Desfiguros de los poderes
Juan M. Negrete
No pasa un solo día sin que nos enteremos de más malas trazas y peores aberraciones de la conducta pública de los poderes, no sólo del judicial. De suponer el grueso de la población que tiene a su servicio, dentro de las estructuras de legitimación de los dominios, a una pléyade de personajes de valía, acendrados por su buen comportamiento, lastima que con sólo dar vuelta a la página real enterarnos de la minusvalía y pequeñez de tales tribus. Y como que no se avizora la fórmula para componer el cuadro.
Como hacemos todos los días, en lugar de darnos a la especulación teórica en estos renglones, ensayamos a buscar ejemplos concretos de lo que nos acontece. Mal abrimos el canal informativo, el que sea, y nos enteramos de una y más desavenencias entre ellos y con nosotros. Tan absurdas todas, que no tiene sentido ya ni clasificarlas, para poner las más malas por delante o por el fondo. Todas son peores, lo cual ya es decir mucho, aunque sea esta expresión un mero galimatías pleonástico. Que nos perdonen los gramáticos.
¿Cómo entender la última chicanada de que nos enteramos en torno al fiscal del estado de Morelos, Uriel Carmona, que ya había sido detenido para llevarlo a tribunales por excesos antijurídicos? Ya lo habían detenido las autoridades de la CDMX. Vino la lucha a tres caídas sin límites de vergüenza alguna en la que se cruzaron amparos y apelaciones, que fue un contento, hasta que lo devolvieron a la oficina purgada, de la que, dijeron sus defensores, nunca debió haber sido extraído.
Luego vino un segundo o un tercer round, ya no de sombra sino de esgrima del más alto pugilato, en el que se le aplicó la amarga medicina del desafuero para poderlo sentar en el banquillo de los acusados. Y ¿qué creen? El poder legislativo de su estado, o sea ahora la bancada de los diputados de Morelos, salieron en su defensa y descartaron como inaplicable la medida del desafuero. Así que el angelito seguirá ejerciendo el puesto, a pesar de que trae el mandil de la deshonra puesto y colgado a todo lo que da. Es lo que la jerga actual denomina como un impresentable. Y así seguirá.
Pero ojalá fuera caso único, garbanzo de a libra, pero en contrario. Nada de eso. A cada paso se van tostando las habas y ya no hallamos ni cuál caso escoger para ejemplo. Apenas ayer mismo sesionaron los miembros del tribunal electoral de la federación para escoger a la nueva presidenta y ungieron a doña Mónica Soto Fregoso. Anduvieron en jaloneos algunos días porque ya no querían que les presidiera Reyes Rodríguez Mondragón. ¿Por qué? Es lo que nos preguntamos todos, si cada uno es tan chafa o peor que el otro. Les viene bien a todos ellos la calificación popular de que tan bueno el pinto como el colorado. Ellos suponen que ya resolvieron su sainete, pero nosotros nos quedamos igual o peor. La neta que no les entendemos, por más esfuerzos que hagan por explicárnoslo, que no los van a hacer.
Ya días se oía que andaban en tales bretes. Primero dejaron de acompañar a su presidente a su informe anual de actividades. Luego sesionaron para echarlo y el bueno de Reyes paró en seco la sesión y pospuso la reanudación para una semana más adelante. Como una compañera, de apellido Otálora, que le va a dar su apoyo, anda en extranjia en misiones de exploración de territorios desconocidos, pues la hacen votar a control remoto. De todas maneras, trascendió que sólo son dos contra tres. Así que ya le aplicaron la quebradora y lo tumbaron de la silla. Reyes les había dicho que iba a dejar el puesto a partir del primero de enero del año que viene. Pero estos ministros ya lo depusieron. Reyes ya no es presidente. Lo suple Mónica. ¿Respetarán el término señalado? ¿Qué importancia tiene ya esto, si lo ven como asunto secundario o meramente de trámite?
En el INE andan por igual las cosas. Suponíamos los crédulos de la masa popular que, saliendo Lorenzo Córdova, el junior incorregible, las cosas se iban a medio componer en tal institución. Pero la señora Taddei no ha podido sacar adelante una sola de sus medidas de corrección. O sea que todo sigue funcionando ahí como si encabezaran el desastre el tal Lorenzo y su secretario infumable que era un tal Murayama. Y bueno, pues no se la acaban.
Pero esto último que se acaba de decir está mal dicho. Ellos se la acabarán o no. Pero los que realmente no nos la vamos a acabar somos todos los ilusos de a pie, toda la pedacera que anda atareada ladrándole a la gorda para seguir subsistiendo. Y es que, dentro de seis meses, el día dos de junio del año que viene y que ya está en puerta, vamos a participar en las elecciones más voluminosas de la era. Nuestras, claro; mexicanas, por más señas. Van a entrar a disputa las sustituciones como de unos veinte mil puestos de elección. Y para eso, tanto los que organizan la jornada, como las autoridades que la van a calificar, andan de la greña y no se pueden poner de acuerdo.
Si no les alcanza el buen juicio para lo poquito, que es el cómo funcionar para sí mismos de la mejor manera posible, ¿tendrán calma y sosiego para armar todo un tinglado, toda una parafernalia que nos va a llevar a miles de centros de reunión en donde emitir nuestros sufragios, y luego contarlos y calificarlos? ¿Podemos confiar en que se van a hacer las cosas como se debe y no que nos salgan otra vez con la cantaleta insoportable de los fraudes, las triquiñuelas, las verdades a medias y los acuerdos en lo oscurito, y más chicanas a las que ya suponíamos en retirada forzosa? Ya veremos.