.