El cero a la derecha

El Cero a la Derecha   

 

Alfonszo Rubio Delgado

 

Muchos son los individuos que en mi país entrarían en un cuadro surrealista. Desde los traidores de Carranza y Obregón, tenidos como héroes, hasta el último presidentito que tuvimos. El primero de los mencionados dejó entrar a México a los soldados estadounidenses a perseguir a un mexicano. El segundo, con tal de ser reconocido por aquellos como presidente de México, firmó los tratados de Bucareli. En los que se comprometió a no producir vehículos, maquinaria pesada y aviones.

El tercer individuo llegó con toda una parafernalia digna un merolico. A muchos les vendió ideas totalmente fuera de contexto. Y si, le fueron compradas. Muchas inútiles y retrógradas. Todo ello cargado de mentiras y falta de planeación, como lo fue el tren Maya, el aeropuerto y la refinería. Para lograr los propósitos que según aquel personaje traería un desarrollo insospechado al país, implementó un plan “maestro”.

Todo él, basado en una ocurrencia de don Porfirio. Hasta eso, juarista de ideas y porfirista de hechos. Para alcanzar pues, aquellos propósitos y, claro, dejarse una “reserva” económica al estilo de sus antecesores. Pero con más “cuidado”, puso a funcionar su ideología porfirista. Procedente ni más ni menos de Porfirio Díaz Mori, dictador mexicano de fines del siglo antepasado y principios del pasado.

La idea principal y base ideológica central de aquel individuo fue: “perro con hueso en el hocico, ni ladra ni muerde”. Así las cosas, y sobre esta “base ideológica”, el individuo empezó a montar su “gran imperio”. Obvio, los medios masivos de comunicación fueron los primeros en recibir el hueso, pues el promover una imagen de “simpático y bonachón” fue indispensable. Distorsionar la realidad a través de los mensajes, se tornaba indispensable. Tener a esos individuos comiendo de su mano, no tenía discusión. Por otro lado, ya estaban acostumbrados a hacerlo sexenio tras sexenio.

Mas la obra maestra y máxima perversión del tipo se dió en el patrocinio a la sociedad. Ocurrió que, sus maestros los priistas, habían “regalado”, sexenio tras sexenio, despensas a la gente. Cierto, nada es gratis y lo de gratuidad fue un gran engaño. Ese insumo doméstico, procedía de las arcas públicas.  La gente, acostumbrada a la gratuidad, se ha venido dejando “engañar”.

Pero ahora, el personaje en cuestión se voló la barda. Para captar la atención de la sociedad y parecer veraz frente a la sociedad, reforzó su plan. Destinó gran parte del presupuesto, a “beneficiar” a los más “perjudicados” de la población. Para ello, al contar con la mayoría en las cámaras de diputados y senadores, le dió rienda suelta a sus pasiones políticas. Quitó estructuras económicas estabilizadoras. Eliminó fideicomisos. Nombró ministros con capacidades muy cerca de lo ridículo. Y asignó tareas a gente sin experiencia. Clausuró obras públicas con todo tipo de estudios técnicos. Y decidió erigirse como constructor de pala y de pico, sin más elementos tecnológicos.

Metido en sus menesteres, no tardó en llamar a sus “protegidos”, “mis mascotas”. Claro, obedeciendo a su ideólogo. Tomando a gran parte de un país de atenidos, de los cuales se decía presidente (de los otros no, sic), logrando una gran aprobación. Las “regalías” llegaban adelantadas en fechas próximas a las elecciones. Obvio, todo ello sin fijarse en el daño económico hecho a la nación. Pues la deuda del país creció como no se veía en muchos lustros. Pero ahí el sujeto con su característica forma de jugar el dedo en la  boca, lo desmintió a través de los medios. Los beneficiados con esa perversa manera de actuar, parecen estar obnubilados y cegados por las mentiras y las malas mañas de aquel tipo y su séquito de parloteros.

La prima Felipa, sus hijos y los nefastos empresarios gubernamentales, los preferidos por el régimen, los constructores de la línea del metro colapsada de la que “solo se iba a reparar” y asunto arreglado, sin importar pérdidas humanas. Los “cien millones de pesos no son nada y mis hijos no son corructos” (sic). Los cerca de un millón de muertos por la”pandemia”. Los periodistas muertos y las masacres que tanta risa sacaron al batallador pírrico. Claro, él ya estaba acostumbrado a eso y más. Inició su vida delictiva a muy corta edad. Con miembros de su familia y amigos. Después como queriendo y no, amplió su familia y amigos y aquí no pasa nada.

Lo curioso del asunto es que es un individuo con un cuadro mental por debajo de la media. Faquir en sus tiempos de carencia y despilfarrador en tiempos de abundancia. Convence a muchos que, me consta, son intelectuales. Han cubierto el requisito que la vida exige para tener plenitud, pero que se han convencido por la pobre retórica apuntada. Y otros como muchos miles, son parte de los perros, perdón, mascotas que hoy por hoy “comen” de la mano de su “gran jefe”.

Un sujeto que curiosamente en su “vida productiva” no ha reunido el requisito de jubilación, es decir, no ha tenido un trabajo medianamente decente, pero que, teniendo el milagro de Santo Domingo al pie, no dudó en activarlo. A decir verdad, en cualquier trabajo productivo, su presencia sería un rotundo fracaso. De sus hijos, ni hablamos. Hasta hace muy poco, no habían cotizado un solo día en el seguro social. Y sí, se les nota igual que al padre, una atrofia mental y física por falta de ejercicio.

Por esa falta de escrúpulos, ha llegado a confesar a los mexicanos sus nexos con los negocios ilicitos pero luego lo niega. Pretendiendo que son “nuestros, los delincuentes y que hay que protegerlos”, todo por tener a sus mascotas amordazadas. Todo se le perdonó y no parece haber quien les convenza de lo contrario.

¡Saludos amig@s!

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