De ilusos y desilusionados.
Alfonszo Rubio Delgado
Existen en el campo académico individuos que pretenden saberlo todo. Ellos, a través de la lectura, han alcanzado cúspides respetables. En su momento, han acudido a entrevistarse con los altos jerarcas. De ese modo han podido escalar y colocarse en lugares envidiables. Los han llamado maestros, eminencias y demás títulos que les inflan el ego. Razón por la cual, se han dado ciertos lujos. Han denostado a personas. Les han inventado apodos. Su soberbia les permite menospreciar a otros. Y según sus cálculos su obra y vida, siguen siendo ejemplares. Para ellos, la gente de “segunda” es despreciable. Luego, ante quienes deben guardar apariencias y “compostura”, es frente la gente de poder. También ante los extranjeros y su apariencia. Pues lejos de cuestionar a estas dos personalidades, aquel personaje prefiere mostrarle su incuestionable actitud. Su mundo, como su obra, es de apariencias.
Este personaje, siempre corre con suerte. Al salir de su preparación académica, pasa al empleo profesional casi sin despeinarse. Por su “apariencia” más que capacidad, llega a ocupar cargos elevados. Pero su problema radica en la pobreza intelectual que le acarrea su mundo facilón. Aunque el tipo es un auténtico devorador de información, nunca reflexiona por cuenta propia. Siempre irá de la mano de un clásico. Su pereza mental encuentra más cómodo el recurrir a otro que elaborar su propia teoría. Pasará su vida denostando a quien si lo hace.
Para él, convertirse en máquina de aplausos de cualesquier encumbrado, será un máximo logro. No discutirá, el hecho de que algún extranjero tenga la razón, el paisano siempre estará equivocado, independientemente de lo que diga o el tema que trate. La comodidad sobre todo y la apuesta al que siempre gana. Este personaje y sus reflexiones, dejan mucho que desear. A lo más que llegan, es a confundir el conocimiento. Andan muy lejos de proponer un método científico o filosófico. “Cómo fulanito ya lo dijo, esa es la verdad”. Algo, a su parecer, incuestionable. Inamovible. Para él, el nombre pesa más que la verdad.
Así, este tipo de individuo hace de su vida académica, un santuario de parasitación. Todo lo manifestado en sus obras, si es que hubo, nunca rebasa lo habido en la biblioteca. Andará muy lejos de rozar los límites alcanzados por la recopilación de conocimiento de las obras habidas en aquel recinto. En todo caso, todo posible aporte de nuestro indiciado, puede adquirirse en una tienda. Su falta de valor para enfrentarse al mundo, le creó una actitud parasitaria. Se dedicó en cuerpo y alma a cultivar las relaciones. La verdad de su ciencia, no le atrajo. Le ganó la soberbia. Prefirió aparentar conocimiento que buscar el método adecuado. La investigación científica, tecnológica o filosófica, nunca fueron sus fuertes. Prefirió lo ya digerido. Lo que le hiciese aparentar sabiduría, en vez de la sabiduría misma.
El caso es que estos emblemáticos tipos son un problema. En las instituciones, hacen tropezar a quienes si tienen el perfil. Por su conexión con las autoridades, terminan humillando y denostando a quienes cubren el perfil. Esos que cuentan con la idea y la innovación. Quienes han descubierto el método adecuado para hacer avanzar a la ciencia, la tecnología o la filosofía. Y muchas veces, por la intromisión desdichada de esos atroces, los avances no se dan. Lo que trae atraso y pobreza a sus respectivos lugares de origen. ¿Y por qué no? para la humanidad en general. Curiosamente, dada su inconsciencia, esos miserables terminan sus días creyendo que beneficiaron a toda la humanidad.
“P’a too hay gente” diría el torero español cuando le presentaron al filósofo, José Ortega y Gasset.
¡Saludos amig@s!