Día Mundial de la Filosofía
Silvia Patricia Arias Abad
Este jueves 21 de noviembre se conmemoró el Día Mundial de la Filosofía, una fecha instituida por la UNESCO, con la finalidad de reconocer la importancia de la reflexión filosófica y el ejercicio del pensamiento crítico, así como la influencia que ésta tiene en el ámbito humano y cultural. La celebración se estableció en el año 2002 y se formalizó en el año 2005, eligiendo el tercer jueves de noviembre para conmemorarlo.
Según los argumentos de la UNESCO para dedicarle a la Filosofía un día de celebración es fundamentalmente porque “Además de ser una disciplina, la Filosofía es también una práctica cotidiana que puede transformar las sociedades y estimular el diálogo entre las culturas. Al despertar al ejercicio del pensamiento y a la confrontación razonada de las opiniones, la Filosofía ayuda a construir una sociedad más tolerante y respetuosa. De esta manera, permite comprender y traer una respuesta a los grandes desafíos contemporáneos, creando las condiciones intelectuales para el cambio”.
Este día, por tanto, sirve de pretexto para visibilizar a la Filosofía, sobre todo en algunos de los espacios académicos y universitarios, que tan relegada se encuentra. En varios países, se “saca” a la Filosofía de las aulas para mostrarla a la población, en las calles, para que la observen con otros ojos y la redescubran quienes la abordaron en su vida académica, y para que la descubran y conozcan quienes aún no han tenido acceso a ella.
En el interior de los Departamentos de Filosofía, se remiten a actividades alusivas a la importancia de esta disciplina con el objetivo de acercarnos a la reflexión del mundo y de la vida, se crean conferencias en torno a la discusión de su valor en el presente siglo, tan lleno de absurdos, guerras, violaciones a los derechos, conflictos sociales, etc., y se dice: “algo ha de proporcionarnos la Filosofía para poder andar con pasos más seguros en estos caminos tan sinuosos…”
Sin embargo, quienes estamos cerca de la Filosofía, ya sea porque es nuestra elección profesional o laboral, o ambas, sabemos que el panorama no es del todo optimista y que un día no es suficiente para hacerle ver a las autoridades educativas y a la sociedad en general la real necesidad de su difusión y fomento, no solo dentro de las aulas, sino fuera de ellas.
Y es esto último lo que en cierta forma ha llevado a una reclusión forzosa a la Filosofía, manteniéndola alejada de la sociedad y siendo vista únicamente como una asignatura escolar más, que hay que aprobar, muchas veces desdibujada dentro de la currícula y, al mismo tiempo colocada como una disciplina alejada de la realidad social. En ocasiones, son los mismos círculos académicos y profesionales quienes la han relegado y separado del mundo público. Durante décadas, la Filosofía ha estado incrustada en los espacios académicos, siendo difundida, analizada, discutida solo entre grupos reducidos de “expertos” que en su necesidad de mantenerla impoluta y limpia de cualquier vulgarización en sus teorías y categorías la han convertido en un ladrillo teórico incapaz de manifestar algo sobre los asuntos prácticos.
La Filosofía tiene que ser entendida como una actividad reflexiva cuyos objetos de estudio son tan diversos, y que se encuentran en la realidad tangible (incluyendo a lo humano) o intangible. Toda la realidad en su conjunto puede ser analizada desde un punto de vista filosófico. Lo que hay que hacer entonces, es presentar al pensamiento como una forma de realidad. Que la Filosofía y el filósofo o quien la ejercite se encuentre cada vez más cercano en las discusiones de los problemas del mundo actual, lo que no significa restarle rigurosidad a la propia actividad reflexiva, pues sabemos que la Filosofía no es un conjunto de opiniones vertidas así nada más, ni mucho menos un recetario de autoayuda como se ha comercializado últimamente en varios espacios de internet y redes sociales. Frente a ello, quienes se dedican a la Filosofía y a su difusión tienen en sus manos la responsabilidad de respetar sus métodos y rigor argumentativo para impedir que se pervierta y aligeren sus contenidos y reflexiones. Hay aspectos del pensamiento filosófico que son abstractos y lógicos y que no pueden ser de otro modo, ni traducirse en explicaciones fútiles y superficiales, pero eso no implica que se quede alejada de los cuestionamientos y dudas que asaltan a los ciudadanos de las sociedades contemporáneas. De ahí que el papel que el docente en Filosofía tiene a su cargo, lo responsabiliza de la forma en que la población accede a ella y la considere como un conjunto de ideas alejadas de su contexto o bien, como una serie de formas de reflexión que nos invitan a desmenuzar la realidad en sus elementos que la conforman e ir hasta las causas, no para resolverlas en sí, sino para entender lo que implica esa problemática y cómo es que los seres humanos pueden acceder a su realidad de forma más coherente.
Apostar por la Filosofía hoy, es rebelarse contra su imposibilidad y su muerte, por eso es necesario practicarla y exponerla, ya que la Filosofía no es nada si se le aísla. La Filosofía implica un compromiso con el mundo, por lo que es esencial redescubrirla, ponerla en situación. Sigamos interpelando al mundo y analizando la complejidad de esta sociedad agotada que tanto requiere y exige que sea pensada y transformada. ¡Larga vida a la Filosofía!