Belerofonte científico: Recuerdos del Páter Díaz

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Durruty Jesús de Alba Martínez

Don Severo tenía aún como sacerdote el puesto que merecía y era muy alto, el observatorio, y la misión de irradiar la luz de la fe desde la cátedra de la ciencia.

J. Rosario Ramírez Mercado en Severo Díaz, jalisciense ilustre, Benemérita Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Guadalajara (2007), p. 59

12 de septiembre de 2022.- En el llamado Mes Patrio también conmemoramos en nuestra matria -según acuñara el término el doctor Luis González y González- al presbítero Severo Díaz Galindo, pues el 14 de septiembre de 1956 según los usos en el ámbito de su formación profesional “se reunió con el Creador”, dejando un muy profundo hueco en los terrenales espacios donde transcurrió su fructífera vida, además como un tanto tardío homenaje el 11 de septiembre de 1994 se trasladaron sus restos mortales del Panteón de Belén a la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres.

Vio la primera luz el 8 de noviembre de 1876 en la sureña población de Sayula, recibió la instrucción elemental en la escuela municipal, descollando en los estudios y en los actos públicos propios de la época, en uno de ellos impresiona al gobernador del estado, general Ramón Corona quien tenía la voluntad de llevarlo a Guadalajara para proseguir los estudios en alguna rama de la ciencia, sin embargo, don Severino Díaz -su padre- se opone a ello.

Sobre la posterior instrucción del joven Severo Díaz escribe el recordado y profundo lector-escritor y también presbítero J. Rosario Ramírez (padre Chayo para sus cercanos) en el volumen conmemorativo editado por la Benemérita Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de Jalisco: “El 19 de octubre de 1890, Severo Díaz, muchacho moreno, de catorce años, ojos negros de mirada profunda, tocó a las puertas del seminario y fue admitido” (Op. Cit. p. 52), se refiere al Colegio Eclesiástico de Zapotlán el Grande, donde su vocación y destrezas fueron alimentadas provechosamente, el espacio donde se encontraba dicho establecimiento no hace mucho era ocupado por una bien montada cafetería.

Además de su profesor en la cátedra de Matemáticas, Física y Astronomía el señor cura Porfirio Díaz González, de quien nos dice el activo padre Chayo firmaba como Porfirio D. González para evitar alusiones, también ahí conoció y trabajó con el tío científico del connotado charlista y escritor Juan José Arreola, el aún presbítero José María Arreola Mendoza, quien fuera su profesor y posterior colega en las lides científicas.

Concluidos con honores sus estudios eclesiásticos, el joven Severo recibe la orden del presbiterado de manos del arzobispo de Guadalajara don Jacinto López y Romo el 9 de septiembre de 1900 a la edad de “23 años, 10 meses… para ser fiel a los números” según consigna el padre Chayo y nos menciona los que fueron sus primeros deberes eclesiásticos: capellán del convento de la Visitación y celebraba misa en los templos de Santa María de Gracia, Capuchinas y Santa Teresa.

En la década de los veinte lo nombran director del Observatorio Astronómico y Meteorológico del Estado de Jalisco, que fuera inaugurado el 2 de abril de 1889, cargo por el ocupado hasta su muerte en 1956, aunque la institución se transformaría primero al integrarse en 1925 a la recién inaugurada Universidad de Guadalajara bajo cuyo cobijo cambia su nombre en 1947 hasta llegar al actual de Instituto de Astronomía y Meteorología.

El padre Díaz también fue un dedicado docente en varios establecimientos, como la Escuela de Ingenieros de Guadalajara, el Liceo de Varones y la Escuela Normal de Señoritas, al efecto escribió y publicó, entre otros numerosos títulos, los Elementos de Astronomía y Meteorología (1928, 1947), el Tratado de Álgebra y complementos de Aritmética (1911) y tradujo del francés el Tratado Elemental de Química de A. Maillard (1908); de sus estudios científicos el de El Centro del Universo publicado originalmente en 1909 en el Boletín de la Escuela de Ingenieros de Guadalajara circuló profusamente como sobretiro, al grado de ser reconocido por los astrónomos del Observatorio de Stonyhurst (y no “Stonehuitz” como han escrito varios historiadores) de Inglaterra.

Preocupado por rescatar la cultura científica de nuestra ciudad, escribió y publicó La tradición científica de Guadalajara (1943-1945), venturosamente reeditado en una edición moderna, y además participó con un muy documentado estudio en una velada literaria que en honor a Galileo se celebró el año de 1909 en el Seminario de Guadalajara, también rescatado en una sobria edición facsimilar gracias a los empeños del Cronista de la Arquidiócesis Pbro. y Lic. Tomás de Híjar Ornelas.

¿Cómo honramos la memoria de Don Severo? Un mercado municipal cercano a la avenida Chapultepec lleva su nombre, la plazoleta entre avenida La Paz y Langlois alberga su busto frente a una casa que le perteneció y que el padre Díaz ofreció para que continuaran las actividades de la entonces Junta Auxiliar de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Tristemente el espléndido Centro de Ciencia y Tecnología Planetario con su nombre fue destruido y la Cátedra de Divulgación de la Ciencia epónima instaurada por el Congreso del Estado con el apoyo del Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología sólo fue dictada en una ocasión.

Instituto de Astronomía y Meteorología, CUCEI-UdeG
Biblioteca Escuela Preparatoria de Jalisco, UdeG

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