Sábado 02 de septiembre de 2023.- En una de las fábulas antiguas atribuidas a Esopo, se narra que Zeus, a la hora de modelar las figuras de los cuerpos humanos para echarlos a deambular por el mundo, les armó de dos petacas pegadas al cuerpo. En la petaca delantera ordenó que se pusieran los defectos de los demás. La que nos quedó a la espalda servía de recipiente para cargar los defectos propios. De ahí nos viene la costumbre de que somos demasiado buenos para mirar los errores y las deficiencias ajenas, mientras que las propias, o no las detectamos, o si nos las hacen ver hasta las negamos.
Los griegos, que fueron los maestros de la civilización que disfrutamos y también sufrimos, pusieron en esta dualidad la razón de fondo por la que siempre aplicamos dos raseros a cuanto tenemos que sopesar. Y, al aplicar dos medidas en nuestras cosas, sobra decir que nos quedan lejos los criterios uniformes. Vale decir también que los acuerdos unánimes no son lo de nosotros. Y bueno hasta las defecciones y las traiciones mismas tendrían su fondo en esta disparidad de criterios. Somos muy buenos para enjuiciar a los demás, pero para nosotros mismos la autocrítica, o está muy disminuida o simplemente no existe. Y así ha venido transitando el mundo.
Esta fábula aplica al dedillo con nuestras mexicanadas en el proceso electorero ya desatado. Viendo nuestras cosas, da a pensar que o bien Zeus no participó en el amasijo de nuestro origen; o, ya hechos nosotros, le salimos un paso más adelante. Porque aquí no usamos dos varas distintas para medir a los otros, sino gruesas de varillas como los coheteros. Aquí tenemos para dar y prestar en eso de las marrullerías, los reacomodos, los ajustes y todo lo que se ofrezca en cosa de dorar las píldoras.
Lo bueno de tanta versatilidad es que nadie se da, entre nosotros desde luego, por engañado. Tenemos, por así decirlo, dos bloques bien definidos a los que se aglutinan los intereses mayoritarios y parecen irse deslindando los campos de sus alcances, como debe ocurrir en toda tarea política. Por un lado, nos queda el oficialismo, compuesto ampliamente por la morenada, aunque también andan agregados el PT y el partido verde. Por el lado de enfrente marcha lo que se dio en llamar Frente Amplio por México (FAM). Está integrado por la tripleta de partidos (PRI, PAN y PRD) que fueron desplazados del poder desde hace un lustro y que andan atragantados por recuperar la plaza. Es su urgencia de fondo. Hay un tercer grupúsculo que hace ruido y que se quiere mostrar como independiente de los dos bloques mayoritarios, que es el MC. Pero lo grueso de la composición está en aquellos.
Pues bien, según las leyes o acuerdos generales de acción que nos rigen, todo lo que tenga que ver con proselitismo ciudadano, exposición de programas y oferta de planes, para inducir e inclinar nuestro voto a cualquiera de las dos opciones, tiene que realizarse en un período que llamamos de campaña. Es cuando obtienen nuestros grillos la licencia para soltar el potro a retozar. Incluso es cuando se sienten autorizados a soltar la jauría de sus chuchos. Antes de que se lleguen tales plazos, deben estar modositos y en silencio, sentaditos, a la espera del arranque de las hostilidades.
Pues tales directrices funcionan sólo de palabra. En los hechos, tanto los morenos como sus opositores ya están concluyendo sus campañas y hasta se sacaron de la manga los candidatos que encabezaran las listas para que sean revisadas por el público conocedor. Más o menos disimulada viene guardando su distancia la compañía morena, pues se nos dice que su ungido se levantará de entre los muertos tras darse a conocer los resultados de unas encuestas ad hoc. El que se lleve tal preferencia en esos sondeos encabezará el listado y todos contentos. En unos días más entraremos a tal escenario.
Pero lo que es en el FAM, se descorrió el telón y el sainete ya arrancó. La candidata es la señora X y ni quien riposte nada. Hicieron toda una mascarada en la que subieron a la palestra a once precandidatos. Luego fueron bajando a uno por uno hasta dejar a la escogida ya sin que nadie le haga sombra. Algunos brincaron pronto y se deslindaron. Incluso hasta denunciaron que todo era mera simulación y que no se iban a prestar a tal engaño. El propio AMLO adelantó cuál iba a ser el resultado final. O sea que les encueró las cartas a sus opositores y le quitó todo el sabor a la comedia de enfrente.
Pero viendo nuestras cosas con más detenimiento, nos damos cuenta que nadie sale engañado. O si acaso el único al que le contamos las muelas es al propio Zeus, quien no se dio cuenta de que, por ser mexicanos, nos agenciamos tres, cuatro, diez canastas para ir cargando las virtudes y los defectos de todos. Traemos una revoltura en ellas que sólo nosotros entendemos. Y no son canastos. Son ensaladeras. Son petacas tamaleras porque hay de carne, de chile y de manteca. Respetamos la veda electoral, pero ya tenemos candidatos abiertos. Antes era tantito peor, cuando el PRI no tenía oposición: todavía no concurríamos a las urnas a votar y ya sabíamos quién era el ganador…
Para los que suponían que todo había cambiado por aquí, les tenemos entonces malas noticias. Todo sigue igual. No hemos corregido las planas. Ni nos interesa inaugurar nuevas correrías, porque nos gusta el desmadre y nos regodeamos con nuestras trampas. Y, como decían los viejos, para uno que madruga, siempre hay otro que no se acuesta. En tales danzas andamos.