Con estridencia, y sobre todo con fines políticos, a tono y al unísono con los otros nueve gobernadores que conforman la Alianza Federalista, el lunes pasado, Enrique Alfaro Ramírez, amagó romper con el pacto federal por haber disminuido el presupuesto de egresos para 2021 y, por ende, la participación de recursos que, dice, corresponden a Jalisco de lo contrario –añadió sin medir consecuencias—, iniciaría “una batalla jurídica y política para que el estado reciba los recursos que le corresponden”.
Esto lo expresó en un masivo acto celebrado en el patio central del Hospicio Cabañas; por cierto, se hizo de manera absurda, contradictoria y corriendo muchos riesgos en pleno florecimiento de contagios por Covid-19.
El presidente Andrés Manuel López Obrador respondió el martes que la citada alianza es en realidad una agrupación política “en contra nuestra”, toda vez que el próximo año hay elecciones en todo el país.
Luego, tras señalar el propio AMLO que los gobernadores que no pueden romper así nomás porque sí el Pacto Federal porque es una cuestión legal. Si tal cosa desean, que hagan una consulta popular, los conminó en su conferencia mañanera, al tiempo que descartó cualquier reunión o diálogo con los inconformes gobernantes y a quienes, en todo caso, los encaminará a entrevistarse con Arturo Herrera, titular de Hacienda.
A botepronto, y en otra reunión masiva en local cerrado, Alfaro respondió al reto y señaló que le toma la palabra al presidente para hacer una consulta para que se termine con esa “relación abusiva y terminar con esa patraña federalista”.
No obstante, habrá que esperar si le ajusta el tiempo ─pues, salvo que la haga a mano alzada al estilo presidencial, seguir la ley, sería un procedimiento muy largo─, Alfaro, con ánimos pugilistas se enfrenta a su similar en carácter respondón y sueños de grandeza.
Así, mientras uno aquí habla, desde hace rato de una Refundación del estado, el otro, el mandatario nacional, desproporcionado frente al gobernador en la fuerza y poder político, está sobre la Cuarta Transformación del país, en una supuesta lucha contra la corrupción que todavía no se nota bien a bien, al menos hacia adentro del gobierno y un combate contra quienes no están de acuerdo con él.
Si uno y otro, y en particular Alfaro y demás gobernadores ponen los pies sobre la tierra, podrán lograr más que mediante la confrontación que cada día ha subido de tono sin que, por lo visto, hayan ganado terreno y más adeptos.
Si bien, el Pacto entre gobiernos federal o central y estatales tuvo como finalidad un reparto más equitativo entre las entidades que más recursos genera a la Secretaría de Hacienda en el país, también se es cierto que con ese acuerdo se procuró que se fortalecieran las finanzas de las entidades más pobres, luego de que administraciones tan centralistas como las de José López Portillo, y muy señaladamente la de Luis Echeverría, hacían de la distribución de recursos una especie de dádiva generosa, de limosna.
No obstante, ahora hay el temor de estar volviendo a esas viejas prácticas de control centralista, de dar tanto más cuanto mejor te portes y hagas, sin chistar, lo que el presidente disponga.
Por otro lado, si bien es cierto que la llamada Alianza Federalista tiene fines políticos y el propio Alfaro ha dicho, muy anticipadamente, que está listo para la contienda de 2024 –aparte de lo que pueda lograr en las elecciones intermedias de 2021 en la que además se elegirán gobernadores en prácticamente la mitad del territorio nacional, también es cierto que el mismo Andrés Manuel no sólo hace campaña abierta y soterrada, sino que no le ha bajado a su activismo político ni un solo día.
López Obrador quiere que todos estén de su lado, que aprueben todo lo que hace o dice ─como lo hace sumiso su gabinete y legisladores morenos─ y ¡ay de aquél que lo contradiga!, porque se convierte, en automático, en un enemigo suyo.
Es por eso que a diario arremete, en particular, contra la prensa o periodistas insumisos con aquello de que “yo también tengo derecho a la réplica” y , de paso, hace lista de sus adversarios de los medios a quienes expone frecuentemente a la indefensión y aun a los posibles ataques de fanáticos que, en ocasiones, sin mediar argumentos, arremeten con quienes disienten.
No pocas de esas gentes estarían incluso dispuestas a soltar el tigre que siempre está al acecho.
De esta manera, palabras brabuconas como las que suelta con alguna regularidad nuestro gobernador, más que ayudar al estado, a él mismo y la sociedad a calmar ánimos, los alteran, no se llega a buen puerto.
Si Alfaro quiere hacer campaña, que le ayuden sus cercanos y consejeros, si es que los tiene, a ser menos frontal y un poquito más conciliador y que se deje de ponerse al tú por tú con quien manda en este país, nos guste o no nos guste, pues fue el que triunfó, y con muy amplio margen.
No obstante, la sociedad tendrá la última palabra frente a las urnas.