De la austeridad a la tacañería

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En su conferencia de prensa de este domingo 15 de marzo en que anunció que hay 53 personas contagiadas de coronavirus Covid-19, el subsecretario de Salud, y en la práctica, secretario en funciones, Hugo López-Gatell, cuestionó, por su “elevado precio”, la utilidad de las termocámaras en los aeropuertos internacionales del país para detectar posibles infectados. austeridad

Dijo que el coso de 35mil dólares (algo más de 700 mil pesos cada una), no se justifica porque “tienen una utilidad muy limitada, por ejemplo, “se pierde precisión una vez instaladas” para detectar la temperatura corporal de los viajeros, y que mejor destinar esos recursos para comprar ventiladores mecánicos para los enfermos, sobre todo de zonas marginadas.

Esta es, no cabe duda, la forma de interpretar la “austeridad republicana” impuesta por la Cuarta Transformación. Al menos así se entiende, y eso que, hasta el mismo domingo, todos los casos fueron importados de Europa, salvo uno o dos de Estados Unidos y se haya provocado la expansión más rápida de la pandemia que azota al mundo con más de cinco mil muertes. Sólo entre sábado y domingo (24 horas) fallecieron por dicho virus 368 personas en Italia y centenar y medio en España.

Esta situación ha provocado, por otra parte, el cierre al arribo de vuelos extranjeros en varios países, cosa que el nuestro no hará, según se ha reiterado en distintas ocasiones.

De vuelta a lo dicho por López-Gatell de no gastar en cámaras termográficas, por ser sumamente caras, según él, cualquiera se espanta ante la codicia gubernamental y también de los dueños de los aeropuertos, cuya propiedad temporal o concesión, está en sus manos.

En este caso son ellos, los empresarios –mayoritariamente españoles- a quienes se les debe obligar a invertir o coinvertir con el gobierno. Claro, todo depende de los acuerdos que haya entre la parte oficial y la privada. A fin de cuentas, ¿qué tanto son menos de tres cuartos de millón de pesos para empresarios y gobierno?

¿Habrase visto tamaña tacañería de gobernantes y empresarios en México que no invierten siquiera lo mínimo indispensable, u obligan a hacerlo, en esa adquisición de equipos que en aeropuertos detecten temperaturas de personas portadoras de algún virus como antes la influenza H1N1 y hoy el Covid-19 por tener precio “elevado”, como si la salud pública no importara?

Pero si no se surten los medicamentes indispensables -y en buen estado-, para combatir enfermedades tradicionales como cáncer, cardiovasculares, diabetes, renales (para hemodiálisis como ocurrió en el hospital de Pemex en Tabasco en donde han muerto al menos siete pacientes por sustancias adulteradas), ¿cómo vamos a esperar que se hagan aquí, y ahora, las cosas mínimamente adecuadas en contra de un virus nuevo que, se presume además que se le está enfrentando tarde?

También, no se sabe, hasta ahora, si las medidas son las adecuadas por la forma repentina que el número de casos que resultan positivos, crecen tanto en México de un día para otro.

En mi columna preguntaba si nuestras autoridades estaban haciendo o no lo suficiente, lo adecuado para contener los contagios en los pasos internacionales, puertos y aeropuertos para verificar si turistas y connacionales llegan en buen estado de salud. No por lo visto y lo escuchado al subsecretario de Salud.

Hay que recordarles a nuestros funcionarios que, por los puntos ya citado, entre ellos por los aeropuertos, pasan lo mismo ricos que pobres y hasta el mismo presidente de la República quien, por el bien de todos, nadie quiere que vaya a enfermar.

Sólo basta que las personas que conforman su equipo interpreten razonablemente qué es la austeridad y qué la avaricia o tacañería, y que la salud de las personas, la salud pública está por sobre todo lo demás.

Les falta a esos funcionarios, tal vez, criterio e independencia de criterio para que razonen y actúen por sí mismos y obren con sentido común, si coordinados y bajo las órdenes presidenciales pero no de manera sumisa y hasta abyecta para poder al país adelante y, en el asunto del coronavirus, que se haga bien y a tiempo, lo pertinente.

El mismo Andrés Manuel López Obrador ha dicho y repetido públicamente que quiere que sus colaboradores que no le digan que es la hora que él dice. Quiere que le hablen con la verdad, que sean sinceros.

Así de sencillo.