Alcoholismo y drogadicción en la UdeG

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Partidiario

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El consumo de bebidas alcohólicas y drogas en torno e incluso dentro de instalaciones  universitarias –en el segundo caso–, en especial de la Universidad de Guadalajara, sin excluir las particulares, ha sido un secreto a voces.

¿Y las autoridades educativas, en especial las de enseñanza superior, las de la UdeG? Todas y todos, bien, gracias.

Apenas el martes 17 de este mes de junio, el presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU), Jesús Medina, informó que de acuerdo con una consulta entre estudiantes, una tercera parte de los alumnos de la UdeG tiene un bar a menos de cien metros y la mitad a 300 metros de distancia o menos, y eso que la ley estatal que regula la venta y consumo de bebidas embriagantes exige que dichos comercios deben de estar a 200 o más metros de distancia de los planteles de enseñanza.

Por ejemplo, en el Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño  (CUAAD) hay bares sobre la misma acera, apenas saliendo del inmueble. Así por el estilo están otros lugares similares en otros centros.

Pero eso no es todo: el consumo de drogas, y de drogas duras como mariguana, inhalantes, cocaína y cristal, se ha incrementado, y a la fecha una tercera parte de los universitarios udegeístas se ha drogado, según dicha consulta denominada “¿Cómo somos, cómo vamos?

Muy interesante preocupación de la FEU de medir situaciones como la del consumo del alcohol y de drogas que tanto daño hacen a la juventud. Todo para que se tomen las medidas pertinentes. Bien, pues, por Jesús Medina.

Si se busca un poco, un poquito siquiera, se encontrarán raíces de esto dentro de la misma casa de estudios, porque sus autoridades, que se sepa, no han procurado, al menos con ahínco, evitar tales situaciones, entre ellas la de fijar una postura sobre la legalización y, ante todo, el consumo, así sea lúdico, de algunos enervantes como la mariguana y sus repercusiones entre fumadores hoy y a futuro, cuando después de aspirar algo aparentemente inofensivo, los lleva a buscar otros placeres enajenantes y destructores de su cuerpo y de su espíritu.

Aunque tanto el problema del alcoholismo como el de la drogadicción nos deben de preocupar, y mucho, sobre todo porque se trata de jovencitos que van de los 15 a los 18 años, en el caso de los preparatorianos,  y de los 19 a los 26 o 27 años en promedio en los niveles de facultad. No hay que olvidar que, al menos algunos eventos, se hacen o se han hecho con venta de bebidas alcohólicas en las mismas instalaciones de la Universidad de Guadalajara.

Ignoro si ha sucedido en otros centros universitarios, pero en el de Ciencias Exactas e Ingenierías (CUCEI) nuestra compañera reportera Gloria Reza comprobó, hace cinco o seis años, que se vendía cerveza.

Pero no vayamos más lejos. Casi desde principios de este milenio ¿qué era, o es todavía, la famosa Calle 2 en Los Belenes, propiedad de la UdeG en donde está el llamado Centro Cultural Universitario? En dicho lugar se presentan desde obras de teatro formal y ligero hasta de cabaret (Teatro Estudio Cavaret) y conciertos de rock, en el que ha corrido lo mismo el alcohol que las drogas –y de esto hay distintos testimonios– hasta eventos como Expo sexo y erotismo, y en donde los boletos pueden costar desde 250, 500 y más de mil pesos, dinero que nadie sabe exactamente a dónde va a parar.

Por otra parte, los diversos negocios que se han instalado cerca o en los alrededores de los centros universitarios, incluyendo bares, lo han hecho, al menos, con la anuencia o el disimulo de las autoridades de la UdeG, en particular cuando se trata de asuntos no muy sanctus.

Hay que recordar, además, que en la universidad estatal y su contorno, y que debería de ser el centro máximo de enseñanza de todos los jaliscienses, pero que ya no lo es porque ha sido expropiada por el llamado Grupo Universidad, nada se mueve sin el visto bueno de El Licenciado.

No sé si eso ya lo sabía el presidente de la FEU.

 

Justicia, otro tema

La resolución de la Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para que el fuero común de Chihuahua pueda investigar y, en su caso, detener y procesar al expresidente Enrique Peña Nieto por facilitar la liberación del exsecretario general del PRI, Alejandro Gutiérrez, es buena señal.

Y es buena señal porque, de llegar a encontrarle algún delito como el de complicidad por el desvío de recursos estatales que fueron a parar a campañas políticas, EPN quedaría muy vulnerable para cualquier acción judicial de orden federal que quisiera emprenderse en su contra, pues hasta ahora el presidente Andrés Manuel López Obrador no ha querido llamar a cuentas a su antecesor.

En octubre pasado, el ministro Eduardo Medina Mora blindó a Peña Nieto en contra de cualquier investigación judicial ante presuntos delitos del fuero común suyos o de su gabinete.

La determinación de la sala de la SCJN, que preside Javier Laynez Potizek, abre la puerta y es un buen pretexto para que el gobierno federal actúe en consecuencia. El gobernador Javier Corral declaró que ellos llegarán “hasta donde tope”, y si Peña tiene responsabilidad, hasta allá irán.

 

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