Casi nula la movilidad social en México

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Eduardo González Velázquez

En México no solo tenemos altos niveles de pobreza, desigualdad y marginación, sino que las condiciones estructurales de nuestra sociedad se significan como un pesado lastre que impiden la movilidad ascendente de los ciudadanos. Por lo tanto, nacer en situación de pobreza en nuestro país es condición suficiente para que millones de compatriotas que viven en esa situación no puedan salir de ella, aun si cuentan con algún tipo de empleo o con ciertos grados de escolaridad.

Lo anterior se desprende del estudio “El México de 2018. Movilidad social para el bienestar”, elaborado por el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY) (El Economista, 7 de mayo). El documento muestra las cifras de la ignominia mexicana: 53 millones de pobres (aunque debemos mencionar que otros trabajos realizados en la UNAM afirman que las personas en esa situación son 70 millones); y siete de cada 10 mexicanos que nacen en familias ubicadas en la parte más baja de la distribución del ingreso no logrará salir de la pobreza a lo largo de su vida.

El panorama se complica si tomamos en cuenta tres aspectos: el bajísimo salario que se paga en México, menos de noventa pesos por una jornada de ocho horas como salario mínimo; el famélico crecimiento de la economía nacional en los últimos veinte años; y el alto nivel de la economía informal; de no cambiar ese contexto, el ingreso promedio de la población en nuestro país tardará al menos 70 años en duplicarse, lo cual anula por completo la movilidad social de quienes menos tienen.

Según el CEEY, en 1992 una persona que se encontraba en el quintil I percibía ingresos por 4,000 pesos mensuales; mientras que el quintil V ingresaba 49,700 pesos. Es decir, existía una diferencia de 12.4 veces lo que gana alguien que está en el quintil I que lo que gana una persona del quintil V. En 2016, un trabajador que se encontraba en el quintil I recibía 3,200 pesos; mientras que el quintil V fueron 40,700 pesos, con lo que se tenía una diferencia de 12.7 veces entre el salario que recibía una persona de mayores ingresos a una de menores.

Frente a esta pesada realidad el CEEY realiza cinco recomendaciones, a saber: 1) una reforma fiscal que amplié la recaudación y fomente la actividad productiva; 2) unificar y universalizar el sistema de protección social; 3) reformar el sistema educativo para ampliar la cobertura y calidad del mismo; 4) poner en marcha políticas públicas que promuevan un mercado laboral flexible y seguro, además de eliminar la discriminación hacia grupos vulnerables; y 5) fortalecer el sistema financiero para incrementar su competitividad, y permitir ampliar la bancarización de la sociedad mexicana.

​La nula movilidad social en México es una de las peores consecuencias del modelo económico impuesto desde los años ochenta. No solo las políticas económicas y financieras se han vuelto una máquina generadora de pobres, sino que han nublado la visión de los gobernantes para quienes pasan desapercibidos los millones de pobres que sobreviven en la República Mexicana, y ni por asomo hacen lo necesario para que esa realidad cambie.

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