AMLO y su estilo personal de gobernar

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Debate Abierto

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Va a tardar un buen tiempo más en que simpatizantes y detractores del presidente de la República podamos entender y asimilar su estilo personal para gobernar.  Ayer mostró, con más evidencia, un rasgo más de su personalidad: al presidente le gusta provocar a sus detractores. Tituló su evento como el tercer informe de gobierno, ya que él lleva contabilizados tres eventos de ese tipo, el que presentó en los primeros cien días de gobierno, cuando celebró un año de triunfo el 1 de julio de este año y el constitucional, el oficial, el día de ayer.

El presidente es necio, obstinado, asegura que la economía y su gobierno en general va bien, aun cuando no tiene los datos duros que corroboren su optimismo; eso parece no importarle mucho, él piensa que esa actitud optimista tal vez terminará por contagiar a los ciudadanos, a los empresarios y a los mercados y tal vez con ese “decreto” la economía y su gobierno empiecen a irle bien.

Además, el presidente ha mostrado saber mucho de la historia de México, y utiliza esos conocimientos a su favor para justificar algunas acciones de su gobierno con pasajes históricos. Por ejemplo, para justificar la austeridad que ha impulsado en su gobierno, para ello ha echado mano, hasta el cansancio, de la figura de Benito Juárez, aun cuando ya le demostraron varios historiadores que Juárez no fue un dechado de austeridad, ni en su persona, ni en su familia; aunque sí lo fue en su gobierno. Pero eso a AMLO no le preocupa, lo importante es construir una narrativa de que su gobierno busca emular a uno de los mejores presidentes que ha tenido México.

AMLO, como todo ser humano, comete un cúmulo de errores en sus discursos: frases e información suelta, sin corroborar ni sustentarla. Eso, en parte, es producto de su sobreexposición ante los medios de comunicación, pero eso tampoco parece importarle; no le he visto pedir disculpas o retractarse de sus dichos del día anterior. Igualmente sabe que la prensa y sus detractores lo van a usar para atacarlo, no importa, lo que es importante para él es marcar la agenda, sabe que esos errores mantendrán a sus detractores ocupados los días siguientes.

AMLO critica, califica y confronta a la prensa y a algunos periodistas que lo cuestionan, eso parece inusual y autoritario, pero no es nuevo, al menos Zedillo, Fox y Calderón también lo hicieron. La diferencia es que no era común que los diarios y los noticiarios estelares de televisión y radio criticaran al presidente, como es común ahora.

Durante décadas, todo el régimen del PRI contó con la complacencia, vía el “chayote”, de la mayoría de la prensa y sus “comunicadores” estelares. Ahora parece que el “chayote” ya es historia y todos debemos acostumbrarnos a que el presidente defienda sus posturas y las de su gobierno. Unos pensarán que esa postura deja vulnerable a la prensa y a los periodistas, pero otros piensan que es sano que el presidente dialogue a diario con la prensa y cuando no esté de acuerdo con ellos, les va a responder y cuestionar.

Parece que este será el sexenio del fake news; por decir lo menos, es muy sospechoso cómo se construyen notas falsas alrededor del presidente y su gobierno, los críticos las comparten de inmediato en redes sociales, buscando con ello dañar la imagen de AMLO. Periodistas, intelectuales y empresarios dedican una buena parte de su tiempo a compartir información falsa. Muy pocas veces, cuando se descubre el engaño, publican un desmentido o una disculpa. El presidente lo sabe, conoce esa tendencia, pero eso no lo cuestiona ni critica, al menos no se ha referido a esta clase de notas falsas.

AMLO también le gusta provocar, la frase de ayer, “la oposición está moralmente derrotada”. sabía del impacto que iba a provocar en los medios y las redes sociales; unos para criticar por qué el presidente insulta de esa manera a la oposición, eso lo pinta como un presidente autoritario, dirán los opositores de AMLO; descripción atinada, dirán sus simpatizantes. Otra vez, lo importante para el presidente es que marca la agenda y el debate público. En el fondo, AMLO pone de relieve que partidos ahora de oposición, actores políticos, incluidos expresidentes, no han logrado articular, ni en cantidad ni en calidad, un discurso que logre una oposición numerosa, que mueva los cimientos del gobierno federal.

El discurso que enarboló ayer la oposición en la marcha de la Ciudad de México, donde  califican al presidente de autoritario, corrupto, mentiroso, ignorante, inepto y un largo etcétera, no logra convencer a la mayoría de los mexicanos. Las encuestas muestran una tendencia contraria, y es que ese cúmulo de cuestionamientos, muchos de ellos furiosos en contra de AMLO, son un fenómeno acotado a las redes sociales; la gente “de a pie”, a la que le habla el presidente, no participa ni comparte esa visión del gobierno actual, eso explica la reducida manifestación de ayer domingo 1 de septiembre.

Por supuesto que la luna de miel de la que aun goza el presidente no es eterna, puede cambiar y va a depender del desempeño de la economía, del empleo, de los ingresos reales que tenga la mayoría de la población, de la calidad de los servicios educativos, de salud y sobre todo de la inseguridad. A eso le apuesta la oposición, a que esas variables se deterioren y con ello su membresía aumente. Al tiempo, veremos cómo se mueven esas variables.

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