Buenas y malas de Evo Morales

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Partidiario

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A reserva de entender mejor, o digerir, lo sucedido en Bolivia este domingo 10 de noviembre, en que el jefe del Ejército, Williams Kaliman, le dio un ultimátum al presidente Evo Morales al pedirle su renuncia, y no fue otra cosa que un maquillado golpe de Estado, vale la pena hacer una recapitulación de sus logros y recordar un hecho que le valió su caída.

Pero antes de continuar, vale resaltar que Andrés Manuel López Obrador felicitó a Evo Morales por haber tomado la acertada determinación de renunciar para evitar la violencia y le brindó acogida en México.

Entre los aspectos más sobresalientes del ahora expresidente y todavía dirigente sindical cocalero –cargo que nunca dejó– vale destacar su austeridad, autenticidad y, hasta donde se sabe, su honestidad, pues nunca ha sido señalado de corrupto, cosa común por estos territorios nuestros.

A lo largo de su administración logró mantener un país en paz y en continuo crecimiento económico, habiendo logrado bajar el índice de pobreza del 60 al 35%.

Consecuentemente, obtuvo en su mandato una mejor distribución del ingreso y, por ende, de la riqueza en ese país sempiternamente depauperado, y eso no tiene fácil parangón.

Tercero, en sus varios períodos alcanzó un crecimiento del producto interno bruto (PIB) de casi el 5% anual (4.9%).

Para tener un punto de referencia, hay que recordar que, de acuerdo con datos del Banco Mundial, México obtuvo en 2018 un aumento del PIB de sólo 2.0%, en tanto que en ese mismo año Bolivia registró más del doble: 4.2%.

Para 2019 el estimado de crecimiento de México es de 0.1% del producto interno bruto; esto es, un crecimiento inferior al de Barbados y República del Congo, por ejemplo.

El crecimiento económico boliviano ha sido debidamente valorado. Una de sus principales acciones de gobierno fue la nacionalización de los hidrocarburos, cosa que algunos calificaron como medida totalitaria, pero le ha funcionado.

Independientemente de sus hidrocarburos, Bolivia tiene en sus salares, que son los más grandes del mundo, la mejor reserva de energía a través de la explotación del litio, para lo cual se trabajaba ya con proyectos  serios de aprovechamiento a gran escala con inversión nacional y extranjera.

Por otra parte, pese a sus atinadas decisiones en materia económica y política en términos generales, Evo, si bien logró reformar la constitución de su país y con ello obtener para la población grandes beneficios, también introdujo para sí la posibilidad de una reelección.

Una vez reelecto por “única vez”, a Evo Morales le ganó su debilidad por el poder, la costumbre de ser presidente, y mediante algunas maniobras logró que el Tribunal Constitucional reconociera la primera reelección como parte del primer mandato y así, en 2013, se reeligió para un tercer mandato  y ahora se encaminaba ya a una cuarta administración.

El error grave de Evo fue su desmedido afán de poder, de perpetuarse en la presidencia hasta donde pudiera… o lo dejaran sus electores.

Pero en las elecciones del 20 de octubre se le pasó la mano, se engolosinó y, según sus detractores, hubo fraude electoral.

La Organización de Estados Americanos (OEA) documentó un apagón del sistema a la hora del conteo de votos (se les cayó el sistema, como a Manuel Bartlett en 1988), que vislumbraban una segunda vuelta electoral que pudiera perjudicar al presidente Evo. Pero como en México aquél año, hubo un segundo conteo de actas y ahí resolvieron el detalle. Igualito, casi, que el caso Bartlett-Salinas.

A partir de esa “caída del sistema”, hace casi tres semanas inició una serie de protestas y disturbios en todo el país y la toma del Palacio Nacional por cuenta de la policía, entre otros hechos.

El candidato opositor, Carlos Mesa, en sintonía con la OEA, había pedido nuevas elecciones y un Tribunal Electoral independiente.

Evo había aceptado ayer mismo nuevas elecciones. No esperaba la “petición”, el ultimátum, del mando militar que se dio luego a través de la televisión:

“Después de analizar la situación conflictiva interna, sugerimos al presidente del Estado que renuncie a su mandato presidencial, permitiendo la pacificación y el mantenimiento de la estabilidad por el bien de nuestra Bolivia”.

Con la obligada renuncia de Evo se consumó, de facto, un golpe de Estado que hasta al cierre de esta columna no se tenían más datos de la conformación del nuevo mandato, pero se adelantaba ya una Junta de Gobierno con la participación, por supuesto, de militares, algo de lo que ya tienen experiencia en ese y otros países latinoamericanos.

Ahora la pregunta: ¿volverá, y cuándo, la democracia a Bolivia?

Hay en la vida individuos que prueban el poder y se vuelven adictos.

Lecciones de la vida, y de la historia, para que no se repitan.

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