Partidiario
Cirterios
Dos días antes que concluyera el gobierno de Jorge Aristóteles Sandoval Díaz, el martes 4 de diciembre pasado, se incendió en plena avenida de Guadalajara, una camioneta van cargada con unos mil litros de gasolina en un contenedor de plástico y bidones.
El suceso tuvo lugar después del mediodía a una cuadra de la confluencia de las avenidas Enrique Díaz de León y Jesús García, en donde se ubica una gasolinera. De milagro no hubo desgracias personales y sí daños serios a una finca vecina.
De acuerdo con la afirmación in situ de un conocido mío que laboraba en una bodega adjunta a dicho lugar, el conductor del vehículo apenas vio que salía vapor o humo del motor, “bajó a la carrera y partió carrera y se perdió por allá” (en la banqueta poniente de Enrique Día de León). En segundos se incendió el motor y, de inmediato, el contenedor. Los bomberos tardaron alrededor de una hora en apagar la hoguera que a irradiaba enorme calor a más de 20 metros de distancia.
Segundos antes, nuestro informante vio, de mera casualidad, casi a contraluz el interior de la desdichada camioneta con cristales oscurecidos y sin los asientos traseros, los recipientes citados con algún líquido que no tardó en corroborar que era combustible robado.
Nunca nadie investigó. No se supieron pormenores del siniestro que pudo tener consecuencias graves. Todo los presentes concluyeron que se trataba de huachicol.
¿Por qué las autoridades dejaron pasar el caso como si nada? ¿Acaso por tratarse de algo ya tan común? ¿Sabrían que atrás del robo de combustible hay toda una red de criminales difíciles de detectar? ¿Sería simple negligencia, pues el relevo gubernamental ya estaba ahí y había que dejárselo a Enrique Alfaro? Esto es lo menos que se puede pensar del asunto tan de moda por la investigación que se sigue a este mal que, de rebote, provoca malestar por el desabastecimiento de gasolina y compras de pánico en las grandes ciudades como Guadalajara, León, Ciudad de México.
Pero el problema de la ordeña de gasoductos no es de ahora ni del ayer inmediato. Viene no sólo de los últimos tres gobiernos como lo ha mencionado el presidente Andrés Manuel; viene, como ya dijimos en el anterior comentario, desde los sexenios de Carlos Salinas , de Ernesto Zedillo y hasta el de Miguel de la Madrid si echamos una mirada hacia atrás.
Recordaba en mi columna que cuando explotaron los colectores tapatíos el 22 de abril (miércoles de Pascua) de 1992, fue por una válvula de una toma clandestina de gasolina que alguien dejó abierta al verse descubierto. Esto sucedió, a menos de 500 metros de la planta La Nogalera de Pemex.
Curiosamente, el entonces procurador salinista, Ignacio Morales Lechuga, culpó de la catástrofe que mató a más personas que las 212 que reconocieron oficialmente, a una empresa particular que manejaba algún tipo de gas altamente inflamables. Nunca lo pudo comprobar.
No se investigó ni por parte de la PGR ni por parte de las autoridades estatales. Cuidaron, eso sí de que ni se sospechara de la responsabilidad de Pemex por la explosión de los colectores, aunque hubo corresponsabilidad del gobierno del estado que entonces construía la línea 2 del Tren Eléctrico y cuyas obras taponaron el poco flujo de aguas negras en un sifón y, al taponarse la corriente de la gasolina derramada –se calcularon varios cientos de miles de litros-se acumularon los gases hasta que estallaron.
Trabajadores de La Nogalera confirmarían después a la revista Proceso que los manómetros de los ductos tenían días sin la suficiente compresión por lo que intuían que había fugas y posiblemente robo de combustible bombeado desde Salamanca. El caso es que no se investigó la posibilidad de este y otros robos. Hoy, todavía hay algunos sobrevivientes que reclaman la indemnización debida.
Entonces, si vamos a decir la verdad desde cuándo empezó el huachicoleo, habrá que hurgarle más todavía al caso aquí y en todo el país.
Baste recordar también otra explosión ocurrida en la calle Sierra Morena, colonia Independencia. Se creyó en esa fecha que podría deberse a desechos del Centro Médico de Occidente del IMSS, pero no: fue también una fuga de gasolina del mismo centro de distribución. Se concluyó posteriormente que pudo deberse al robo del carburante.
El país era gobernando en esa fecha por De la Madrid y Jalisco por Enrique Álvarez del Castillo. La desgracia ocasionó medio centenar de lesionados, decenas de carros destruidos y otras tantas casas dañadas. Fue el 25 de marzo de 1983, y en Semana de Pascua, casualmente. No se averiguó la causa. No obstante, Álvarez del Castillo fue titular de la PGR con Salinas.
En síntesis, la ordeña de ductos viene desde aquella época, pero como hubo impunidad con los siguientes gobiernos: de Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto, la corrupción creció hasta tomar la escandalosa y dolorosa dimensión de hoy y cuyas consecuencias pagamos.