Cuando llegas a la puerta y no te dejan pasar

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El Rincón de Clío

Criterios

 

La rareza climática que de tanto en tanto aparece, recorre el velo: Hermosillo, Sonora nublado, con lluvias la tarde y la noche anteriores, el sol se muestra tímido y aún no termina por asomarse. 7:51 de la mañana, el deseo de las personas migrantes apostadas en el tendido ferroviario se acrecenta al ritmo de la desesperación por continuar el andar rumbo al “muro fronterizo, que de todas maneras brincaremos”, no dudaron en afirmar la noche anterior los tres migrantes mientras se guarecían debajo del cobertizo de un local comercial a las afueras de la ciudad utilizando unos cartones como colchones y unas maltrechas cobijas.

En el camino a la frontera aparece el legendario retén militar en el kilómetro 113 de la carretera federal. Todos se forman. A todos revisan. Parece infranqueable, sin embargo, muchos migrantes lo evitan con facilidad. 8:40 horas, el sol comienza a ganar terreno entre las nubes. De todos modos, no deja de ser un día fresco.

Son 268 kilómetros los que separan a Hermosillo de la llamada Heroica Nogales, mote asignado desde 1961 por el Congreso de la Unión para reconocer la participación de su población en la defensa de la ciudad el 27 de agosto de 1918 contra las fuerzas estadunidenses. La serranía cubierta de saguaros acompaña a los migrantes hasta llegar a la línea final. Lo de “línea final” no es retórica, es la dura realidad. Llegarán solo hasta ahí. Las opciones serán dos: regresar a sus pueblos o apoltronarse en las serpentinas calles de la ciudad fronteriza que apenas ofrece algunas posibilidades para quedarse. Pocos las aceptan e insisten en cruzar la frontera.

“Nos han dicho que hay algunos pasos sin vigilancia”, comentan unos migrantes de Guerrero en una especie de autoengaño para no caer en la desesperanza.

“Quien no arriesga no gana”, afirma contundente Juan, un migrante deportado desde la cárcel federal de Post, Texas, que no pierde la oportunidad para decir que regresará a Estados Unidos, aunque lleva varios meses trabajando en el refugio migratorio San Juan Bosco que Junto al albergue Camino a Casa son los dos principales espacios que atienden a la población migrante que arriba del sur y del norte a Nogales. Juan, también está seguro porqué lo dejó su esposa: “cuando caes en la cárcel conoces realmente a tu esposa, cuando es tuya se queda, cuando no, se va. La mía se fue”.

El albergue San Juan Bosco se fundó hace 37 años, el 31 de diciembre de 1981. La dinámica presente en el lugar resulta muy diferente al resto de las casas de migrantes en México. El lugar recibe sobre todo a deportados de la Unión Americana y solicitantes de asilo hacia aquel país. Entre los muros del albergue se mira la materialización de México como Tercer País Seguro, esa realidad a la que fuimos obligados por el gobierno de Donald Trump y que el canciller mexicano, Marcelo Ebrard, insiste en negar.

Este día son sesenta personas esperando entrar a nuestro vecino del norte, llevan cuarenta y cinco días detenidos. Mes y medio de vivir en la indefinición migratoria en ambos países. ¿Qué esperas que suceda después de haber sido detenida y deportada por la Patrulla Fronteriza en tu intento de cruzar por Reynosa?, le pregunto a Marling, una adolescente nicaragüense de 17 años quien lleva 25 días viajando en soledad por México, su respuesta me deja sin palabras para continuar la conversación: “una cosa es lo que espero y otra cosa es la que va a suceder”. Me queda claro que se mira de regreso en la violencia callejera de Managua, la ciudad que terminó por expulsarla porque allá no encontró nada para ella.

“Aunque parezca lo contrario, muchos días no nos damos abasto, llegan al albergue entre cien y ciento cincuenta personas migrantes por día”, menciona el representante jurídico de la institución. El albergue tiene una capacidad instalada de 150 espacios (aunque en 2016 recibieron 300 haitianos) entre camas y colchonetas, dispuestos en dos grandes habitaciones: una para mujeres y niños, y otra para hombres adultos. En el transcurso de los años han pasado por ahí millón y medio de migrantes.

El lugar cuenta con una capilla donde se les invita a hacer oración y se celebra la misa católica varias veces por mes. Una restricción importante del lugar es que ningún menor puede quedarse sin la compañía de un adulto.Cuando un menor arriba solo es canalizado al albergue Camino a Casa del Sistema Integral de la Familia (DIF).

Los servicios que ofrece el albergue San Juan Bosco son asesoría jurídica y psicológica, medicamentos, ropa, alimentos y estancia durante tres días. Su planta de voluntarios apenas llega a diez personas, para su manutención reciben recursos de la sociedad civil, algunos apoyos gubernamentales y de programas como el “redondeo del Oxxo”. El ayuntamiento de Nogales corre con los gastos de la luz y el agua.

El terreno donde se asienta es propiedad particular y lo tienen en préstamo desde que se fundó el lugar. Sentada frente a diversas imágenes religiosas, rodeada de mujeres, niñas y niños procedentes de los rincones sureños de la República mexicana y algunos países de Centroamérica, se encuentra Modesta con sus 36 años a cuestas, y una historia de golpes y amenazas a manos de su esposo, a quien en 2005 fue a seguir hasta Nueva Jersey, donde nacieron sus dos hijos que hoy tienen 11 y 9 años.

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Refugio migratorio de San Juan Bosco/ Eduardo González Velázquez.

“Un día ya no aguanté los golpes y me regresé con mis dos hijos a Tlacuachitlahuaca, cerca de Acapulco, Guerrero, mi pueblo natal”. Hoy, Modesta espera al pie de la puerta obtener su asilo en Estados Unidos y llegar a Los Ángeles, su as bajo la manga lo representan sus hijos quienes son ciudadanos estadunidenses. Tiene la ficha 2407 en la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés).

Mónica de 26 años, amiga de Modesta, también de Guerrero, pero de Xochitlahuaca, quiere llegar a Nueva Jersey, en compañía de su hijo de dos años de edad. Ella tiene el turno 2657. El CBP atiende entre cinco y diez personas por día. Hoy, atendieron hasta la ficha 2283.

A diferencia de otras casas de migrantes en México, el albergue San Juan Bosco tiene una dinámica muy particular. Una vez concluido el desayuno, los migrantes son recogidos por algunos agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) para llevarlos a un patio del INM donde permanecen durante el día o bien salen a caminar a los alrededores del lugar. Quienes se encargan de su vigilancia son agentes del Grupo Beta, pertenecientes a la dependencia migratoria. A las seis de la tarde son devueltos al albergue para que cenen y se duerman.

Aunque el albergue se mantiene abierto las 24 horas del día, la mayoría de las personas migrantes llega por la mañana. No obstante, sin importar la hora de arribo, la dinámica es la misma: se les registra, les asigna una cama y les dan a conocer las reglas de la estancia. Son tres noches las que pueden quedarse en el albergue a menos que se encuentren en un proceso de petición de asilo, en caso de que así sea pueden mantenerse en el lugar las semanas necesarias antes de recibir el veredicto de las autoridades migratorias estadunidenses.

Cuando no obtienen el asilo, el albergue apoyo del gobierno ayuda a los migrantes a retornar a sus comunidades. Si los migrantes no quisieran regresar a sus terruños, de todas maneras, deben dejar el lugar y optar por quedarse en Nogales o intentan cruzar la frontera.

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Refugio migratorio de San Juan Bosco/ Eduardo González Velázquez.

 

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