Partidiario
Criterios
Por lo visto y sufrido hasta ahora por uno mismo y por millares de automovilistas, el problema del desabasto de combustibles, particularmente gasolina, no sólo tiende a no resolverse pronto sino que se ha agudizado en la última semana, al menos en Jalisco.
Digo que la escasez de gasolina se ha agudizado porque en menos de una semana –concretamente, del sábado a la fecha–, las largas filas de autos frente a las gasolineras que se circunscriben a la capital jalisciense y su área conurbada y partes aledañas, se expandió luego a las poblaciones y ciudades en un radio de entre 60, 80 y 90 kilómetros, como las zonas Altos, Valles Ciénega y principalmente sur y costa sur,en donde las famosas “colas” de autos se extendieron hasta importantes cabeceras municipales como Ameca, Sayula, Ciudad Guzmán y Autlán. Esta última localizada a casi 200 kilómetros de Guadalajara.
Hasta el sábado 12 todo parecía normal en la última región. Sin embargo el domingo fui testigo que se agotó el combustible en expendios de El Grullo, El Limón y Autlán. De al menos nueve, sólo estaban abiertas tres gasolineras, y en una de ellas, en donde había hasta cuatro hileras de autos, tardaba uno en promedio 15 minutos para llegar a las bombas despachadoras.
La tarde del lunes, en un trayecto de 200 kilómetros desde aquellos municipios hasta Guadalajara, conté trece expendios cerrados y sólo tres abiertos hasta antes de entrar a la avenida López Mateos, con filas de entre 200 y 500 metros de motocicletas, autos y camionetas varados y hasta gente a pie con bidones, a la espera de que se abrieran.
En fin, igual que en la guerra contra el narcotráfico emprendida por Felipe Calderón al arranque de su mandato y que tanto criticó Andrés Manuel López Obrador, hoy su muy loable batalla en contra el robo de hidrocarburos –simplemente huachicoleo– quedó tan en evidencia como aquella por una falta de estrategia, un plan bien pensado y mejor ejecutado para combatir este mal que tiene en la quiebra a Pemex, junto con deficientes y complacientes administraciones y un sindicato signado por la corrupción desde tiempos de Joaquín Hernández Galicia La Quina, hasta el hoy no menos nefasto dirigente petrolero Carlos Romero Deschamps.
El huachicol, un monstruo de mil cabezas atizado aparentemente desde la misma presidencia de Enrique Peña Nieto, creció exponencialmente, y como tal no debe combatírsele de manera improvisada,como da la impresión, desde el momento en que empezó el desabasto de combustible.
¿Por qué empezaron por cerrar los ductos, si el grueso del robo era a través de las 600 u 800 pipas que salían de las refinerías y centros de distribución? ¿A dónde iban, o van, esos cargamentos de mayoreo sino a las empresas gasolineras, principalmente?
Entonces, por donde debió iniciarse la lucha en contra del robo era directamente en los expendios: cuánta gasolina me compras y cuánta vendes y si no me da lo que ingresa con lo que sale y tus ganancias, en ocasiones triples porque das litros de a menos, cobras IVA, IEPC y, aparte, tienes las mismas comisiones que tu competencia, quiere decir que tú, empresario, eres parte de la cadena de robo porque a mí, Pemex, me compras una pipa y vendes cuatro o cinco. Por tanto te clausuro, te multo y pagas con cárcel.
Por ahí se debieron empezar y no cerrando ductos que para vigilarlos está el Ejército y la Marina, y así le va a quien se encuentre succionando el combustible, y si no lo sé, lo saben los habitantes de los poblados próximos, que tantas veces han denunciado y nunca les hicieron caso.
Simplemente baste recordar, por ejemplo, los pobladores llegaron a ver muchas veces a gente con uniforme de Pemex –ciertos o disfrazados– que sabían cómo perforar las tuberías sin riesgos. Entonces, si quieren saber el fondo de las cosas basta con que lo investiguen por ahí entre las comunidades próximas,en donde es más común la “ordeña”; por ejemplo, en el caso de Jalisco están los municipios de Zapotlanejo, Tlajomulco, Tala, etc.
Cerrar repentinamente los ductos, sin avisar siquiera, y sin responsabilizar a las autoridades estatales, parece ser a ratos más o una medida política que el sincero afán de resolver el problema definitivamente.
En última instancia la lucha contra el robo de gasolina da lugar a pensar que se trata de una maniobra sin estrategia, armada a la carrera y ejecutada sobre las rodillas.
Así, el desabasto de hidrocarburos y, consecuentemente, de bienes y servicios, sigue increscendo. Es mayúsculo en detrimento de la economía de todos, porque aparte de la inamovilidad que ocasiona, genera una pérdida de horas hombre de trabajo incuantificable, por el tiempo que tienen que esperar no sólo detrás del volante para ser despachados, sino por el efecto multiplicador que se genera.
Imagen: Oscar Ramírez/Notimex