Hace diez días ─lunes 27 de julio─ un amigo tuvo a bien enviar a mi consideración un video en el que el cardenal Juan Sandoval Iñiguez fustiga al gobierno y augura, sin mucho fundamento, que va “al comunismo, al socialismo, al estatismo que concentra riqueza y crea pobreza y hambre”, y que “destruyendo instituciones democráticas y controlando órganos electorales con su gente va a la dictadura”.
El video lo dejé de lado por no creer en tan negros augurios y menos, mucho menos, que se encamine al comunismo que, como forma de gobierno, fracasó desde la última década del siglo pasado y quedó, si no aniquilado, sí fuera de competencia –a reserva de lo que digan algunos de sus seguidores. Además, tan atroz puede ser algún tipo de comunismo extremo como el descarnado y deshumanizado capitalismo. El socialismo, para nada debe asustarnos, y menos aquel que tiene rostro humano y busca la auténtica justicia.
Ahora traigo a cuento esa postura fuera de lugar del cardenal Sandoval que alguien de extrema derecha le metió en su cabeza, porque el propio Andrés Manuel López Obrador –a quien no cita expresamente por su nombre el angustiado y claridoso mitrado— quien en su mañanera de hoy en Culiacán, aludió tangencialmente al asunto y lo hizo con cuidado y respeto.
También sin mencionar al arzobispo emérito de Guadalajara.
En referencia a su lema “primero los pobres”, el presidente habló de precios base para el maíz, que beneficiará particularmente a ejidatarios, pequeños y medianos productores, expuso que “hay que atender a todos, respetar a todos, gobernar para todos, pero darle preferencia a la gente más necesitada y dar la mano a los que vienen atrás para que se emparejen.
“Por este pensamiento ─sostuvo─ hay algunos que dicen que estamos estableciendo el comunismo (…) Se lo atribuyen a un eclesiástico mexicano que no sé si sea cierto que haya dicho que íbamos nosotros a establecer en México el comunismo. Me agrada mucho el pensamiento del papa Francisco, que es un Papa, que no puedo decir lo mismo de todos, es un dirigente espiritual, mundial de primer orden
“Sus homilías, sus discursos, son espléndidos porque tratan problema social y son homilías que deben recordarse. No se le dio mucha importancia porque habló de pobreza, desigualdad, de los jóvenes, de las mujeres del estilo de vida fincado en lo material y los lujos…. Han estado en México dirigentes políticos y espirituales mundiales pero creo que ninguno ha hablado tan claro sobre lo social como el papa Francisco…”
Luego, el presidente pidió que se pusiera en la pantalla el encabezado de un medio informativo sobre lo que ha dicho el actual Papa: “Defender a los pobres no es ser comunista, es el centro del Evangelio”.
Y López Obrador apostilló: “Ojalá lo lean los conservadores de México”.
Sandoval Iñiguez había dicho también que el comunismo es una forma extrema de capitalismo y que el gobierno quiere concentrar el poder, estatizar bancos y empresas y que esto, que lo hace con gente sólo alega “pero que de economía no sabe nada”, es una desgracia que produce hambre y miseria.
También acusó al primer mandatario de querer implantar una “dictadura en la que el Estado controle dinero, ideas, educación (…) y porque quiere una dictadura”, y va destruyendo las instituciones democráticas y las dejan como parapeto con cámaras de senadores y diputados a su servicio, y que, además, tratan de controlar “órganos electorales con gente suya para ganar las elecciones, y controlar la Suprema Corte en donde, todos levantan el dedo al unísono, aprueban todas las transas y proyectos suyos o desechan los que estén en su contra.
Sandoval arremete también en contra el feminismo y, en particular en contra de “la ideología de género que va en contra de la institución matrimonial y fomenta la homosexualidad y pervierte a juventud”.
En esto creo que se equivoca también el cardenal al referirse a la administración de Andrés Manuel, pues si con alguien se han enfrentado las feministas ha sido precisamente contra él, quien se inclina frecuentemente por el núcleo familiar.
En el presidente actual se encuentran más bien, en algunos rasgos de su estilo de gobernar, paralelismos con Luis Echeverría ─aunque es mucho más sincero que éste porque “dice lo que piensa y su pecho no es bodega” y es así que arremete frecuentemente contra la prensa y LEA lo hizo hasta el final y terminó con Excélsior─ quien pudo ser su modelo en su juventud, sobre todo en lo que toca al populismo, a decidir inversiones, recursos para la gente sobre la marcha, sobre todo para zonas y personas marginadas que tienen un tanto de humanismo, pero que, en el fondo, envuelven un fin clientelar, corporativizado a su manera, que puede ser bien aprovechado en casos electorales.
También, claramente hay en Andrés Manuel un afán de verlo todo. Es centralizador en su toma de decisiones, con escaso y casi nulo margen de maniobra para su gabinete. Pero esa tendencia viene de sexenios atrás; costumbres, mejor dicho, vicios priistas cuyos últimos y mejores exponentes fueron precisamente Echeverría y Carlos Salinas de Gortari, quienes utilizaron a su partido, una vez en el poder, como mera pantalla.
El riego en esta administración, y ha quedado evidente desde el inicio, es precisamente la falta de contrapesos que van acabando, desde organismos autónomos y distintas comisiones o fideicomisos ─en efecto muchos de ellos sólo servían para burocratizar y paga favores políticos─ e instituciones como el de Transparencia, INE y Derechos Humanos, entre otros, que deben sobrevivir para que se mantenga el equilibrio del poder.
Finalmente, lo bueno de AMLO es su cercanía con el pueblo y su afán de por los pobres, mientras no sean instrumentalizados. Lo malo, creer que ya terminó con la corrupción.
Bueno, hasta usó ya cubrebocas fuera de sus vuelos, el martes en Culiacán.