De la democratización de la filosofía
Silvia Patricia Arias Abad
Laurent de Sutter, filósofo belga y teórico del derecho, escribe un libro que tituló ¿Qué es la pop-filosofía? Un texto de tan solo 64 páginas dividido en subtítulos que plantean diversas interrogantes y donde Sutter discute la imagen del filósofo Gilles Deleuze desde una perspectiva distinta, como maestro de filosofía, pero también como un ferviente crítico de las prácticas filosóficas de sus contemporáneos.
A Deleuze le incomoda la forma en que la filosofía se practica solo como una disciplina académica, discursos de filósofos que hablan a otros filósofos. La postura de Deleuze es proponer un rompimiento con la endogamia, hacer de la filosofía un recurso reflexivo que nos conecte con el afuera. Dice Sutter: “practicar la pop-filosofía es hacer de tal manera que cualquier cosa ya no sea cualquier cosa, mientras que, no obstante, lo siga siendo”, hacer que la filosofía sea una actividad que se encuentre al alcance de todos es el reto. Sacarla de las zonas privatizadas de las universidades donde un reducido número de expertos en la materia se apropian de las categorías y sus significados, quedándose enclaustradas en las paredes del cubículo o en las páginas de las revistas indexadas.
La pop-filosofía deleuziana es un estilo de pensar que deja de lado las formas principales de la filosofía: la erudición pedante (el saber), las lecciones de moral (el sabio), la investigación formateada (el universitario) y la filosofía estática. En la pop-filosofía no se interpreta nada y se experimenta todo.
Bajo esta propuesta reflexiva de Sutter y a partir de la perspectiva deleuziana de desacralizar a la filosofía se plantea una oportunidad para repensar el papel de ésta en el mundo, su relación con la sociedad y sobre todo con la educación. Si la actividad filosófica sigue reduciéndose a espacios sectoriales de unos cuantos especialistas que discuten, dialogan y proponen planteamientos entre ellos dentro del ámbito universitario, pero sin tener eco ni trascendencia ni mucho menos compromiso social, poco podemos esperar que la actitud y el pensamiento crítico sea desarrollado en la sociedad, más allá de los altos muros de la filosofía.
Deleuze mismo habla de la pop-filosofía como aquello que él habría querido desplegar en sus propios trabajos, algo que intentó en su texto El Anti-Edipo. Una lectura pop-filosófica implica orientar el libro hacia el afuera, utilizarlo para conectar con alguna parte de su exterior, con el objetivo de que algo pase y algo intenso pueda surgir. No hay entonces en un objeto privilegiado de análisis o lectura al cual enfocar, cualquier objeto por insignificante que sea puede ser objeto de análisis, toda cosa es digna de ser pensada y reflexionada, fuente de “conexiones eléctricas” como lo dice el propio Deleuze.
Es fundamental para Sutter dejar claro en este texto que la pop-filosofía deleuziana no es lo mismo que una filosofía pop. Lo pop no se refiere a los tipos de objetos enfocados para su análisis (dígase música, películas, televisión o cualquier otro objeto perteneciente) sino a los objetos prosaicos, esos objetos sin importancia para la mirada filosófica, esos objetos de los cuales Platón decía que carecían de Idea. La convicción de Deleuze consiste en salir de la filosofía a través de la misma filosofía, llevar a la filosofía a su propia transformación, intensificarla al máximo.