Cabecera municipal de Cherán, arquetipo de autogestión

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Gustavo Monterrubio Alfaro

Parafraseando conocida consigna que las huestes combativas suelen repetir, puedo afirmar que en Cherán, la comunidad vive, porque la lucha por la autonomía sigue. En mi modesta opinión, es un caso sui generis y exitoso porque fue auto gestionado y desde el principio se involucró la comunidad, como un todo armónico y funcional.

No obstante, existe, como en todo organismo social, disidencia, que es inherente a toda colectividad humana, pero son grupos minoritarios que no tienen peso en las decisiones colectivas.
El resorte que disparó las formas milenarias de organización y autogestión, que fueron preservadas y trasmitidas de generación en generación, fue la impunidad con la que la entonces Familia Michoacana saqueaba el bosque, se apropiaba de las fuentes de agua, extorsionaba, asesinaba, robaba y cometía toda suerte de tropelías e infamias, con la complacencia y protección de los tres niveles de gobiernos y de los tres poderes.

A siete años que los cheranenses decidieran sacudirse la tutela de toda clase de organización criminal, llámense partidos políticos, políticos profesionales, talamontes, narcos, sicarios, ladrones, extorsionadores, etc., los avances, aunque modestos, son notorios y plausibles.

Están empeñados, como sus ancestros, en educar a las jóvenes generaciones en los principios que los mayores les enseñaros: respeto a la naturaleza y al medio ambiente, respeto a los usos y costumbres, que no es otra cosa que la aplicación de normas comunales de raigambre ancestral. También están enfrascados en la eliminación del uso de plásticos y en mantener las áreas públicas limpias, lo que ya empieza a notarse.

Pero lo más importante, lograron recuperar los bosques, ya que de las 22 mil 300 hectáreas que tiene Cherán, de las cuales el 60 por ciento es bosque y el resto se destina a actividades agrícolas, pecuarias y asentamientos humanos, han logrado reforestar cerca de 10 mil hectáreas, que los criminales virtualmente habían arrasado.

Además, ya disponen de la capacidad para cuidar las áreas boscosas en casi el 100 por ciento, exceptuando la zona más remota, en las colindancias con Zacapu, porque la autoridad de este municipio, de extracción perredista, ha permitido que las huertas de aguacate se extiendan como la humedad, con las consecuencias negativas de estos plantíos para la tierra, a lo que hay que sumar la tala para consumo doméstico, porque en la meseta purépecha la leña se sigue usando como combustible.

Derivado de lo anterior, ahora tienen un problema: el vivero que habilitaron para reforestar el bosque tiene excedentes de producción, en virtud que ellos ya cubrieron sus necesidades de restauración vegetal.

Con un poco de ingenio y algo de responsabilidad social, habilitaron un volcán extinto, el Kukundikata, como un enorme recolector u olla pluvial. Hay quien afirma que es la mayor de América Latina, con capacidad para 16 mil metros cúbicos o 20 millones de litros de agua, con la que abastecen a la población y llenan garrafones que venden en 13 pesos.

La diferencia entre el Consejo de Mayores y un ayuntamiento de cualquier partido político ─ subrayo, de cualquier partido─, consiste en que el presidente municipal habría pensado en un negocio privado, en beneficios personales, no en una oportunidad de satisfacer una necesidad colectiva, y tal vez habría privatizado el cerro y convertido en personal o grupal la distribución del agua, invirtiendo incluso recursos públicos en la infraestructura necesaria: membranas para filtrar, canaletas, red de tuberías y una planta de tratamiento.

Aunque no ha desaparecido el riesgo de que las organizaciones criminales arriba enumeradas intenten retomar el control de la cabecera municipal, esta posibilidad parece alejarse cada día, porque cada minuto que pasa y los cheranenses perciben las mejoras en seguridad y calidad de vida, es más improbable.

Los índices de criminalidad prácticamente son cero, la libertad y la seguridad se respiran en el ambiente, pero se les ha presentado un problema que es común de las ciudades: la ingesta de alcohol y la drogadicción, aunque no llegan a ser problemas graves, les preocupa que se pudieran extender e intentan atajarlos, ¿cómo?, como lo hacían sus ancestros: educando; especialmente a los jóvenes que son los más susceptibles a ser enganchados.

La seguridad la brinda la que llaman Ronda Comunitaria (es el equivalente de la policía municipal), son pobladores que asumen cierta mística en defensa de los intereses comunitarios y no dudan en arriesgar la vida si los malos intentan regresar por sus fueros.

Si la seguridad de Cherán estuviera en manos de la flamante Guardia Nacional ( creación de AMLO) del Ejército, la Marina y las policías Federal, Estatal o Municipal, es muy probable que los índices delictivos compitieran con los de las grandes urbes.

Otras comunidades aledañas han emprendido el camino que tomó Cherán, aunque en algunas se ha complicado el proceso como en Nahuatzen, y aunque es poco conocido, pero la tenencia (es equivalente a una delegación o comunidad) de Pichátaro, tenencia de Tingambato, logró lo mismo, pero antes que Cherán: gobernarse por usos y costumbres y administrar sus recursos.

Salta a la vista la diferencia entre un gobierno cuyos representantes son miembros destacados de la comunidad, electos por la misma y cuya única misión es servir a los ciudadanos, con uno surgido de la partidocracia, electo por las mafias que gobiernan a los llamados partidos políticos, ya que a los ciudadanos sólo nos reservan el heroico acto de votar, no de elegir, porque este derecho está reservado para las mafias que deciden quién es candidato a qué cargo de “elección popular”.

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