Filosofando: Alito estudió en la UdeG

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Juan M. Negrete

09 de julio de 2022.- Nunca faltan bromistas para cualquier materia. Llegó a la mesa de redacción una broma, de las que se da en llamar memes, en la que se asegura que Alejandro Moreno Castañeda, Alito para los cuates, estudió y concluyó su carrera en la Universidad de Guadalajara; que salió graduado con honores; que su director de tesis fue Raúl Padilla López, el eximio depredador de esta casa de estudios; y que el alumno lleva mejores números ya sobre su preceptor, por aquello de que no es buen alumno el que no supere a su maestro. El chiste se cuenta solo, pero nada más para la gente oriunda o bien avecindada en nuestro estado de Jalisco. De este universo habría que deslindar todavía a buena parte, pues no todo mundo está bien enterado de las transas y triquiñuelas que se aprenden y practican en nuestra real, benemérita y bicentenaria UdeG.

Hay un viejo dicho que sostiene que de broma en broma la verdad asoma. Podemos aplicarlo al caso. En los elementos fácticos de la biografía de Alito no aplicaría, pues el personaje en cuestión es de Campeche. No pasó por las aulas de nuestra alma máter. Pero ni falta que le hizo. Se le puede reconocer como a un prócer, como a un adalid de los que aquí cuaja nuestra máxima casa de estudios, eso sí. Aparece como un prohombre de los que se sabe que no niegan la cruz de su parroquia y su pantano es de ésos.

Lo que les torna domésticos y les da impronta inconfundible a Alito y a nuestra cultísima UdeG es una liga innegable.  Por un lado, Alito es el presidente nacional del PRI. Todavía está en funciones aunque ande de tránsfuga, si bien afirma que regresará al país a defender su caso. Nuestra casona de estudios viene siendo la escuela de cuadros del PRI más longeva y eficiente que se propulsó en el país. Y aunque ya no está el partidazo en el poder, los directivos de esta universidad siguen engendrando y produciendo tal tipo de grillos, políticos de esta laya, degenerados y obtusos.

Alito se convirtió de pronto en el vocero más histérico de lo que da en llamarse la oposición política del momento en el país. Su máximo logro reciente tiene que ver con haber impedido en el congreso que la bancada que le responde al gobierno actual consiguiera un resultado de mayoría calificada. AMLO envió una iniciativa para una reforma energética. Proponía que la CFE tuviera una mayoría de 54% de inversión para avanzar con ello en la lucha por la soberanía energética. Le entraron a la pugna tanto el PRI como el PAN y lo que queda del PRD. De manera extraña, también se sumaron a la contra los legisladores del MC, aunque después han estado haciendo ejercicios de arrepentimiento y contrición.

El daño quedó hecho. La bancada opositora se indignó porque de inmediato el público les tildó de traidores a la patria. Se enrareció el ambiente. Pero hay que entender bien que este resultado no es extraño. Es producto de la deformación política con que funciona lo que se canta en todos nuestros foros como democracia, que no es más que mero rejuego electorero y por cierto de muy bajo nivel. Y es lo que la oposición entera se esfuerza en conservar, aunque desde Morena no se esté trabajando para desmantelarlo. Así que son falsas calenturas las que andan sufriendo estos personeros.

Siendo Alito el vocero central de su partido, el PRI, salió luego con la chicanada de que le iban a aplicar esta misma amarga medicina para vapulear cuanta medida de este tipo se propusiera en el congreso por parte de Morena y sus aliados. Espetó que se pondrían en receso legislativo. Obrador comentó que, de proceder así, habría que considerar entonces que se les suspendieran los pagos durante este período. Ya no se ha hablado más del asunto.

Volviendo a la liga de parentesco entre la baja estofa de los grillos de la UdeG y el tal Alito, decimos que les proviene de su acendrado priísmo. En esta institución se practicó hasta el cansancio la política de sumisión a los valores entendidos. Tenía y sigue teniendo el PRI estatutos y reglas escritas, aprobadas en sus convenciones y entregadas a las autoridades competentes para legalizar sus procedimientos. Pero lo que funcionaba en los hechos, y esto lo sabía tanto la militancia interna como el público mexicano general, eran las reglas informales, las reglas no escritas. Así se cocinaban las decisiones competidas, el nombramiento de las candidaturas más cotizadas.

Las decisiones eran santiguadas por los poderes fácticos. Muchas hasta rociadas con agua bendita del dinero. Se negociaban, se compraban los puestos de alcaldías y de diputaciones, estatales o federales. Era transacción en partido. Las elecciones formales que seguían eran una triste mascarada. Siempre se imponía el PRI y el asunto concluía. Así que las presidencias y las curules se ganaban antes de las elecciones. Era el surrealismo mexicano en esta institución al que tanto le suspiran muchas mentes anquilosadas, que deambulan por ahí. Lo del dedazo, lo del tapado, lo de los madruguetes, lo de los arreglos en lo oscurito… todas esas leyendas urbanas son parte ya de muestras de la picardía mexicana llevada casi al paroxismo.

Casi para concluir esta colaboración llega a la mesa de redacción la nota de que Luis Echeverría Álvarez, ya vetusto centenario, acaba de fallecer. ¿Se irá por fin a descansar en paz? Si causó tantos estropicios y daños en la vida nacional ¿merecerá lo que se entiende como descanso? Si bien, hay que asentar que es caminito que hemos de transitar todos. Fue su turno.

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