Caso Joao Maleck: cuando nada vale la vida

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Mañana, 23 de julio, se cumple un mes del fallecimiento─por homicidio intencional o doloso─, de los recién casados, María Fernanda Peña Álvarez y Alejandro Castro Martínez, y la justicia podría ajustarse, o torcerse para favorecer al victimario, Joao Maleck, y no ajustarse a la realidad en perjuicio de los deudos, y de la sociedad que seguiría a expensas de los nefastos efectos de las injusticias fruto de la impunidad y de la corrupción.

¿Por qué homicidio intencional? Por la sencilla razón de que el futbolista manejaba borracho su Mustang a una velocidad de más de 130 kilómetros por hora y, que, al impactarse en la parte trasera del auto Aveo de los novios que iban adelante en la misma dirección, proyectó el vehículo a unos 30 metros, convirtiéndolo en un acordeón de lámina y fierro retorcido sobre la avenida Tepeyac a su cruce con Playa de Hornos, en Zapopan.

La muerte de quienes en la víspera se habían casado por la Iglesia, fue instantánea

Desde el mismo día del accidente automovilístico, ocurrido alrededor de las 9 de la mañana del citado 23 de junio, luego de que el deportista y algunos de sus amigos pasaran la noche en un antro y habrían seguido tomando a bordo del vehículo, las cosas empezaron a pintar mal, pues no pasó mucho tiempo para que los servidores públicos, o algunos de ellos (paramédicos, actuarios o agentes ministeriales) que acudieron al lugar empezaran a distorsionar o a desaparecer evidencias.

Tal personal no sólo no habría hecho bien su encomienda, sino que, hay la sospechas, que obraron intencionalmente desde el momento en que aplicaron suero al conductor para que, horas después, tuvieran un efecto negativo los análisis de sangre y orina, independientemente de que tal prueba no se hizo pronto sino una vez transcurridas alrededor de cinco horas, cuando ya habían pasado los mayores efectos de la ebriedad, aparte de que poco después fue alterado la escena del percance.

Tras el accidente todo parecía estar orquestado o concertado para favorecer al jugador del Santos Laguna que estaba prestado al Atlético Sevilla B del futbol español.

La primera interrogante que surge es, si en estos casos hay personal de emergencias ya muy hecho, muy ducho en favorecer a alguna de las partes, en específico a quien se ve claramente que, habiendo ocasionado un accidente de tal naturaleza, tiene suficientes recursos como para pagar tales favores, que no son sino vil corrupción.

Lo curioso del caso es que apenas ocurrido el fatal desenlace se habló de una pronta liberación del hasta entonces nada famoso Maleck.

En este mismo espacio citamos declaraciones de un testigo de calidad, próximo al lugar de los hechos, quien dijo que en el curso del día y la noche de ese domingo llegó en una camioneta sin placas una brigada de personas con chalecos verdes y amarillos que se dedicó a limpiar el lugar y a cambiar la escena.

“Limpiaron de hojas el lugar, cortaron (el tronco) de la palmera que derribó el vehículo blanco, emparejaron la tierra y hasta quitaron un riel de ferrocarril que había doblado el auto”, manifestó.

Segunda pregunta: ¿sería personal de algún ayuntamiento, o del mismo Zapopan, jurisdicción en que se cometió el hecho para nada fortuito porque hubo muchas copas y gran velocidad de por medio?

Algunos familiares de los recién casados denunciaron que algunas personas que llegaron al lugar amenazaron “para que no nos metiéramos en eso porque era gente poderosa y con mucho dinero”.

Tercera interrogante: ¿cómo es que la defensa de Maleck Robles actuó tan rápido y a cambio de la vida de dos personas ofreció dar a cambio del perdón legal la cobertura por daños de tres millones de pesos en que estaba tasado el seguro del Mustang?

Cuarta interrogante: ¿cómo es que los abogados presionan a los padres de los fallecidos diciendo que llegaron a un acuerdo de perdón legal con la madre (Maribel) de una niña que tuvo Alejandro Castro Martínez con ella, si esta mujer ─se supone─ ya nada tenía que ver con el recién casado?

Qué fácil. Incluso, hablan de un contrato de confidencialidad en el que, se intuye, hubo un arreglo económico.

¿Por qué presionar de esa manera, sobre todo a la madre de la novia María Fernanda, la señora Martha Cristina Álvarez Utena, quien ha dicho que ni por tres millones ni por mil millones aceptará un perdón legal?

La señora Álvarez Utena, quien tiene ciudadanía española, ha tenido que acudir incluso al gobierno de ese país para pedir auxilio ante la injusticia que siente se está cometiendo en su contra y de su hija, también ciudadana de España.

No cabe duda de que cuando hay dinero de por medio, los interesados en torcer la justicia, abren y salan heridas sin remordimiento ni moral alguna; remueven escombros, cenizas… y hasta los sentimientos más íntimos, y el amor más grande de una madre por su hija ahora en la tumba.

Entretanto, la Fiscalía General del Estado pareciera no haber sabido, oído ni visto nada, como cuando hace 13 años ocurrió algo muy similar por la avenida Juárez-Vallarta. Curiosamente, el gobernador interino era el exprocurador Gerardo Octavio Solís Gómez, el mismísimo que ahora está al frente de la FGE.

Del gobernador Enrique Alfaro, ni sus luces. A pesar de todo.

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