Un trozo de la epopeya de Gilgamesh, puesto en castizo.
[Traducción de Gabriel Michel Padilla]
[Bello pasaje éste, en el que la bestia Enkidú es humanizada por Shamat, la ramera sagrada. Ya transformado en ser humano se tornará en gran amigo del rey Gilgamesh, el temible, a quien le limará su carácter intratable. Lo civilizará, diríamos hoy].
El trampero encontró luego a Shamhat,
la ramera sagrada, en el santuario,
la venerable y gran sacerdotisa
de Ishtar, en el santuario majestuoso. 180
Por tres días traspusieron el desierto,
y al tercer día llegaron al oasis.
Esperaron sentados por dos días
mientras veían llegar los animales
a beber agua limpia al manantial. 185
Temprano en la mañana, al tercer día,
llegó Enkidú y ahí se arrodilló,
para saciar su sed con agua limpia,
en junta del venado y el antílope.
Estaban asombrados en exceso, 190
el hombre era muy bello y majestuoso.
Shamhat entonces se excitó en su cuerpo,
su pecho se agitó, se aceleraba,
al contemplar quel ser primitivo.
Entonces el trampero así le dijo: 195
“Míralo ahí, sedúcelo Shamhat,
desnúdate, despójate de ropas.
Con tus piernas abiertas sensualmente
excita su lujuria cuando llegue.
Toma su aliento, luego con tus besos 200
enséñale lo que es una mujer,
entonces sus hermanos animales,
que vivieron con él en el desierto
escaparán veloces hacia el yermo
y no lo volverán a buscar nunca”. 205
Ella se desvistió y así desnuda
se recostó en el suelo sensualmente,
con las piernas abiertas se tocaba.
Entonces Enkidú volteó a mirarla,
y con mucha cautela fue acercándose. 210
Olfateó el aire y se acercó a su cuerpo,
Shamhat le tocó el muslo y luego el pene,
y luego lo introdujo adentro de ella.
Con sus artes de amor y su embeleso,
inexorablemente lo sedujo 215
y con su boca le robó su aliento.
Así le hizo saber en qué consiste
el celestial placer de las mujeres.
Durante siete días estuvo erecto,
haciéndole el amor a su consorte, 220
la sagrada vestal, sacerdotisa,
hasta que se sintió muy satisfecho.
Se levantó y entonces caminó
con rumbo del oasis, a reunirse,
donde abrevan las bestias y animales. 225
Pero al verlo llegar los que antes fueron
sus amigos, las bestias del desierto
huyeron perturbados, los antílopes,
y los venados de veloz carrera,
lo mismo las gacelas y otras fieras. 230
Él trató de cogerlas, más su fuerza
se le había terminado, estaba exhausto.
Sus rodillas temblaban, ya no pudo
correr como cuando era un animal.
Entonces regresó a donde Shamhat 235
y mientras caminaba se dio cuenta
que su mente de algún modo crecía
y podía conocer algunas cosas
que no podía entender cuando era bestia.
A los pies de Shamhat, él tomó asiento, 240
entonces al mirarla, comprendió
las palabras que aquella le decía.
“Ahora oh Enkidú, te has percatado
lo que es estar unido a una mujer.
Tú eres hermoso, eres como un dios, 245
no debes regresar más al desierto.
Quieres vagar igual que un animal?
Deja que te conduzca a la gran urbe,
a Uruk la ceñida de murallas,
al santuario de Ishtar “Reina Celeste” 250
al palacio de Gilgamesh, el grande,
quien oprime a su pueblo en su arrogancia,
pisoteando a su gente, como lo hacen
las bestias y los toros indomables.
Ella dejó de hablar y de inmediato 255
Enkidú asintió con la cabeza.
Profunda conmoción sintió en su entraña,
un anhelo que nunca había sentido
una pasión por un amigo leal.