Cumbre angelina, la ambigüedad diplomática
Juan M. Negrete
28 de mayo de 2022.- El mundo se enteró por boca de AMLO que este martes que pasó definirían los anfitriones gringos si excluirían definitivamente o no de su próxima cumbre a los países de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Como el titular de nuestro poder ejecutivo condicionó su asistencia a la inclusión de estos países, dijo que tras la definición del anfitrión comunicaría su presencia o su ausencia de los trabajos de este evento. Pero ya concluyó la semana y los señores gringos no han puesto claridad en el asunto todavía. AMLO tampoco. Los comunicadores y analistas siguen en ascuas, por tal razón, cuando se meten a perorar sobre este asunto.
La partida está muy clara y no necesita más retobos o recoletas. El anfitrión se arrogó el derecho de admisión o de ingreso a su país, porque es prerrogativa que no se le discute a ningún estado-nación que se respete. Como el escenario en el que se celebrará tal evento está ubicado dentro de los perímetros del país vecino, que los primos hayan tomado tal iniciativa no extraña a nadie. Ni pone en riesgo la celebración misma del evento tampoco el hecho de que se excluya a uno u otro de los posibles invitados. A la propuesta que elevó AMLO, en el sentido de que no se excluya a ninguno de los países del continente, habrá que medirlo con la vara con la que él mismo justificó su opinión. La idea es modificar ya una larga relación asimétrica que nuestros vecinos han aplicado a los países del área y de la que no se ven visos de querer modificar.
Faltan todavía algunos días para que los ejecutivos se coloquen a la puerta del tal foro. Formalmente se conoce como decisión definitiva que ni a Nicaragua, ni a Venezuela se le turnará invitación alguna. En castizo significa esto entonces que la política de exclusión, a la que le retoba AMLO, seguirá vivita y coleando. Si esta dinámica de los titulares del poder en Gringolandia proviene y se mantiene desde la doctrina Monroe, o si se vino endureciendo después, es tarea que les vamos a dejar a los historiadores. El hecho concreto al que tenemos que virar en los días que corren tiene que ver con que bien podríamos relacionarnos de una forma menos asimétrica con un vecino poderoso, pero que ya no es la potencia mundial única. Y esto nos debe quedar más que claro, o no estamos entendiendo bien el asunto.
A la caída del bloque socialista, lo que significó la disolución de la URSS, hace ya treinta años, se expandió la idea de la preeminencia solitaria en la hegemonía mundial de nuestros vecinos gringos. Se difundió la imagen de la prevalencia de la gran potencia unipolar. Hubo analistas que hasta predicaron que habíamos arribado al final de la historia. Se manipuló de muchas maneras esta imagen. Unos hablaron del gran fracaso del comunismo. Otros propalaron con fanfarrias y ruido mediático el gran triunfo del capitalismo. Hubo para dar y prestar en estas jornadas de oropel y carnaval. Pero la presencia de China y de Rusia en los distintos escenarios del mundo le rebaja la tinta a la jubilosa imagen de la gringada como única en el pináculo del poder mundial.
Ya hay deslindes. Por un lado, el senador republicano Marcos Rubio, quien es de ascendencia cubana y se ostenta con el liderazgo de oposición al régimen cubano, soltó de su ronco pecho que Obrador se puede quedar en su palacio nacional mexicano. Que los gringos no tienen para qué invitar a su comelitón a estas tres dictaduras y que AMLO, con su propuesta de invitación universal, demuestra que es amigo de dictadores. No dijo textualmente que tal postura revelaba que él mismo está imbuido de mentalidad dictatorial, pero no ocupaba deducirlo. Sus repetidores locales se han encargado de soltar tal prenda, basándose en la autoridad de tal prócer de la resistencia de Miami. No se podía esperar menos de estos personeros.
En la esquina opuesta un bloque de legisladores demócratas hicieron suya la iniciativa de AMLO y le proponen a Biden que retire esta cláusula de exclusión, que ha generado ruido innecesario. Es decir, que le tome la palabra al ejecutivo mexicano y que haga extensiva la invitación a todos los mandatarios de cada uno de los países del continente. Con esta concesión estaría inaugurando una nueva etapa de trato con los vecinos del sur, que buena falta que hace que se revise y que ponga fin a la larga lista de desaguisados políticos que hemos tenido que soportar pues.
Son las posturas de los dos bloques encontrados de allá, que han tomado el partido que les corresponde. De esto no habría que admirarnos entonces. La que parece como una concesión del poder ejecutivo yanqui es la salida de darle cabida a ‘una voz’ cubana. Quién sabe en quién estén pensando los güeros con semejante locutor, que para que tuviera presencia formal habría de recibir el espaldarazo de la autoridad formal cubana. Pero Díaz Canel ya hizo pública la postura oficial cubana: Ni acudirá él, ni tendrá representación de su régimen ninguna voz que se quiera levantar con tal emblema en dichas juntas. Más claro ni el agua.
Para darle salida festiva al sainete, la compañía gringa que emite las invitaciones se soltó la puntada de invitar a la corona española. No nos queda claro si está siendo invitada en calidad de representante del poder oficial de la península o meramente como figurín de invitado especial. Igual podían proceder con llevar al escenario a Luis Miguel, a Juan Guaidó, o a quien sea, si se trata de mero teatro de farándula infumable. Como que no tienen muchas ganas de corregir sus desfiguros nuestros nobles vecinos. Ni modo.