Claroscuros del botonazo

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Apretado con tardanza, no bien planeado y con muchas limitaciones, el botón de emergencia, de Enrique Alfaro, podría no dar los resultados deseados para el el bien de todos: cortar de tajo la creciente propagación de los contagios de Covid-19 que tantas víctimas ha causado en Jalisco y en México.

En primer lugar, las medidas que se tomaron debieron entrar en vigor dos, tres o cuatro semanas antes y no esperar a que esta situación fuera incontrolable, como ha sucedido hasta la fecha. Además de eso, ¿por qué esperar a hacerlo varios días después de aquella masiva reunión en el Hospicio, Instituto o Museo Cabañas en la que, pareció más importante dar un mensaje desafiante al gobierno central, y centralista o, en su caso hacer dicha convocatoria sin tanta gente? Además, se repitió al día siguiente otra en lugar cerrado y con bastantes asistentes.

Segundo: ¿por qué iniciar este nuevo semiconfinamiento hasta el pasado fin de semana –la noche del viernes 30 de octubre─ y limitarlo únicamente a catorce días para finalizar en un día de destrampe, el sábado 14 de noviembre? Este botonazo, como le llaman, debió extenderse, por ejemplo, hasta el domingo 15, y después de la medianoche para evitar lo dicho, precisamente, al prohibir abrir bares y restaurantes.

Como eso no va a ocurrir porque así se le antojó a la autoridad, lo que se haya logrado en estas escasas dos semanas, podrá revertirse luego con la apertura rápida como si no se pudieran sacrificar uno o dos días más los dueños de los centros de diversión que han sido precisamente los lugares de más contagios de coronavirus. De por sí, en muchos en incontables domicilios particulares hubo reuniones sin mayores protocolos o protecciones. Yo, al menos, fui testigo de dos o tres de esos encuentros, cercanos a mi domicilio.

Tercero: ¿por qué carajos el servicio de transporte público se limitó a tan temprana hora si es el medio, de por sí deficiente, en que se moviliza más del 80% de la población? Ya se vieron las aglomeraciones. Los tumultos, en muchas de las rutas de camiones y aún en el Tren Eléctrico y no pocas gentes sin las debidas protecciones para evitar contagios, pues viajaron hombro con hombro.

¿Por qué razón eliminar el servicio de las plataformas de vehículos estos dos fines de semana y dejárselo únicamente a taxis tradicionales que, sabemos perfectamente, pertenecen mayormente a líderes sindicalistas y aún a exfuncionarios que son los que acaparan los permisos? ¿Qué acuerdos o estudios hubo, no de campo, sino sobre el escritorio y, tal vez, bajo la mesa con quienes acaparan este medio de movilidad? Bien sabemos que, salvo raras excepciones, quienes van tras el volante, no son propietarios del auto y menos del permiso.

Además, absurdamente les fijaron tarifas muy bajas, imposibles de cumplir en la mayoría de los casos. ¿No sería con ganas de que las violaran? Lo que es desconocer la realidad de las cosas cuando todas las decisiones se toman desde la oficina, sin molestarse en tomar, con alguna regularidad el transporte público para conocer sus virtudes y, en particular, sus defectos, que no son pocos.

Este tipo de medidas implementadas por las autoridades estatales parecen haberse hecho sin el menor sentido común; más bien como que son para propiciar, con tan grandes tumultos, más casos de contagiados por Covid-19. Los simples ciudadanos de a pie nos preguntamos: ¿en qué lugar viven estos señores que no conocen la realidad y dan puros palos de ciego? Y muy al principio de la pandemia hasta parecía que Jalisco iba a poner el ejemplo en medidas preventivas. Y nada ahora.

Y esperen, porque viene el famoso Buen fin. A ver si no termina en mal fin con muchas aparentes buenas ofertas, que no son sino engañosos ganchos. Ya hasta el presidente anunció que les adelantarán el aguinaldo a los burócratas. ¿Se lo guardarán para mejores o peores momentos o se lo gastarán a las primeras de cambio?

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