Aristóteles, Alfaro y la justicia

Desde hace casi un siglo –fue en 1924, y por cuestiones meramente revolucionarias y post revolucionarias, que Manuel M. Diéguez murió violentamente (fusilado); desde entonces no se había dado el caso de que un gobernador o exgobernador muriera violentamente. aristóteles

Jorge Aristóteles Sandoval –ya muy bien sabido– fue atacado el viernes 18 por la espalda por un sicario en el restaurante-bar Distrito 5, en Puerto Vallarta. Atrás del matón había un número indeterminado de pistoleros que protegieron su huida. Más atrás todavía estaría el crimen organizado.

Pero, ¿por qué matarlo después de haber dejado su mando? ¿Será porque no traía siquiera la cuarta parte de guardaespaldas (15) a él asignados? ¿Qué oscuros intereses hay detrás de esto? ¿Se sentía sin temor, sin cargos de conciencia o simplemente inmune? ¿No valoró a un posible o real enemigo? ¿Sería su muerte para pagar culpas ajenas de servidores públicos? ¿Él solo cayó en tentaciones que da el poder, la autosuficiencia? ¿Se esclarecerá el crimen?

Esos son algunos quid del caso que sólo Dios sabe si se responderán algún día.

Con una temprana y meteórica carrera política que inició en casa con papá Leonel que lo mimaba y lo fue llevando de la mano, Aristóteles empezó sus pininos en la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) y luego ocupó algún cargo en la UdeG al cobijo del líder Raúl Padilla López; siguió luego como diputado local priista y después como alcalde, llevando casi siempre una vida un tanto disipada y adicta, según panistas.

A la par, Jorge Aristóteles, establecía un entramado de relaciones sospechosas al tiempo que buscaba la gubernatura, la que consiguió con relativa facilidad ante el repudio generalizado al último de los tres gobiernos blanquiazules, el de Emilio González Márquez, que rayó en la corrupción y el cinismo.

Culminada su carrera política en el gobierno estatal ocupó un cargo menor en el PRI nacional, al que hacía poco tiempo había renunciado. Al final, el exgobernador ultimado pudo ser víctima de sí mismo, de esa vida ligera que tenía, de las intricadas y sospechosas amistades y de las causas que defendió o atacó directa o indirectamente a través de quienes tuvo de colaboradores, como pudo ser el caso de Luis Carlos Nájera, con esa extraña dualidad de secretario de Seguridad y, al mismo tiempo, primer fiscal general estatal.

Nájera sufrió un atentado directo al que escapó de milagro al salir de un restaurante situado entre Chapultepec y Morelos, ya siendo titular de la Secretaría del Trabajo, en las postrimerías del sexenio.

Pero hay otros indicios que podrían dar luz, como fueron unas relaciones oscuras más como su amistad,  incluso antes de ser presidente de Guadalajara, con Ignacio Loya, operador financiero del fallecido Nacho Ignacio Coronel, del Cártel del Pacífico. Loya fue ejecutado el 21 de febrero de 2007 al salir del Estadio Jalisco tras un partido de futbol profesional. En su agenda se encontraron números telefónicos, entre ellos el de Aristóteles, con quien acababa de hablar esa noche. Estos hechos fueron documentados por Proceso y Proceso Jalisco.

A raíz del violento deceso de Jorge Aristóteles, se ha mencionada que la violencia propiciada por capos de la droga en Puerto Vallarta llegó cuando el 16 de mayo de 2018 el Cártel Jalisco secuestró en el restaurante-bar La Leche a  los hijos de Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, Jesús Alfredo e Iván Archivaldo Salazar, a quienes después devolvieron sanos, sólo como advertencia de que la plaza ya no les pertenecía a los de Sinaloa.

La verdad es que la guerra entre cárteles llegó a Jalisco, y primordialmente al centro turístico vallartense, desde aquel 8 de noviembre de 1992 cuando un numeroso grupo de pistoleros con apariencia de formación militar arribó a bordo de un camión torton y camionetas blindadas presididas por el Chapo y Héctor El Güero Palma hasta las puertas del hotel Krystal, a la  discoteca Christine. Fueron a ajustar cuentas con los hermanos Arellano Félix, Ramón, Francisco y Carlos Alberto, El Lobito, el más chico de la familia, a quien le celebraban su cumpleaños.

Pretendían vengar la muerte de Guadalupe Leija, esposa de Luis Héctor El Güero Palma y dos hijos.

Sorpresivamente atacaron a los guardaespaldas de los Arellano que estaban a la entrada. Mataron a seis y hubo aparte tres heridos graves, dos de ellos declararon entonces pertenecer a la Policía Judicial de Baja California.

Los hermanos Arellano Félix alcanzaron a correr a los baños en donde se metieron a los conductos del aire acondicionado. Una vez pasado el tiroteo, salieron directo a la calle después de las tres de la madrugada cuando los atacantes se habían ido. (Proceso 837).

El Cártel de Sinaloa había sentado en Jalisco sus reales poco antes de los albores de la década de los 80, tras la operación Cóndor en aquella entidad. De inmediato vino el boom de construcción de grandes edificios que algunos llaman lavaderos, no sin la simulación o negligencia de los gobiernos en turno. Incluso hasta con su visto bueno y complacencia.

Hoy se sufren las consecuencias, entre ellas la muerte del exgobernador como, escasamente un mes antes, el secuestro, en el mismo centro turístico, de Felipe Tomé, quien poco después apareció muerto rumbo a Compostela. En el tiroteo previo murió un empleado suyo. A Tomé se le ligó como prestanombre de los hermanos Bribiesca Sahagún.

Tras ser acribillado Jorge Aristóteles, el gobernador Enrique Alfaro prometió dar con los responsables –no especificó si serían tanto los materiales como los intelectuales– y hacer justicia.

¿Podrá, cuando desde hace algunos años tenemos un Poder Judicial –el Supremo Tribunal de Justicia– cada vez más dividido por cuotas de poder por partidos y grupos? ¿Será posible, cuando los últimos presidentes han sido de lo más corrupto que ha habido? A contrapelo de lo que afirmó Ricardo Suro, de que combatió la impunidad y la corrupción.

Tenemos testimonios de que desde lo más alto exigen miles de pesos por resolver asuntos.

Sandoval, una figura envuelta en la intriga.
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