De nuestras asimetrías con los yankis
Juan M. Negrete
Bien vale la pena que nos sentemos a dialogar y a discurrir en torno a este peliagudo asunto mencionado. De manos a boca nos viene la dura confirmación fáctica de que la frontera que nos separa, para unos asuntos es rígida y para otros demasiado dúctil. Tal ambivalencia pone en entredicho lo que afirmamos sobre nuestra soberanía. Veamos algunos renglones.
El primer dato nos viene de la nota más escandalosa de la semana. El juez Cogan, de Brooklyn, le leyó finalmente la cartilla de la sentencia al preso mexicano de más encumbrado nombramiento como funcionario en el gobierno mexicano. Ya antes le habían impuesto el castigo de la cadena perpetua al también famoso Chapo Guzmán. Pero traigamos a tema lo de García Luna. Cayó éste en las redes de la justicia gringa por haberse ido a vivir allá, con los primos. Se les puso de pechito. Lo extraño del caso es que ocurriera después de que les tramitó todo lo que se debe hacer para obtener la residencia por allá y que no le hayan obstruido el proceso. Allá vivía ya.
Lo detuvieron el 2019. Su juicio duró cinco años. Ya le dictaron sentencia. Se manejaban dos posibles opciones. Una, como al Chapo, la cadena perpetua; la otra, una sentencia de veinte años. El veredicto fue la de prisión por 38 años. Los conocedores de estas variables dicen que le dejaron abierta la puerta para una reducción. Aparte de que lleva cinco años detenido, le faltarían sólo treinta y tres por cumplir. Pero si se le barajan más facilidades, como la de virar a soplón y soltar sopa, le reblandecerían el lapso. Ya veremos.
Otro preso, muy mentado en los días que corren, en el mismo juzgado neoyorkino y con el mismo juez, el señor Cogan, es Ismael el Mayo Zambada. Con él, el tinglado aparece distinto. El Mayo no vivía en Gringolandia. Estaba bien resguardado en un rincón inaccesible entre los estados de Sinaloa, Sonora, Chihuahua y Durango. Al menos eso se nos dijo siempre. En realidad, se trataba de una guarida desconocida para el gran público.
Y decimos para el gran público, o séase nosotros, la gran mayoría de a pie, porque quienes lo pialaron bien supieron en dónde hallarlo y cómo tenderle la celada para que cayera y fuera a dar a las manos de la justicia gringa. Para nosotros, secreto y misterio; para los gabachos, transparencia y claridad. ¿Quién nos entiende? A quienes les gusta escribir novelas de misterio tienen aquí un filón riquísimo para explorarlo y sacarle cicuas.
Mas dejando a un lado la chunga que provoque esta situación tan anómala, el gobierno mexicano, mediante un ocurso que elevó al gobierno gringo mientras todavía estaba en la silla AMLO, habló de un extrañamiento y una atenta solicitud para que nos dieran a conocer los datos de este traslado, doloso o acordado, como haya sido. Y es que, la verdad sea dicha, a todos los de a pie nos dejó atónitos el hecho de que nos pasaran el dedo por la boca diciéndonos que el gobierno gringo no supo nada con antelación de este dizque secuestro; a la hora de que el capturado Zambada descendía del avioncito que lo trasladó a tierras gringas, ya estaban esperándolo por lo menos cinco patrullas de cherifes y se lo llevaron detenido. ¿Qué raro, no? Esta es la primera pichada de humo, abanicada por ambos gobiernos.
El espectáculo que sigue va a ser peor. Se trata de la condena que descargarán contra este recién detenido: el Mayo Zambada. El señor fiscal ya le propuso al juez que la condena sea la de la pena capital. Gulp. ¿De verdad puede extender la justicia gringa una inhumanidad como ésa a ciudadanos a los que no alcanza o no debería alcanzar su dominio? Allá ellos si no han podido o no han sabido cómo extirpar tales salvajadas dentro de sus esquemas de justicia. Pero aparte de horadar fronteras para desatar cacería con ciudadanos extranjeros, que no tienen por qué ser sometidos a sus juicios, ¿han de aplicarles la pena de muerte y quedarse tan campantes chiflando en la loma?
Bien les reprochaba Cicerón a los senadores romanos: Quosque tandem abutare Catilinam patientiam nostram?: ¿Hasta dónde va a tolerar nuestra paciencia los abusos de Catilina? Con el discurso de la soberanía, que es la clave primordial para la existencia misma y la vigencia de los derechos fundamentales de los estados-nación, los mexicanos debemos de poner ya de una vez por todas los puntos sobre las íes con nuestros vecinos, sean o no los más poderosos del planeta.
Dígase lo que se quiera del juicio y la sentencia final que le armaron a García Luna. Podrá ser el personaje más pecador y sucio que haya conocido nuestra generación. Pero entre los vecinos gringos y nosotros existe un tratado de extradición y debió respetarse. Nuestro gobierno debió solicitar la entrega de tal preso, por muy convicto delincuente que haya resultado, para que la justicia mexicana le ajuste las cuentas. Nada vale suponer o prejuzgar con la especie de que aquí se le hubiera soltado en libertad a las primeras de cambio. Había que haber procedido de tal forma. No se hizo. Es asignatura pendiente para las dos instituciones de gobierno, la gringa y la nuestra.
Ahora, con el juicio contra el Mayo Zambada, que apenas se inició, ya mostró la justicia gringa su oreja de lobo. Se habla de aplicarle la pena de muerte. ¿Otra vez se van a extralimitar en sus atribuciones en contra de un ciudadano nuestro, por más malandrín que resulte, para aplicar penas extremas, atizadas de morbosidad y de odio? Creo que más nos vale ponernos racionales y serios con ellos, para corregir entuertos que ya duran demasiado.