Su nombre, Robert Francis Prevost,¡estadounidense!, me puso sobre aviso. Pensé y exclamé: ‘¡Ahora sí, todo el poderío para USA, hasta el espiritual! ¡Y con Trump!’. Rápido se fueron conociendo sus pormenores: que en Chicago entendió y comprendió el problema migrante (su segundo apellido es Martínez). Se fue de misiones a Perú y adquirió la ciudadanía inca; fue obispo de Chiclayo y ayudaba a los necesitados. Cambió mi perspectiva y me expliqué el por qué de León XIV, pasando por Francisco: en honor a León XIII (1878-1903), de la “Rerumnovarum”, la doctrina social de la Iglesia.
