Cuantificar la vida humana

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Es una lástima que la tecnología nos hagan bromas capciosas, y las tengamos que aguantar para superarlas. Nos entretuvimos en las últimas entregas con el tema de la pobreza. Llegaron al portal varios comentarios amables. Uno, signado por ‘Carolus’ fue comentario extenso. Amplió sus precisiones sobre las estadísticas y los números, para llevar luz a nuestros conceptos de riqueza, pobreza, crecimiento, desarrollo, estancamiento y más yerbas. Me propuse abrir dicho comentario para continuar el diálogo abierto. Pero en la página hubo algún movimiento incidental y ya no aparece por ningún lado.

No me queda más remedio que solicitarle a Carolus que me lo haga llegar de nuevo. Me interesa hacerlo circular para que lo conozcan más lectores, a quienes les interese el tema. Es bueno pues el avance tecnológico, como decimos, pero no tanto. Como decían los viejos en sus refranes rancheros pintorescos: es bueno el encaje pero no tan ancho.

En fin. Recuerdo haberle leído decir que había muchas otras variables a considerar como los PIB nacionales, las medidas de ingreso per cápita y más datos; que de todos hay que tomar referencia exacta y con ellos realizar una pintura adecuada de la realidad por tasajear. Tiene razón. Ya con estas variables a la mano, sabremos dónde ponderar, dónde reducir, dónde curar y hasta dónde enyerbar, si diera el caso. Si no invento, al final, declaraba sus convicciones tendientes a la justa distribución de los recursos cuantificados, la búsqueda de la igualdad universal. Es pretensión marxista, no capitalista o neoliberal.

Es una costumbre intelectual cada vez más rara. Ahora los trabajos críticos, de los que puede derivarse algún compromiso, parecen ser lanzados desde drones, desde atalayas con francotirador oculto. Es el viejo esquema de tirar la piedra y esconder la mano. Quien sí da la cara y arrostra sus planteamientos, para afrontar las consecuencias que deriven de sus dichos y posturas, debe tenerse, si no por valiente, al menos por intelectual honesto. Lo planteado por Marx y su escuela es satanizado o descalificado de entrada como ‘pasado de moda’. Como si la moda rigiera en las tareas fundamentales que hemos de afrontar como seres humanos para resolver nuestras cuitas comunes.

Fue un avance plausible que en el campo de las ciencias ‘humanas’ entrara la metodología de la cuantificación y enriqueciera nuestros acervos. Hubo que vencer muchas resistencias y enfrentar endriagos enquistados en tales santuarios. La metafísica, la ambigüedad, la confusión plantaron sus reales en dichos campos y no había poder humano que les demoliera. De forma que el ingreso de las figuras econométricas, la demografía, el estudio cuantitativo de tantas parcelas que no habían conocido la métrica, descombró de fantasmas estos campos. Y eso tiene, como decimos antes, que agradecerse.

Hay que decir que hubo excesos también. Se me ocurre citar al bueno de don Benito Espinoza, filósofo muy citado aunque muy poco leído, que hasta sufrió por lo menos un atentado contra su integridad corporal por andar de innovador y crítico de las creencias religiosas de su comuna. Pero lo traigo a colación sólo para mencionar que se propuso escribir un texto de ética, pero estructurado con estilo aritmético, o sea, meter ese campo de estudio al seno de la cuantificación. Llamó a su obra citada, en latín, porque entonces así se hacían estos trabajos: Ethica, ordine geométrico demonstrata. Quiere decir: Ética, demostrada al estilo matemático o algo así.

Con el paso de los siglos, hasta llegar a la mitad del XX, se avanzó tanto con estos métodos y en campos tan disímbolos, que ha tomado carta de naturalización referirnos a los asuntos humanos a partir de sus quanta. Primero la cantidad y luego la calidad. Primero lo que sea visible mediante números y después discutimos, porque (y de eso todos estamos convencidos) los números no mienten. Así que más vale atenerse a dichos parámentros.

De manera que hablar de pobreza o de riqueza es estar invocando a conceptos arcaicos, a posturas evangélicas, a esquemas atávicos a los que se les puede manipular y dar la vuelta, por su imprecisión e indefinición. Invocar a los pobres puede ser un buen recurso político y hasta demagógico. El problema con ello reside en que hay que establecer parámetros, porque ya se volvió rutina exigente, para saber de qué estamos hablando. Aunque el fondo del problema lo entendemos de entrada todos, pues no estamos tocando a la puerta de los misterios. Sabemos bien a qué nos referimos. Pero todo mundo exige, por lo menos a los científicos, precisión y claridad en el discurso. Y de esta banderola se cogen también los políticos, aunque poco se atengan a tal exigencia.

Cierro esta breve y simplona reflexión acudiendo a dichos de fe marxista, ya que nuestro crítico nos recordó a tan egregio pensador. Y más vale que nos vayamos ocupando de nuevo y en serio de sus planteamientos que nos dan luz en serio en lo que trajinamos y también corre por cauces de la cuantificación.

Ateniéndome a lo que aprendí de joven y citando de memoria, cerraré: “En el dinero reside valor (la plusvalía); pero lo que le otorga tal calidad es la fuerza de trabajo humano excedente. Ésta, que es aportación estrictamente humana, es la esencia, la mercancía valiosa, el jugo vital que buscan de apropiarse todos, en cada operación de intercambio que se realiza. Este valor real es el que se disputa de manera tan encarnizada en la lisa cotidiana. La lucha por la apropiación económica no es por objetos, sino por sujetos; no es por cosas, sino por personas.”  No es dogma pero así lo dejamos. Muchas gracias.

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