Celebremos el día del libro

Celebremos el día del libro

 

Josefina Reyes Quintanar

A propósito del próximo miércoles 23 de abril, fecha en que se celebra el día del libro desde principios del siglo XX; específicamente 1926. Resulta que ese mismo día, pero del 1616 fallecían Shakespeare y Miguel de Cervantes, dos de los principales escritores de la literatura universal. Otros tantos escritores han nacido en ese día en diferentes años, por ejemplo, el islandés Halldór Laxness en 1902 o el francés Maurice Druon en 1918. Con esta simbología fue que la UNESCO escogió la fecha para rendir homenaje mundial al libro y a los derechos de autor, con el fin de alentar el placer por la lectura y honrar la contribución de los libros al progreso social y cultural. Originalmente fue España quien aprobó la celebración para un 7 de octubre de 1926, pero en 1930 se cambió la celebración al 23 de abril.

Desde las primeras civilizaciones se tienen noticias de la escritura. Sin embargo, se podría decir que el primer libro no era material, sino un libro oral, a través de la memorización el hombre se podían transmitir poemas, mitos y cosmogonías. Esa tradición oral era emitida a los pueblos de generación en generación, el ejemplo más claro son los versos de la Ilíada, que, aunque ha llegado hasta nosotros por medio de la escritura y solemos atribuirla a Homero, su origen es totalmente incierto.

Según los que saben, la forma más antigua del libro se remonta a Mesopotamia, fueron quizá los sumerios allá por el IV milenio a. C quienes empezaron a dejar por escrito sus leyes y contabilidad en pequeñas tablas de arcilla. De ahí tendríamos que brincarnos cientos de años hasta llegar a los egipcios, una civilización que se preocupó en demasía por el conocimiento y la creación de un acervo literario. Recordemos el hallazgo de la piedra de Rosetta, ese fragmento de estela egipcia inscrita en piedra granodiorita que contiene un decreto publicado en Menfis en el año 196 a. C. que además contiene tres escrituras diferentes, los jeroglíficos egipcios, la escritura demótica y además griego antiguo.

Egipto se favoreció de esa planta acuática parecida a los juncos que crecía a orillas del Río Nilo, con ella se elaboraba una especie de papel el cual dio origen al papiro, además de que los egipcios fueron los primeros en utilizar la tinta. La biblioteca de Alejandría estaba llena de información en papiros, gracias a las políticas agresivas y bien financiadas de la dinastía Ptolemaica para la obtención de textos y promover la cultura griega; imaginemos los textos de los grandes como Eurípides, Aristarco, Euclides, Arquímedes entre otros. Después vendría el uso de las pieles de cordero y otros animales para la escritura en pergamino. Cuentan las malas lenguas que debido a la rivalidad entre Egipto y la ciudad de Pérgamo (de ahí el origen del nombre) en Turquía por tener la mejor biblioteca y fabricación de textos, se le dejó de abastecer de papiro, lo cual llevó a este nuevo material; pero la verdad es que resultó ser más duradero y de mejor calidad.

Pero digamos que fue en la Edad Media donde nacieron los libros tal y como hoy los conocemos, gracias a la Iglesia y su monopolio del conocimiento y a la gran proliferación de monasterios fue que se tenía el tiempo y cuidado necesarios para la conservación de manuscritos y la mano de obra suficiente para copiarlos y promoverlos. A partir del siglo XI el papel traído por los árabes a Europa fue ganando terreno poco a poco. Y llegó la revolución en 1440 con la invención de la imprenta, la creación en serie abarató extraordinariamente el precio del libro. Nacieron las bibliotecas privadas. En el siglo XIX llegó el papel de celulosa y las máquinas de vapor, lo que abarató aún más el preciado libro. Ya ni habar de la era digital, en a que tenemos acceso a innumerables obras literarias de forma gratuita. Aún así, seguimos prefiriendo el objeto en nuestras manos, ese invento que vino a transformar la historia humana y nos ha permitido evolucionar como sociedad y como personas.