Desmoralización política

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Con los políticos no hay nada más qué hacer. Recurren siempre a los mismos esquemas trillados, para escalar a los espacios del control social. Claro, ahí se encuentran las manijas del accionar económico, que es a lo que le tiran. En los repartos que se hacen en las esferas del dinero público, deben llevar tajada. Si no fuera así, no se entendería su acendrada voluntad de sacrificio.

Ojalá un día se nos prendiera el foco y decidiéramos no pagarles a quienes ocupan los puestos públicos. Así veríamos si la disputa de estos personajes por ascender a los controles responde a su declamada voluntad de sacrificio. No brota esta propuesta de una fantasía irrealizable. En Suiza los servidores públicos no ganan un centavo por el trabajo público. Las contiendas por llegar a tales puestos son escenificadas por personajes que tienen resueltas las necesidades del pipirín, las rentas y otros gastos básicos. Los electores revisan el historial de los aspirantes, uno de los factores para la emisión del voto. Pero es capítulo que no les distrae tanto. Se interesan más en los programas propuestos, en las iniciativas por aplicar de los candidatos.

Un día tenemos que llegar a tales modalidades políticas. Por lo pronto, seguirán nuestras charlotadas electoreras que nos entumen y distraen. Bueno sería que ya le fuéramos metiendo mano a este tipo de legitimación, que nos repercute por doble vía. Por el hecho de trepar a las curules y a los sitiales de las regidurías, nuestra tradición les entrega el bastón del mando. Uno de sus capítulos centrales es la atribución de orientar, por ejemplo, el llamado gasto público. Alguien tiene que hacerlo, es cierto. Alguien tiene que sacar los dineros de la cajita de cristal, en donde lo depositamos todos los ciudadanos, y darle curso a donde urja o se disponga. Para eso son tales dineros.

Nuestro problema concreto reside en que, precisamente entre la extraída de tales capitales y su aplicación, de pronto se nos puebla de tinieblas el mundo y muchos cofres del tesoro, o llegan disminuidos a su destino o no llegan. Es secreto a voces que las manitas de tales servidores públicos quedan embijadas en el trayecto. Es la conseja popular. Tan es así que nuestro pueblo ha acuñado frases significativas sobre estas conductas. ‘Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error’. Le atribuyeron el dicho al famoso Tacuache Garizurieta, pero convirtieron en suya la fórmula cuantos funcionarios deshonestos ha habido en nuestros corrales públicos.

Otros dicen que se meten a la política para robar, simple y llanamente. O bien que no le piden a dios que les dé, sino que les ponga donde hay. Le podemos seguir a la lista, sin que se nos canse el galillo de festinar o encuadrar descriptivamente la picardía de nuestros grillos. Pero el hecho central del asunto es que nos funciona mal el batidillo y habrá que ponerle ya un freno que resulte eficiente. Una de las banderas de AMLO, para ascender a la primera magistratura, fue la del combate a la corrupción. No ha quitado el dedo del renglón. Incluso llevamos dos años, del codo con la pandemia, en que oímos y sabemos del enchiqueramiento y de la apertura de procesos en contra de muchos de estos mafiosos.

Ya están tras las rejas los Ancira, el de Altos Hornos; la Chayito Robles, por la estafa maestra; el Juan Collado y los desfalcos depositados en Andorra a favor de 23 funcionarios; Lozoya y su inenarrable sainete de sobornos Odebrecht, Pemex y anexas; Mario Marín, el góber precioso y sus socios. Podemos prolongar la lista a placer. Pero en cuanto caso abramos nos encontramos con la constante de que se trata de saltimbanquis que entraron por la puerta de la política, por la vía electoral casi todos, a las esferas públicas donde se operan los pesados manejos financieros y de ahí se confabularon con los socios de la empresa privada. Ya unidos, se volvieron taco y nos pintaron un violín a todos los demás.

¿Cuál es nuestro error? ¿En dónde radica la falla, por la que nuestros angelitos elegidos se transforman en demonios avaros, centaveros e impúdicos? Es buen momento para sentarnos a revisar los móviles que atiza el interés de estos personajes, pues ya va a empezar la lisa electorera. Ya están en sus puestos, esperando la orden de salida, los mejores especímenes del PRIANRD, los verdes, los morenos, los ganosos de siempre. Aquí en Jalisco nos brotó ya hasta un partidito universitario, con sirimicos de muchas caras, como Mara Robles y Tonatiuh Bravo, que igual sirven para un barrido que para un regado. ¿En qué les mancha que anduvieran antes en el PRD, luego en el MC y que ahora salten al partidito de Raúl Padilla? Son filibusteros bien pagados, sobre todo con puestos universitarios, si falla la nómina pública.

¿No sería bueno instituir la medida de que los funcionarios públicos, no ya que no reciban salario como en Suiza, pero sí que se les emparejen sus emolumentos con el salario mínimo? Al cabo en su voluntad de servir va ya su premio, como el conocido pago por especie a los artistas, que viven del aplauso. Sólo hay un problema, para hacer efectiva esta medida: Ellos mismos son quienes fijan las tarifas de sus pagos. ¿Así cómo? ¿No habrá forma de hacer con sus ingresos un nudito aunque sea de puerco, del que dicen que mientras más vueltas se le dé como para zafarse, más aprieta? Habrá que ir revisando la treta. En una de ésas pega y, como premio tal vez nos libremos de una fauna política tan malsana como la presente, que soportamos. Al tiempo.

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