Por Raúl de la Cruz
¿Argentinos gandallas?
Esta semana leí, vi y escuché bastantes críticas hacia el entrenador Martín Anselmi por haber dejado “tirado” al Cruz Azul para firmar con el Porto de Portugal. Algo similar hizo hace meses otro argentino, Fernando Gago, al abandonar a las Chivas para irse al Boca Juniors de su país.
Para nadie es un secreto que, en el futbol actual, nada se mueve sin la presencia y negociación de representantes o promotores, quienes operan a nivel global. Incluso hay organizaciones internacionales que manejan técnicos, jugadores, preparadores, directivos y hasta “periodistas”. Una de las más poderosas se encuentra en Argentina.
La premisa es la siguiente: la negociación es legal, pero no ética. Estas organizaciones ofrecen sus servicios con todas las de la ley. En muchos casos, como los de Gago y Anselmi, incluyen cláusulas que permiten terminar el contrato si reciben una oferta de otro equipo, con la correspondiente indemnización para el club que dejan.
El problema es que dicha indemnización la paga el equipo contratante. En ambos casos, Boca Juniors pagó por Gago y el Porto por Anselmi. Legalmente, todo está en regla. Pero, ¿qué tan moral es el asunto? Totalmente inmoral, porque ambos entrenadores ya habían hecho “planes” para afrontar los torneos siguientes.
Es decir, ya habían “ordenado” contrataciones de jugadores para cubrir distintos puestos. Curiosamente, al Cruz Azul llegaron dos extranjeros: un uruguayo y un argentino con tres nacionalidades, Luka Romero.
Tampoco sería extraño que ambos jugadores pertenezcan a la misma organización que representa a Martín Anselmi. Porque, como es bien sabido, estos fichajes suelen llegar con “piquete de ojo” y mochadas, tanto para el entrenador como para el directivo que los trajo, e incluso para algunos comunicadores que los promueven con exageración. Ah, y no olvidemos que suelen firmar un doble contrato: uno oficial para el club y el jugador, y otro para la Federación, con un monto menor para evadir impuestos.
En conclusión, las negociaciones son legales porque se firman contratos con cláusulas de rescisión, y sobre aviso no hay engaño. No entiendo por qué se desgarran las vestiduras en los espacios “especializados” en futbol. El problema radica en el directivo que acepta esas cláusulas. Aunque, de estúpido, no tiene nada, porque en la mayoría de los casos también se lleva su comisión. Así de podrido está el futbol.
Entonces, ¿para qué se quejan de que la gente no acude a los estadios como antes? Me reportan que, en el caso de la Liga de Expansión, ningún partido convocó a más de dos mil aficionados. No es de extrañar. Mientras no exista ascenso ni descenso, esa competencia carece de sentido. ¿De qué le sirven al Atlante sus dos o tres campeonatos si no puede ascender?
Por cierto, esa liga se ha convertido en el basurero de la Liga MX: ahí terminan sus desechos, sus petardos.